La noche era cerrada y densa, con una niebla que parecía surgir del mismo suelo, como si la tierra exhalara sus secretos más oscuros.
El Chamán había encendido un pequeño fuego para hacer la ceremonia, regularmente sería de mucho mayor tamaño, pero no quería que lo descubriera el ente de maldad.
Ese ente había llegado hacia algún tiempo, pero no había podido materializarse y transformar la región en su dominio personal, un reino de oscuridad y poder, donde pudiera gobernar con mano de hierro, practicar sus rituales, hacer de los pobladores sus esclavos y que le rindieran culto a su persona.
El Chamán sabía que dicho ser oscuro tomaría el control de la zona y sus habitantes, que para evitarlo requería llevar cabo un ritual que lo conduciría a un trance durante el cual su alma se separaría del cuerpo para ascender al cielo o descender al inframundo, él aún no lo sabía.
Pero sería desde allí que libraría una batalla con este ente del mal. O atravesando el corazón del brujo con el puñal de obsidiana que traía entre sus ropas.
Súbitamente, un viento apago el pequeño fuego y una sombra se apareció ante el Chamán. Era el brujo quién se acercó a él y con voz cavernosa le dijo: – Soy Xólotl, un ser muy superior a ti.
Estoy por arriba de todos ustedes humanos y vengo para que sirvan amo. Aquí voy a empezar mi reinado. Si tu piensas que vas a impedir mis designios. Tu existencia llegó a su fin. Dijo, y acercándose rápidamente hacia el Chamán lo golpeo muy fuerte con una especie de cetro que traía en una de las manos hiriéndolo de muerte. Sin embargo, el Chamán alcanzó a hundir el cuchillo de obsidiana en el vientre de Xólotl, pero no le atravesó el corazón.
El Chamán murió, Xólotl profirió una maldición: ni tlatepaktlij ax kiixmatis pakilistli “Esta tierra no conocerá la paz”, proclamó, “pues el corazón de su prosperidad estará podrido y su grandeza siempre será efímera” y desapareció entre la bruma.
Durante los siguientes años. las tribus establecidas en el lugar no pudieron prosperar, a pesar de que la tierra era buena y había ríos y lagunas, era difícil obtener buenas cosechas o una buena pesca, el lugar parecía estar maldecido.
Poco después llegaron los colonizadores españoles y acabaron con una buena parte de la población, y al resto lo sometieron como sus esclavos, utilizando para ello la fuerza y la indoctrinación en su religión. Esto evitó que Xólotl pudiera tomar el poder de la región.
A pesar de la maldición, Tampico creció. Se convirtió en un puerto estratégico y un centro de comercio. Pero los primeros años estuvieron plagados de infortunios: enfermedades inexplicables, incendios misteriosos y desapariciones que nunca se resolvieron. Los colonos, empezaron a hablar en susurros sobre una sombra que acechaba su nuevo hogar.
En 1829, la villa fue arrasada por los piratas, y parecía que la maldición había cumplido su propósito. Pero los habitantes de Tampico eran resilientes. Refundaron la ciudad, esta vez con más fuerza y determinación.
Los años pasaron, y la ciudad prosperó, alcanzando su auge durante el boom petrolero a principios del siglo XX. La riqueza fluía como el petróleo, y Tampico se convirtió en una ciudad vibrante y moderna. Pero bajo esta fachada de progreso, la sombra de Xólotl nunca desapareció por completo. Esperaba el momento apropiado para regresar.
Y ese momento llegó. En pleno siglo XXI, una figura enigmática emergió en la escena política de Tamaulipas, Ocirema Xólotl tomo el poder de estado valiéndose de sus malas artes, y envió a su descendiente Marion Xólotl, una mujer de mirada penetrante y porte imponente.
Su llegada fue precedida de 9 años de sequía y coincidió con el surgimiento de fenómenos extraños en la ciudad: animales muertos aparecían en las calles, en el río Pánuco se tenían visiones aterradoras, además de una niebla nocturna terriblemente espesa.
Marion, en su carrera al poder, mostró su carisma y autoridad. Sus promesas de asegurar el abasto de agua para Tampico resonaron con la población, harta de verse rodeada de agua y no contar con agua potable en sus casas. Sin embargo, a medida que avanzaba en su campaña, los rumores sobre sus prácticas oscuras crecían.
Se decía que había recuperado los grimorios de su ancestro y que, en las noches más oscuras, se la podía ver en las orillas del Pánuco, o en las lagunas, invocando a espíritus antiguos.
El día previo a su toma de poder, nubarrones oscuros se presentaron en el cielo de Tampico. Madero y Altamira. Los habitantes estaban felices de ver que se pondría fin a la sequía, pero esa noche tuvieron pesadillas, enfermedades repentinas, y una sensación de ser observados. Tampico, había nacido bajo la sombra de una maldición.
Los nubarrones no eran de agua, Xólotl se aseguraba de que Tampico nunca olvidara que su suelo estaba marcado por un pacto con la oscuridad, ¿Sería este su destino?