El sábado 18 de mayo, un día antes de la concentración de la “marea rosa” en el zócalo de la ciudad de México, el senador Emilio Álvarez Icaza, publicó en sus redes sociales una efeméride muy particular.
“De gran significado es que el domingo 19 de mayo la #MareaRosa inunde el Zócalo de la CDMX, justo cuando se cumplen 55 años del primer caso de desaparición forzada cometida por agentes del Estado mexicano. El 19 de mayo de 1969, militares detuvieron al profesor Epifanio Avilés Rojas y lo trasladaron al Cuartel de Ciudad Altamirano, Guerrero. Desde entonces no sabemos nada de él. Avilés Rojas es el primer caso de desaparición forzada a manos de agentes del Estado, de acuerdo con el Comité Eureka”.
En la recta final de las campañas, la escena política nacional padece una suerte de esquizofrenia que la vuelve muy confusa para el espectador.
Es muy curioso, por ejemplo, que el senador -ahora perredista- ex Ombudsman de la ciudad de México, recuerde a la primera víctima de la guerra sucia invitando a una marcha para llamar a votar por el PRI.
Igual de extraño que escuchar a Guadalupe Acosta Naranjo como uno de los oradores principales en su papel de dirigente del Frente Cívico Nacional, labor que desempeña al mismo tiempo que su otro trabajo como representante del PRD ante el INE.
A ese encargo, por cierto, llegó luego de quedarse sin la representación ¡de Tamaulipas! en la Ciudad de México, cargo por el que cobró 80 mil pesos mensuales, sin conocerse a la fecha cuáles eran sus funciones, más allá de cabildear en favor de los intereses de Francisco García Cabeza de Vaca.
Los casos de Emilio Álvarez Icaza -también convertido en defensor de oficio del ex gobernador- y de Guadalupe Acosta Naranjo, ilustran lo complicado que ha sido para Xóchitl Gálvez sacudirse los negativos que arrastra.
Hay suficientes evidencias de que la llamada “marea rosa” fue diseñada originalmente para apoyar a la alianza Fuerza y Corazón x México, pero también es cierto que está integrada por miles de personas que, con toda legitimidad, piden para el país un rumbo distinto al que propone Morena.
El problema para ellos y para la candidata que apoyan es que la suma de adeptos para su causa seguramente sería mayor si no fuera por los aliados a los que les fueron perdiendo el asco.
Es decir, hay un sector amplio de la población que no está del todo de acuerdo con las políticas planteadas por la Cuarta Transformación, o con el ejercicio de gobierno de López Obrador, pero la otra oferta que reciben es votar por el PRI y por el PAN, una opción todavía inadmisible para muchos ciudadanos con un mínimo de memoria histórica.
A esos son a los que Xóchitl nunca pudo apelar.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES