Y los cielos se abrieron. Una cobija nubes blancas y grisáceas cubrió la capital cueruda y las redes sociales se tapizaron de memes por la emoción de las lluvias que se acercaban.
Del golfo de México llegaría un tal Alberto con el morral cargado de aguaceros y vientos de esos que despeinan muchachas y vuelan sombreros. Que si entra por Tampico, que si llega por la barra del Tordo que si, que no y que la fregada, y a final de cuentas los marcianitos hicieron su travesura y en el puerto jaibo no cayó la tromba como muchos esperaban.
“De nada entenaos” pareciera haber dicho los aliens que supuestamente cuidan de la zona sur. Mientras tanto, en la capital se declaraba suspensión de clases y los chamacos brincaron de gusto, no asi como algunos padres de familia.
El Caminante se apresuró a podar los árboles en su fachada para evitar que los ‘aironazos’ jalaran el tendido eléctrico y lo dejara sin luz. El problema fue que al caer una rama provocó un corte de fibra óptica y dejo sin internet a un par de vecinos, que de ‘volón’ llegaron a reclamar.
Y llegó el día que marcado estaba para los primeros chubascos …y nada, solo una pequeña brisa se sintió en algunas zonas …pero de pronto, apareció Alberto con tremendas tormentas y vientos de hasta 80 kilómetros por hora. Corredero de gente y tumbadero de ropa de los tendederos, mientras los conductores de Uber y DiDi se frotaban las manos esperando que las tarifas subieron a las negras nubes, sin embargo, esas nubes no cargaban mucha agua porque las mentadas tarifas no incrementaron tan rápido ya que la mayoría de la gente ya se había guardado en casa para evitar la tormenta.
Y llovió y llovió… Como siempre el eje vial se convirtió en alberca, la zona centro en chapoteadero y el desnivel en tobogán. Puestos fijos y semi fijos se cubrieron con plásticos amarillos, rosas y azules, creando un rompecabezas multicolor en el primer cuadro de la ciudad.
Curiosamente el aguacero no provocaba enojo ni mal humor, antes bien, mas de un desconocido intercambio saludo con el Caminante, usando frases como “ah pero queríamos agua” “¿qué tal de aguas” o “ya llegó Alberto”.
Cada quien vivía a su manera el reencuentro con las esperadas aguas. Las lluvias siguieron cayendo al pasar de los dias y los pequeños milagros, esos que rayan en lo trivial, en lo ridículo y hasta en lo tonto, llegaron para endulzar la rutina cotidiana de los victorenses.
El primero fue ver cómo resucitaba el rio San Marcos, cuyo esqueleto de piedras y maleza volvió a la vida con fuerza, acompañado de su rugido caudal; el pecho de los capitalinos se llena de orgullo y alegría al contemplar cómo el agua revuelta de tonos cafesosos corre a todo lo ancho de su lecho, impetuoso y bravío.
El segundo milagro ocurre en el paisaje serrano, donde majestuosamente revive la cascada de la colonia Álvaro Obregón, en las faldas de la Sierra Madre, formando una luminosa cola de caballo que puede ser observada desde muy a lo lejos.
Otro esperado momento es cuando la boca de Juan Capitán se corona con una hermosa cortina de agua, y en esta ocasión dice ¡presente! para delicia de aquellos que se aventaron el viajecito.
Pero definitivamente uno de los acontecimientos mas esperados es ver como el río corona, el purificación y el río pilón se engrosan para acarrear el divino líquido hasta la presa Vicente Guerrero.
“¡Se está llenando la presa, se está llenando la presa!” grita una persona al hacer una transmisión desde el lugar donde, hasta hace meses, se observaba sólo un suelo cuarteado y seco, con vestigios del viejo Padilla emergiendo de nuevo como lo fue el antiguo panteón con sus tumbas y lápidas recibiendo la luz del sol luego de muchas décadas.
Si bien el temporal no alcanzará a llenar de nuevo la presa, “algo es algo dijo el diablo”. Mientras tanto en ciudad Victoria los habitantes de muchas colonias, aunque contentos por la lluvia no se salvaron de los tradicionales encharcamientos que por momentos rayan en inundaciones, algunos árboles se desplomaron, dos que tres láminas salieron volando y ‘Ramiro’, el gato de Doña Leonor no aparece desde el jueves, lo cual la tiene muy preocupada. – No se preocupe doña Leo – le reconfortaba el Caminante – los gatos son muy listos, de seguro que ‘Ramiro’ ha de estar por ahí muy quitado de la pena. – ¡Ay ojalá! yo también deseaba mucho que lloviera, pero estoy muy triste porque no aparece mi gato – decía en voz bajita la señora.
Alberto trajo esperanzas y optimismo, lodazal y goteras, pero nadie puede negar que la lluvia era muy necesaria. Esperemos que siga lloviendo …y que Ramiro reaparezca. Demasiada para de perro mojado por esta semana.
Por Jorge Zamora