Dijeron que sería a las 4 y a mi me pareció un excelente número. El cuatro evoca, al menos en mi, al silencioso cactus que crece en el Altiplano de mi estado, Tamaulipas. De aquí a Tula hay gran un campo de cuatros y cuarenta y cuatros clavados en el suelo llano y seco, según se observa desde la carretera.
Hay tramos de la carretera en los que no se puede asomar ni lo intente, se han ido muchos al voladero, mejor imagínelo, como cuando el oficial le pide que haga un cuatro y saca este mismo recursos cactáseo de pararse en una pata.
Falta un rato para las cuatro, pero no hay qué confiarse, eso uno lo sabe. La gente llega antes y escoge los mejores lugares entre otros que llegaron antes de las tres y media, todavía no llegaba la señora de limpieza, creo que andaba en el cine.
Los mismos de siempre llegan primero a todos los eventos programados en una ciudad media y mediática. Hubo cola de dos días cuando llegó Starbucks. Los clientes que llegaron antes, un cuarto para las doce, vieron cómo levantaron la instalación prefabricada de volada, vieron antes de la función del circo a los artistas sin maquillaje, a la mujer Barbuda sin barbas.
Pero falta un pelo para las cuatro y estás a sólo dos pasos de lograr la entrada que es a las cuatro. Los asistentes comienzan a ver el reloj como el novio que espera a la novia en la boda, contagiando tanto a gorrones como a invitados. Quien llegó primero lo hizo con 4 segundos de diferencia del segundo. Ya con hambre.
Con calma sigues la manecilla del reloj Incansable, reloj y hombre llevan siglos así y nadie los persigue. Nada de lo que se programa sucede como está escrito, no hay un control, hemos girado con el planeta en incontables números cardinales, cuentas hasta tres y alguien sale del escondite. Se cuenta hasta tres, si dices cuatro no cuenta, el cuatro es para otro concurso, un cuadrilátero por ejemplo con sus cuatro esquinas para tirar guamas.
Conmigo somos cuatro dijo una señora que nos estaba contando meticulosamente. Corregí: “perdón señora, con usted somos tres y conmigo cuatro, en ese orden por favor”, y tenía razón yo, claro que para que existan 4 primero deben existir tres. ¿A cuál piso va usted señor? , al cuatro, ya se pasó de lanza vamos en el 2024.
Hay cierto orgullo cuando el cuarto bateador suele ser el más poderoso. Libérenlo. Cuando el 4 lo trae un Rafa Márquez de la colonia Mainero. Se rumora que eran 4 los tres mosqueteros como cuatro pies tiene un gato, 4 patas una mesa, cuatro esquinas un libro, una puerta, una hora por la tarde.
Durante un partido de fútbol el gol 4 ya no es tan cantado. Es una goleada inconfesable como para llegar a casa e ir a pagar el abono de la tanda. Llegas a casa y de lejos tu mujer te hace así con la mano, que son cuatro, cuatro mil lo que le debes a Coppel. La emoción se va diluyendo en lo que se fallan goles, otros entran pero en la portería nuestra.
A mi que soy el 4 me acosa el 3 cada que salgo a la calle. Es un ser omnipresente, el mundo sabe que llega antes de que me nombren, por el altavoz escucho a la señorita decir “el número tres, adelante por favor”, siempre seré el número 4, ya lo traigo en los genes, qué bueno no soy el 5, ese del no hay quinto malo. Me late que entre todos me han puesto un cuatro como al coyote y se fueron para la sierra.
Estoy atrapado en un discurso numérico, ojalá nunca se acabe el mundo y por tanto nunca encontremos el último número que andamos buscando. Como número cuatro he sido a cambio un feliz sobreviviente. En la mochila cargo las cuatro llantas de un carro, las cuatro estaciones del año, los 4 puntos cardinales de un sendero a las cuatro de la tarde.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA