Estoy aquí sentado en el banco de un carretón. Acusado por el hambre llegué a este sitio donde venden gorditas y flautas en el 7 Morelos. Veo a todos lados y encuentro el presente y el pasado remoto. ¿Cuántas veces abré caminando por estas calles, cuántas cosas he visto en ellas y en las construcciónes antiguas y en las más recientes?
Algo me llamó la atención en el instante de morder la primera gordita. En la contra esquina, sobre la banqueta del mercado, ahí donde llega más tarde un bolero, a un costado de donde hace años vendió taquitos un hijo del luchador «Dincky el duende», sentada estaba una señora indigente, de esas que tienen algún desorden mental y por ende también desorden en la vestimenta, en su pelo, en su forma de ser y de sentarse. Tenía una garrafa pequeña en su mano.
Su cabello sucio y canoso, brilla sin embargo por los rayos del sol que la atacan sin piedad, impunemente. Requería de un árbol, precisaba de una sombrilla, un toldo, un sombrero de ala ancha como las señoras elegantes.
Me pregunto: ¿Qué habría atrás de las cortinas de esa locura, en las barcazas dormidas y ya despierta? Ella, frente a un espejo se vería acaso hermosa peinando el sedoso cabello, con su piel tersa, su rostro afilado y sonriente, con toda la vida en el cuerpo sano por completo, con una familia abrazándola.
Tendría sueño y dormiría en una cama acogedora, tendría hambre y comería un platillo de su preferencia, no elaborado por ella sino por alguien que la quisiera.
El aire de los besos sopló sobre la arena de sus ojos y ahora ve poco viéndolo todo. Seguramente ella un día subió escaleras corriendo, quizás fue en la secundaria antes de que lo olvidara.
Me pregunto: ¿Quién era yo en las miles de veces que acudí a esta esquina, al pasar de una acera a otra para entrar al mercado, al quedarme viendo a los anteriores comerciantes, al bolear los zapatos para esperar las Julias amarillas, qué dirían de mi las personas que me vieron enmudecer o ir hablando solo como quien vendía paletas de las Regias? Corriendo bajo la lluvia, con el mandado de la Supertienda Modelo. Leyendo las revistas de Kalimán, la continuación de Memín Pingüin y de la familia Burrón, Tarzán, el Llanero Solitario, el Rayo de Plata con el serranito, y el último episodio de Lágrimas y Risas.
Al notar que la indigente se ponía de pie con dificultad para continuar su incierto viaje, di una última mordida a la gordita de chicharrón con salsa de la que sí pica y decidí seguirla. Por la lentitud de ella, estaba a punto de darle alcance. Casi huelo su existencia mientras ella parece no darse cuenta.
De pronto ella voltea y veo sus ojos extraviados, hace un movimiento y las cosas cambian dramáticamente, voy ahora corriendo y ella me persigue, pienso si soy el loco y ella la persona cuerda que sólo busca defenderse.
Está a punto de darme alcance, me arroja la garrafa sin agua que veo en el aire y sigo corriendo ya con el chingazo en la cabeza. Nadie interviene, la corretiza se hizo invisible para el resto de los peatones, al menos pudieron haber dicho : «mira que par de locos cabrones», tomarnos una foto y subirla a sus redes sociales.
Pronto se hizo noche, pero nos queda algo de luz. Se ha levantado un sol negro encima de nosotros, ahora soy el de la garrafa, llevo el pelo desordenado, sucio, volteo y le arrojo la garrafa, me siento en la banqueta del 7 Morelos, junto al bolero y pienso en lo lindo que sería almorzar unas gorditas como el señor aquél, tan tranquilo, que observa curioso mi locura, en un intercambio de papeles de este texto ingrato. Escribo esto.
En realidad he perdido el control. Espero usted sepa quién soy. Ella fue sólo una imagen al paso de un loco por el 7 Morelos y es todo.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara