El pasado jueves 4 de julio hubo elecciones para renovar a los 650 integrantes del parlamento del Reino Unido. El Partido Conservador, que, a pesar de ofrecer pobres resultados, había logrado mantener una mayoría desde 2010, tuvo su peor derrota electoral en décadas, al pasar de recibir 43.6% de los votos y 365 asientos en 2019, a sólo conseguir 23.7% de los votos y 121 asientos, una pérdida de 251 distritos.
En contraparte, la elección inglesa fue una victoria histórica para el Partido Laborista, liderado ahora por Keir Starmer tras la derrota de Jeremy Corbyn cinco años atrás: entre 2019 y 2024, la votación laborista aumentó ligeramente de 32.1 a 33.7%, pero, sorprendentemente, esto le permitió ganar 411 de 650 asientos y conseguir una holgada mayoría de 63% del Parlamento. Para ilustrar lo sesgado del resultado, baste recordar que, tan sólo en 2017, los laboristas obtuvieron 40% de votos y sólo 262 asientos: peores resultados con una votación mayor.
¿Cómo se puede explicar una mayoría tan contundente con sólo un tercio de la votación? Esto se debe, en primer lugar, al sesgo de sobrerrepresentación implícito en la regla electoral de mayoría relativa con que se elige al Parlamento de Reino Unido: basta ganar por un voto para hacerlo en todo un distrito. En segundo lugar, la sobrerrepresentación laborista no vista en décadas también se debe a una inusual fragmentación del voto: el Partido Conservador tuvo 23.7%; el partido reformista, 14.3%, y el liberal demócrata, 12.2 por ciento.
Los sistemas electorales importan: si el Parlamento británico se eligiera bajo representación proporcional, como ocurre en muchos otros regímenes parlamentarios, ningún partido tendría mayoría y estarían obligados a formar un gobierno de coalición —justo como ocurre ahora en Francia—.
El sistema de partidos en Reino Unido se ha ido fragmentando desde hace varios años, lo cual produce crecientes distorsiones entre los votos y los asientos conseguidos bajo la regla de mayoría. En 2011, el Reino Unido sometió a referéndum una reforma al sistema electoral para hacerlo más proporcional, pero la propuesta fue rechazada por 68% del electorado.
El triunfo del primer ministro Starmer, abogado de 61 años y líder laborista desde 2020, también puede ser aleccionador para otros partidos de izquierda del mundo: los laboristas finalmente se alejaron del radicalismo de Corbyn y presentaron una agenda moderada de reformas económicas y mejorías a los servicios públicos. Cuando la polarización, la demagogia y los partidos extremistas están en crecimiento alrededor del mundo, el triunfo de una plataforma moderada es esperanzador.
Según las encuestas de salida, el Partido Laboral consiguió más de 47% de votos entre los votantes de 18 a 35 años y tuvo clara ventaja en las zonas metropolitanas de Londres y Manchester. En contraste, el partido conservador sólo recibió más de 35% de votos entre el electorado de más de 65 años.
De cualquier modo, el nuevo gobierno tiene un reto formidable enfrente: una mayoría parlamentaria clara, pero un apoyo popular frágil. Desde la salida de la Unión Europea, votada en el controversial referéndum Brexit en 2016, la economía inglesa se ha rezagado frente a otros países de la región y la presión en contra de la migración no cesa.
Por último, vale la pena retomar la civilidad la transición en el poder en el Reino Unido. Al día siguiente de la jornada electoral, el nuevo primer ministro Starmer asumió el cargo. En su discurso de despedida, el ministro saliente, Rishi Sunak, enfatizó ideas importantes: primero, felicitó y dio la bienvenida al primer ministro y todos los nuevos miembros del Parlamento por sus triunfos en las urnas. En segundo lugar, pidió disculpas a su partido y sus votantes por los malos resultados y lamentó la derrota de varios compañeros. Por último, recordó que, después de 14 años en el poder, es importante que el Partido Conservador se reconstruya: “A partir de ahora, nos tocará asumir el crucial papel de ser oposición y hacer que el nuevo gobierno rinda cuentas con profesionalismo, eficacia y humildad”. No debería ser tan difícil.
Por Javier Aparicio