Cuando se habla de computadoras, vienen a la memoria los nombres de Bill Gates, Steve Jobs, Steve Wazniak y Paul Allen, entre otros especialistas que han hecho historia en el campo de la electrónica, sin que falten las versiones negacionistas que aseguran que esas máquinas no fueron obra de los humanos, sino de extraterrestres que se las otorgaron para ayudarles a acelerar su evolución tecnológica.
Salvo contadas excepciones, cada vez que se aborda el tema prácticamente nadie recuerda la contribución en la materia aportada por el sabio, matemático, criptógrafo, filósofo y biólogo británico Alan Turing, uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna.
Nacido en Paddington, Londres, el 23 de junio de 1902, durante la Segunda Guerra Mundial fue integrante de la Sección Naval Enigma del Bletchley Park, dedicada a descifrar los códigos nazis, en particular los de las máquinas enigma, diseñó uno de los primeros computadores electrónicos programables digitales en el Laboratorio Nacional de Física del Reino Unido y más tarde construyó uno de los primeros aparatos en la Universidad de Manchester.
El genio demostró que sus máquinas eran capaces de resolver cualquier problema matemático que pudiera representarse mediante algoritmo y la tecnología que creó fue tan avanzada que los equipos que construyó siguen siendo el objeto central de estudio en la teoría de la computación.
Gracias a las máquinas de Turing, como se llamó a las primeras computadoras, la guerra se redujo entre dos y cuatro años y salvaron de morir alrededor de 14 millones de personas.
Un día después de la declaración de guerra de la Gran Bretaña, en septiembre de 1939, Turing fue convocado al Bletchley Park, en donde se encontraba el Centro Británico de Descifrado en el que laboraban nueve mil personas.
La misión que tenían asignada era intentar interpretar las comunicaciones alemanas cifradas en códigos Morse que realizaban a través de un sistema rotatorio llamado enigma inventado en 1918 por Arthur Scherbiu, similar a una máquina de escribir pero que en cada operación realizaba diez billones de configuraciones distintas que implementaban una cadena de deducciones lógicas para cada combinación posible.
Con la ayuda de otras máquinas, como las denominadas Bombe, Turing y su equipo lograron descifrar los mensajes cifrados de la Alemania de Hitler y, como eran portátiles, podían instalarse en tanques, submarinos, Bombarderos y otros sitios móviles o fijos que eran de gran utilidad.
A partir de ese momento, los aliados sabían con toda anticipación las misiones militares, los objetivos y movimientos de las tropas alemanas, que permitían sabotearlas, pero lo hacían con todo tacto y en casos especiales para impedir que los servicios de inteligencia del Tercer Reich fueran a enterarse de que habían sido descubiertos, ya que en ese caso habrían cambiado todos los códigos.
La carrera de Turing termino cuando fue procesado por homosexualidad que era un delito en 1952. Cuando lo condenaron, las autoridades de justicia le dieron dos opciones, la cárcel y la castración química, aceptó ésta última, a pesar del terrible daño que sufrió su organismo a causa del tratamiento.
Dos años después de su condena, se suicidó, según la versión oficial, aunque investigaciones del incidente dieron lugar a otras hipótesis, entre estas la del envenenamiento accidental que dice que el científico sufrió al ingerir una manzana contaminada de cianuro, así como aquella que señalaba que había sido asesinado.
Hay quienes piensan que el logotipo de la manzana mordida que identifica a la marca Apple de las computadoras se debe a una de las hipótesis sobre la muerte del genio, sin embargo, otros suponen que tiene que ver con la manzana de Newton, también que porque cuando Jobs trabajaba en una granja de Oregón tenía contacto con la fruta o a que era fan de The Beatles y estos grababan con el sello discográfico de Apple Records.
Por. José Luis Hernández Chávez
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