Como en toda representación teatral clásica, este domingo tendrá lugar el tercer acto de la serie de encuentros entre los candidatos presidenciales.
Y aunque hay mucho de drama y no poca actuación, me parece que el final será anticlimático; un desenlace sin desenlace, más allá de lo que las reseñas y análisis quieran extraer a posteriori.
Los debates no están impactando en el gran público, a juzgar por la indiferencia en las encuestas, lo cual no es sorpresa porque rara vez afectan significativamente la tendencia en el voto.
Pero mantienen entretenidos a los comunicadores, de por sí aburridos por la monotonía de una campaña que en realidad comenzó hace nueve meses.
La mayoría vio ganar a Claudia Sheinbaum en el primer debate y a Xóchitl Gálvez en el segundo.
Veremos cómo califican en este tercero, en el entendido de que acaba diciendo más de ellos mismos que sobre la contienda presidencial o de las posibilidades reales de cara a los comicios.
Pero, ciertamente, los debates ocupan y preocupan a los propios candidatos, cada uno de los cuales observa con nerviosismo esta aduana.
Xóchitl Gálvez porque debe aferrarse a la posibilidad de producir un imponderable mayúsculo que reduzca su desventaja. Claudia Sheinbaum porque en esta recta final es la única instancia que escapa al control total por parte de su equipo y de la propia candidata. Jorge Álvarez Máynez porque es la última oportunidad para extender los minutos de celebridad que le concedió la vida.
Con todo, observar el debate desde los siguientes ángulos puede ser entretenido e, incluso, informativo.
En lo que respecta a Claudia en tres sentidos. Uno, su relación con López Obrador. En el primer debate escogió un enfoque destinado a atraer el voto de los indecisos, asumiendo que la lealtad de sus partidarios no está en riesgo: exhibió logros durante su gestión en el gobierno de la Ciudad de México como argumento para presentarse con los méritos para aspirar a la presidencia.
En el segundo debate cambió su estrategia, al parecer tras una reacción en Palacio Nacional: defendió los éxitos de la 4T y exaltó la figura de López Obrador, en el entendido de que existe una aprobación mayoritaria a su gobierno y ella constituye la candidata que asegura la continuidad de sus políticas. Habría que ver cuál de estos dos énfasis utilizará en este tercer capítulo.
Dos, la actitud frente a la beligerancia de Xóchitl Gálvez. En los dos primeros debates, y contradiciendo la regla de oro de todo competidor que encabeza las encuestas, Claudia decidió enfrentar a su rival.
Algo extraño porque en todo espectáculo el morbo termina por dominar a la sustancia. Lo que se recuerda del segundo debate es, sobretodo, el intercambio de epítetos entre “la candidata de la mentira” y “la candidata de la corrupción”, como se llamaron mutuamente.
A mi juicio, se trata de una estrategia equivocada porque en el pleito verbal, en el tira tira de insultos, Claudia nunca va a ganarle a Xóchitl, entre otras razones por motivos de trayectoria, estilo y personalidad.
Un enfoque que desperdicia la ventaja que ella tiene en materia de experiencia y atributos de cara a las tareas de la administración pública. Será interesante observar si Claudia persiste en su deseo de fajarse en el ring de su rival o se concentra en proyectar una imagen presidenciable.
En lo que toca a Xóchitl Gálvez habría que ver hasta donde la lleva la presión para provocar un hito, un punto de inflexión en las tendencias. Ya en el anterior tomó algunos riesgos cuestionables.
Tildó de narcocandidata a Claudia, una acusación desmesurada e irresponsable, incapaz de ser sustentada, y causó algunos cuestionamientos entre analistas, incluso simpatizantes de su causa. Remite al lenguaje de odio por el cual han criticado a las mañaneras desde hace tiempo.
En el mismo sentido, Xóchitl rompió las reglas del debate acordadas, entre otros por sus representantes, al insultar mientras Claudia exponía o al exhibir láminas en el tiempo de otros.
En algún momento fue reconvenida por la propia moderadora, Adriana Pérez Cañedo. Puede entenderse la necesidad del atrevimiento, pero habría que preguntarse si la transgresión y la descortesía constituyen atributos que los indecisos relacionen con la investidura presidencial.
¿Hasta dónde llevará Xóchitl en esta ocasión su estrategia para hacer trastabillar a Claudia?
Y, por lo demás, un punto de interés del tercer debate es que incluye el tema más escabroso para Claudia Sheinbaum.
No es secreto que la oposición y los medios críticos a la 4T han convertido al tema de la violencia en la punta de lanza de su ofensiva discursiva.
Basta ver la manera en que ha recrudecido la nota roja en portadas y noticieros en las últimas semanas. Para Xóchitl representa un flanco a explotar y habría que estar atento a la estrategia diseñada para potenciarlo.
Es también un tema delicado para la candidata del partido en el poder, porque es una de las áreas de mayor contraste entre su punto de vista y el del presidente, o para decirlo de manera más impersonal, entre su gestión en la Ciudad de México y la estrategia seguida por el gobierno federal.
Claudia recurrió a Omar García Harfuch, un criminalista profesional y a métodos de prevención e investigación, distintos a la opción castrense en la que se apoyó el mandatario.
Durante la campaña la candidata ha preferido apoyar la política del presidente, pero en términos relativamente vagos, y no ha escondido que una vez en el poder seguirá la estrategia de Harfuch.
Esta noche, entonces, tendrá que moverse con la agilidad y ambigüedad necesarias para que este tema no le pase factura, sea en Palacio Nacional o entre los votantes.
Y tampoco es menor el papel que habrá de jugar Jorge Álvarez Máynez. La campaña y sobre todo la exposición que otorgan los debates han convertido al joven político en un factor adicional.
Sin duda está creciendo, entre otras cosas porque viene desde abajo en las encuestas y era un desconocido.
Pero el trabajo que ha estado haciendo entre los jóvenes, el cansancio de muchos votantes respecto a la polarización entre Morena y PRIAN y lo que pueda hacer en los debates, abren una interesante incógnita: ¿cuánto alcanzarán a impactar en Xóchitl o en Claudia los votos que consiga MC?
Su desempeño esta noche abonará en la respuesta a esa pregunta.
En suma, suspenso hay, aunque parezca un final cantado.