CIUDAD VICTORIA, TAM.- El San Marcos, el rio que nace de la sierra en sus veneros y afluentes mágicos despierta ante nosotros con su espalda cargada de agua y de ventura como aquellos años lejanos cuando niños colocábamos nuestro asombro en la mirada turbulenta de sus aguas y en la transparencia que volcaba raíces y piedras a los pies de la ribera en un paisaje verde cubierto de cotorras y de pájaros de colores que envolvían a las nubes en los murmullos y la caricia de sus brazos de ambir que llegaban alegres al Puente Negro, al Rincón del Diablo y a la Vegas de Treto.
Nuestros ancestros nos decían que el Rio San Marcos vivía seco por un castigo divino porque en sus aguas desapareció un sacerdote y desde entonces vivimos la maldición de la sequía. “San Piedras”, la gente decía irónicamente por su falta de agua.
El San Marcos fue nuestro mayor campo de juegos, el sitio ideal para bañarse y espacio cotidiano para el aseo y el lavado de ropa por nuestras madres lo días sanados, que mientras se batían con la ropa sucia, nosotros jugamos en las pozas, en los arroyuelos, en el sube y baja de las aguas donde compartimos la alegra y cas bromas de las barrios que allí abordaban sus sueños de adolescentes.
El Rio, dominante en sus esteros con pequeñas lagunas de pescados que llamamos “pachecas”, nos brindaba en el juego el goce de comer mojarras fritas a las brasas para sobarnos la panza por las tardes después de los champujones en las frescas aguas que llegaban de La Peñita, el venero capital de la ciudad.
Por espacio de 20 años los vimos muerto, y su memoria se apretujaba en los linderos de piedras y basura en el techo del sol inclemente en la más grande sequía que hemos vivido en tiempos modernos en nuestro estado y país.
Ahora, invitado por “Alberto” la tormenta, el Rio San Marcos ha vuelto por sus fueros librando los combates de la sierra, en los agostaderos de la tierra alta de Tamaulipas, en los refugios del agua de Jaumave, en los frescos y sonrientes veneros que nacen de las nueces, el maíz, las naranjas y limones que resfrescan nuestras lenguas y gozan labios en las mesas de nuestras casas.
De niños admíranos la panorámica en el Vado del Paseo Méndez, que acosaba al Colegió de las Madres, que rumbaba en casas y chozas aledañas y asomaban sus narices en el Rincón del Diablo.
El San Marcos era el espejo de nuestras vías y juegos, el río que se movía como sonriente cruzado la rica flora y besaba al “choy” que le daba el sabor de noria.
El sitio principal de la convocatoria urbana que deslindaba a las colonias en una suciedad dividida por el único Puente del 8, la entrada y salida de la gran Carretera Nacional.
El San marcís hoy cruza como un briozoo corcel nuestros linderas desertando la alegría de los niños y la esperanza de vida para nuestros hogares, alimentando a la pequeña industria, llenado los pozos, y abriendo la Esperanza de contar con agua por mas años.
El San marcas es un educador de nuestras vidas, débenos entender que el agua no es eterna y sobre nuestras cabezas necesitamos alimentar la conciencia de cuidar sus aguas, de reforestar sus caminos, de mantener la limpieza de sus aguas que son la bendita salud de Dios que no nos abandona del todo..
Nosotros crecimos a su amparo, el agua era de nosotros, el tiempo ha demostrado que somos vulnerables ante un sol que nos separa, que nos vuelve diablos más temprano y que nos chamusca el alma.
Cuando niños en los juegos de la calle y ante la falta de agua cantamos; “Que llueva, que llueva la Virgen de la Cueva” en las ánforas de gaya de las calles, entre barquitos de papel y juegos inocentes, nos resbalamos en la arena y saltamos olímpicamente por los charcos, majando pantalones y calzones con la viveza de nuestra adolescencia y el placer de los amugas que en ondilla disfrutamos de las bendiciones de la lluvia.
El Río San Marcos es la esperanza que recorre el cuerpo de Ciudad Victoria, el afluente mayor de esta área donde bebe y hace tierra La Peñita, La Boca de Juan Capitán en el refugio de las presas y su cueva de mar.
Por eso escribí estas linease el viernes por la madrugada que dedique al Doctor Alejandro Tirado Saldivar, amigo de infancia y vecino;
Barquitos de Papel
“ Esta Lluvia que canta por las noches y rueda incansable por el día nos lleva a la memoria de las calles cuando niños con los pies descalzaos en los ríos de las banquetas y los rayos escondidos en los arboles abanicos de agua en coro con los pájaros el agua caminaba con nosotros
Y su diáfana memoria del Rio San Marcos viajando en barquitos de papel en las olas de las calles tirados de panza persiguiendo con ramas secas a las mariposas que poblaban de colores las nubes.
Tiempos de ciudad el espejo húmedo de nuestras calles de barquitos cargados de sueños e ilusiones en las paredes de sillar y de piedra en la bocana del San Marcos jugando con los peces en el acuario de la esquina el agua recuerda que fuimos niños en las balsas de madera en el torrente brioso de cas calles cantamos Victoria hoy que estamos vivos refrescados por la memoria lúcida de la lluvia.”
Bendito “Alberto” que da de beber al sediento, que imparte la justicia de sus aguas por nuestra tierra .
Por Alejandro Rosales Lugo