Hoy justamente se cumplen ocho años de la elección que puso fin a la hegemonía priísta en Tamaulipas y que entronizó al Partido Acción Nacional, vía el reynosense Francisco García Cabeza de Vaca.
La hecatombe priísta y el arribo de un personaje polémico a Palacio de Gobierno despertaron la esperanza de que en Tamaulipas se produjera un cambio verdadero.
Pero la primera alternancia terminó seis años después de una manera abrupta, y en la elección del domingo pasado quedaron sepultados los planes del cabecismo, de construir un gobierno transexenal.
Sobre la alternancia de 2016, hay muchas historias que contar. Cabeza de Vaca, como diputado local, desde la Presidencia Municipal de Reynosa y ya como senador, desafió a la autoridad estatal en turno y eso le ganó un margen de popularidad respetable, que lo perfiló como un fuerte prospecto para la sucesión de Egidio Torre Cantú.
Sin embargo, meses después de su postulación como candidato de Acción Nacional a la gubernatura, trascendió que el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, obsesionado en ser el sucesor de Enrique Peña Nieto, comprometió con el panismo varias posiciones de poder a cambio de que lo apoyaran en sus sueños guajiros, y también para sacar adelante las reformas estructurales de las que casi nada queda.
De acuerdo con el clásico calderonista, “haiga sido como haiga sido”, Cabeza de Vaca, obtuvo una candidatura que supuestamente formaba parte de los amarres con el gobierno de Peña, y así ganó la gubernatura a Baltazar Hinojosa Ochoa, un desangelado candidato del PRI que desde el principio parecía resignado ante su inminente derrota.
En aquella elección de 2016, el candidato del PAN obtuvo 721,049 votos y su desganado oponente 558,727 sufragios.
Tamaulipas quedó atrapado entonces en un remolino, con un gobernador temperamental que se volvió omnipresente y dominante en cada espacio de la vida pública de Tamaulipas, y unos hermanos que desde un principio fueron cuestionados por sus excesos y atropellos.
Pero el fin de fiesta sexenal no fue tan afortunado a pesar de la obsesión del gobernador que encabezó la primera alternancia, de alargar su presencia en el poder. Cuando todo indicaba que la candidatura del PAN a la gubernatura quedaría en manos del tampiqueño Jesús Nader, en un acto realizado en Soto la Marina, Cabeza de Vaca se deshizo en elogios para su secretario general de gobierno, César Verástegui, y sin mayores sutilezas anticipó que sería el abanderado de su partido.
La campaña del 2022 fue muy diferente a la de 2016. Cabeza tomó en sus manos las riendas de la campaña y metió en el cuarto de guerra a sus fiscales “carnales”, Irving Barrios Mujica y Raúl Ramírez Castañeda. En lugar de movilizaciones y campañas propagandistas, armó una colosal montaña de carpetas contra cada uno de sus adversarios de Morena.
Fue una campaña de sobresaltos pero el cinco de junio del 2022 los resultados no salieron como esperaba. A pesar de la polarización extrema que le permitió a “Truko” Verástegui hacer un recorrido triunfal por el estado y mantener a raya a los morenistas encabezados por Américo Villarreal Anaya, las cuentas salieron al revés de lo planeado.
Aún con el escabroso terreno por el que tuvo que transitar, Américo Villarreal Anaya obtuvo 730,854 votos, contra los 668,541 que consiguió “Truko” Verástegui.
Dos años después del encumbramiento de Morena en la gubernatura y ocho de que ocurrió la primera alternancia, Acción Nacional y sus aliados fueron prácticamente borrados del mapa en la elección que acaba de pasar, un proceso histórico porque encumbra como Presidenta a una mujer y convierte a Morena en una fuerza hegemónica que sepultó los sueños de sus poderosos adversarios de retornar al poder.
Aunque falta la última palabra del INE y del IETAM, según los resultados arrojados por el conteo del PREP, Morena-Tamaulipas se lleva las dos senadurías, siete de las ocho diputaciones federales, 20 de 22 diputaciones locales y 25 presidencias municipales.
La frialdad de los números, al margen del conteo final y de la posible judicialización de algunos procesos, deja claro que la situación de Tamaulipas ha cambiado definitivamente, por lo menos en el corto y mediano plazo.
Habría que agregar que además del fortalecimiento del gobernador actual por la votación apabullante obtenida, por su relación estrecha con Claudia Sheinbaum y por la debacle de sus adversarios, habrá que esperar el desenlace de la implosión que vive ahora la oposición a nivel nacional, donde la feria de culpas apenas da comienzo.
Diría la canción: son los vuelcos que da la vida.
Respecto al gobierno actual, está ahora en la tesitura de emprender una reestructuración a fondo, y capitalizar la victoria del domingo pasado para iniciar una reestructuración a fondo en áreas tan estratégicas como la Secretaría General, paralizada por la ausencia de operadores con oficio político.