De manera gradual pero inexorable el mundo vive la más profunda transformación económica de los últimos ochenta años: el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica y la evolución hacia la multipolaridad económica. En el nuevo orden en construcción será un conjunto de varios países y no solo Estados Unidos, los que marquen el rumbo y el ritmo del crecimiento económico.
Una transformación que incluye el ascenso previsible de China a la categoría de primera potencia económica; ya lo es en materia industrial. Hoy en día China produce alrededor del 35 por ciento de la producción industrial de manufacturas; le sigue Estados Unidos con el 12 por ciento; Japón 6 por ciento; Alemania 4 por ciento e India 3 por ciento.
China genera el 50% del acero bruto; el 60 por ciento del cemento y es la mayor productora de barcos, trenes de alta velocidad, robots, túneles, puentes, carreteras, fibras químicas, máquinas, herramientas, computadoras, teléfonos celulares, entre otros. No obstante, Estados Unidos sigue siendo la mayor potencia militar del mundo y tiene un mayor gasto militar que el de las siguientes diez potencias, incluyendo China, Rusia, India, Reino Unido, Alemania, Francia y otros cuatro.
El ascenso económico de China y el poderío militar norteamericano crea una discrepancia económico – militar de gran magnitud; una brecha generadora de futuros conflictos. Paradójicamente este conflicto latente no se ha manifestado en todo su potencial debido al involucramiento norteamericano en otros dos frentes: Ucrania y Palestina. Pero puede ser el siguiente gran peligro.
El ascenso de China genera crecientes tensiones y disputas económicas con todas las economías occidentales (Estados Unidos, Europa y aliados), sobre todo en la medida en que la primera evolucionó de fabricante de componentes que ensamblaban empresas occidentales a productora de productos acabados con tecnologías de punta: computadoras, celulares, baterías, paneles solares, vehículos eléctricos y demás.
La tensión entre China y Estados Unidos, se intensificó a partir de 2018 cuando la administración de Donald Trump impuso una serie de aranceles a productos chinos valorados en miles de millones de dólares. Consiguió reducir tales importaciones en alrededor de un 20 por ciento.
China respondió con medidas arancelarias similares, lo que resultó en una escalada de sanciones y restricciones mutuas. A Estados Unidos y otros países occidentales les preocupa el rápido avance de China en el sector tecnológico, en particular con empresas como Huawei y ZTE, líderes en redes de telecomunicaciones 5G.
Aduciendo que estas compañías podrían ser utilizadas por el gobierno chino para actividades de espionaje, restringieron la exportación de tecnología sensible a China y la exclusión de Huawei de las redes de 5G en varios países. Por otro lado, China acusa a Estados Unidos de tratar de frenar su desarrollo tecnológico mediante estas restricciones y sanciones.
Esta disputa tecnológica ha profundizado la desconfianza y ha hecho que ambas partes refuercen sus capacidades locales, llevando a un proceso de “desacoplamiento” económico en sectores clave como la tecnología avanzada, los semiconductores y la inteligencia artificial.
Se trata, más a fondo, de una competencia por el liderazgo global que afecta al resto del mundo. Las cadenas de suministro globales han sufrido interrupciones y el planeta entero está en un proceso de reordenamiento de las alianzas comerciales.
Sin embargo las sanciones comerciales a China, a Rusia y a otra treintena de países muestran una creciente ineficacia. Incluso algunas sanciones, como el congelamiento y apropiación de fondos, han generado desconfianza hacia el dólar. Anteriores sanciones comerciales fueron bastante efectivas para deteriorar las economías de otros países como Cuba, Venezuela, e Irán entre otros.
Pero no tuvieron el mismo efecto contra la economía China dada su ya enorme red de relaciones comerciales y avance tecnológico; ni contra Rusia, el país más grande del planeta que con grandes recursos energéticos, agrícolas, de materias primas básicas y una importante industria, fue capaz de capear el temporal y avanzar aceleradamente por la vía de la substitución de importaciones. Tal avance hacia un nuevo eje económico ha intensificado las tensiones entre occidente y los países BRICS: China, Rusia, India, Brasil y Sudáfrica como núcleo inicial, con el añadido posterior de Arabia Saudí, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Irán y con una veintena de países haciendo fila para entrar a la organización
Para China y Rusia, a pesar de su histórica rivalidad, se convirtió en un interés vital convertirse en aliados económicos y formar a su alrededor otras múltiples alianzas.
El caso es que la guerra comercial practicada por occidente pareciera más bien haber acelerado una transformación global orientada a la autosuficiencia estratégica en esos dos países, reforzada mediante nuevas alianzas comerciales internacionales.
Al grado que el epicentro del crecimiento económico global está migrando de Occidente hacia Eurasia. Un proceso impulsado por el incremento del comercio entre los países que integran los BRICS, en particular China, India y Rusia, más los de Asia central y otros como Vietnam, Corea del Norte e Irán.
Se trata de un rediseño del orden económico global que refuerza nuevas formas de cooperación multilateral paralela, o incluso alternativa, al orden económico centrado en occidente y al uso monopólico del dólar como moneda del comercio, el financiamiento y el ahorro internacional.
Los países BRICS están siendo capaces de cuestionar la hegemonía de las instituciones occidentales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, mediante la creación de instituciones paralelas similares, el creciente uso de monedas distintas al dólar para sus transacciones comerciales y la intensificación de sus relaciones comerciales. Están generando un nuevo orden económico global.
Hoy en día el mayor reto del mundo es evitar que la transformación hacia la multipolaridad económica genere conflictos de tal violencia que produzcan graves retrocesos en el bienestar de la humanidad, o que incluso pongan en riesgo su existencia.
Lamentablemente apuntan en ese sentido las guerras en Ucrania y oriente medio y el aumento de la tensión entre occidente y China. Tres conflictos en riesgo de empeorar. Ante un mundo cada vez más inestable, que abandona los antiguos parámetros del libre comercio, nos toca crear nuestra propia seguridad económica interna.