Xóchitl Gálvez participó esta semana en el programa Tercer Grado, donde fue entrevistada por los periodistas que integran ese panel televisivo.
Al responder preguntas, en un par de ocasiones hizo referencias a Tamaulipas con reflexiones que, por lo menos, pudieran considerarse cuestionables.
Cuando se enfrascó en su diagnóstico sobre la inseguridad en el país y sus propuestas para reducir los índices delictivos, criticó la desaparición en el estado -hace más de una década- de las policías municipales.
Llama la atención que ninguno de los asesores que la rodean, algunos de ellos con muchas credenciales en el tema, haya contribuido a que la candidata se formara una idea más certera de la crisis de violencia que vive el país desde antes del 2009, y que tuvo en Tamaulipas un escenario estelar.
“Fue un error grave, por ejemplo en Tamaulipas, quitar las policías municipales”, soltó durante la entrevista.
Podría excusar a Xóchitl el argumento de que en aquel momento, cuando la guerra de Calderón desató la época más violenta en la historia del estado, ella no ocupaba ningún cargo en la función pública y acaso por eso no estaba al tanto de la realidad del país, pero a estas alturas de su campaña resulta desalentador que no tenga una noción clara de lo que ocurrió en esta región, para ella tan lejana.
Entre el 2008 y el 2010, las policías municipales se volvieron inviables ante el crecimiento de la violencia y el fortalecimiento de las bandas criminales.
Aún hoy, después de muchos esfuerzos por consolidar una policía estatal, resulta muy complejo volver al antiguo esquema de corporaciones que estén bajo el mando de ayuntamientos que con dificultad tienen recursos para mantener limpias las ciudades.
Es la misma miopía que aqueja a políticos, investigadores, académicos y periodistas que proponen que los militares vuelvan a los cuarteles de inmediato -algo que tarde o temprano tiene que ocurrir, de manera gradual- sin comprender que hay territorios del país, donde la paz y la tranquilidad son impensables sin la presencia de fuerzas federales.
La otra referencia que hizo Xóchitl sobre Tamaulipas llamó la atención porque confirmó que su postura sobre tema depende del lugar donde se encuentre, y los interlocutores que tenga enfrente.
“Yo sí soy de la idea de que hay que cerrar refinerías. Lo sostengo… No me tiembla la mano”, respondió cuando le preguntaron por los centros refinadores de Madero y Cadereyta.
Cuando originalmente sorprendió con su propuesta, al ver el ruido que generó en las regiones petroleras del país, como el sur de Tamaulipas, matizó y habló de una hipotética conversión las refinerías a plantas de energías limpias.
Luego, cuando estuvo en Tampico, insistió en que no habría cierre alguno, una posición muy distante del “no me tiembla la mano”.
Como ésta, en el discurso de la candidata de la alianza hay un mar de confusiones que aún hoy a dos semanas de la elección, complica el entendimiento de su mensaje. Acaso ese sea el verdadero problema de su campaña.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES