El MITO de la poesía mas que su realidad histórica, ha implicado nuevas concepciones acerca de lo propiamente poético y a la vez ha multiplicado las eternas dificultades con que tropiezan los críticos para “definirla”.
Desde el romanticismo, cuando invadió a Europa la magia de las ideas orientales y los poetas justificaron con ellas el sentido metafísico de su conducta, la poesía redoblo sus intenciones de tornarse en un ser cuya inasible existencia pretende suplantar los métodos de conocimiento reservados a la filosofía.
Primero en Alemania, las generaciones románticas concedieron, tanto el acto poético como los estados de conciencia que lo acompañan, las fuentes de conocimiento, y luego en el resto de Europa la reciproca influencia de los filósofos y artistas ayudo a hacer del irracionalismo la vía hacia la oscuridad del alma a fin de encontrar, como sentencia un notable crítico literario, “el secreto de todo aquello que, en el tiempo y en el espacio, no prolongo más allá de nosotros mismos y hace de nuestra existencia actual un simple punto en la línea de un destino infinito”.
Mística y neurosis se dan de la mano para levar delante, en términos religiosos a su manera, los afanes metafísicos impulsados por una locura romántica que enriquecerá el “ universo particular” de que hablaba Heráclito.
El sueño. La muerte, la nada, la penetración hasta lo fondo de las apariencias físicas, formaran el agua misteriosa donde ha de flotar en adelante la inspiración.
Baudelaire en Francia, si no el primero, el que con mayor sapiencia y mando se trasladó fuera de toda consideración histórica para hacer “renazca” ese mundo en el cual, desde en épocas antiguas y en ocasiones sin saberlo, los poetas.
A sus ojos, la naturaleza se convierte en un “diccionario de formas” y en un “, bosque de símbolos “por donde el poeta ha de cruzar hasta descubrir las raíces del universo.
Interpretar la apariencia sensible, mirar por debajo de las superficies, reconocer el fundamento de las cosas, parecen ser atributos del espíritu y condiciones adecuadas para unirse con el todo. “Se borran las fronteras entre el sentimiento de lo subjetivo y el del objetivo – testimonia Raymond.–, el universo es devuelto al dominio del espíritu, el pensamiento participa en todas las formas y en todos los seres, los movimientos del paisaje son percibidos, o mejor, sentidos desde dentro, el ruido de las olas la agitación el alma, el flujo y reflujo, engendran un ritmo que ya no se distingue del de corazón, del de la sangre “. La palabra actúa, por los labios del poeta, en que la materia y el espíritu se confunden.
Paul Valery, al definir la poesía, tuvo presente aquellos descubrimientos de los primeros románticos. Por ello, la considero como un intento de representar por medio del lenguaje lo que “oscuramente, trato de expresar los gritos, las lágrimas, las caricias, los besos, los suspiros, etcétera, y que parecen querer expresar los objetos en los que tienen de apariencia de vida o supuesto contorno”.
Ala Chucero, fragmento ,“l Sentido de la Poesía y otros Ensayos”. Ediciones LEISSSTE. México.
Por Ali Chumacero