El miércoles 20 de noviembre de este 2024, Estados Unidos, Canadá, Italia y Grecia cerraron sus embajadas en Kiev, la capital de Ucrania, porque tenían “información específica” sobre un posible ataque ruso masivo. Francia y Reino Unido se limitaron a advertir del riesgo. Finlandia y Suecia repartían a sus ciudadanos millones de folletos sobre cómo protegerse en caso de guerra. Por toda Europa hay señales de alarma.
Se teme una represalia rusa debido a que Biden autorizó que Ucrania use misiles norteamericanos tecnológicamente avanzados para atacar territorio ruso profundo. Reino Unido imitó la autorización para sus propios misiles. Hasta ese momento el discurso de la OTAN, la alianza militar occidental, había sido apoyar a Ucrania con armas únicamente defensivas.
Un antecedente importante es que el 12 de septiembre Putin declaró que la complejidad tecnológica y logística de esos misiles obliga a que sean operados directamente por personal militar norteamericano y de la OTAN. Eso los convierte en co-beligerantes, directamente implicados en el ataque, y crea una situación de guerra internacional de hecho. Ante esa posibilidad Putin anunció una nueva doctrina nuclear rusa en la que podría emplear bombas nucleares contra un país que la agreda apoyado por potencias nucleares. También indicó que tiene derecho a atacar cualquier destino militar de los países colaboradores.
Antes el 13 de septiembre Biden había negado el permiso a Ucrania para atacar a Rusia con misiles norteamericanos, tal vez porque no convenía escalar el conflicto antes de las elecciones presidenciales norteamericanas. Ahora, ya derrotado el partido demócrata y a dos meses de dejar la presidencia Biden autorizó los ataques contra Rusia y le complica a Trump el cumplimiento de su promesa de terminar con el conflicto. Sobre todo si Rusia responde atacando blancos de la OTAN fuera de Ucrania.
Ucrania aprovechó el permiso para lanzar seis misiles contra un hospital ruso alegando que ocultaba un bunker de comunicaciones militares bajo tierra. Cinco misiles fueron interceptados y el sexto, semidestruido, provocó algunos daños. Lo más probable es que Rusia calibre muy cuidadosamente su nivel de respuesta para no eliminar la posibilidad de un futuro dialogo con Trump.
La guerra no solo es militar sino diplomática. El 18 y 19 de noviembre se reunieron en Brasil los jefes de estado del G20, el grupo de países económicamente más avanzados. En su discurso ante la cumbre Biden declaró que Estados Unidos “apoya fuertemente la soberanía e integridad territorial de Ucrania y todos los aquí reunidos deberían hacerlo también”.
En la cumbre el presidente de Francia, Macron, le dijo al presidente chino, Xi, que ambos compartían la preocupación por la belicosidad rusa y su amenaza nuclear. Xi le contestó que el mundo enfrentaba riesgos y retos y que el futuro podría ser más incierto e impredecible. Una respuesta muy oriental; enigmática.
Tras el escenario de lideres amigables en la cumbre del G20 midieron liderazgos la alianza occidental y los países BRICS y, resultado inédito, ganaron los segundos. Scholz de Alemania, Starmer del Reino Unido, Trudeau de Canadá, Macron de Francia y Zelensky de Ucrania manifestaron su descontento porque el comunicado final no mencionó a Rusia.
Liderados por Brasil los BRICS y simpatizantes consiguieron que en el comunicado final se resaltaran tres grandes objetivos globales: combatir el hambre, reformar las instituciones internacionales y enfrentar el cambio climático.
Otra propuesta importante fue imponerle un impuesto del 2 por ciento a la riqueza de los super ricos.
El comunicado del G20 si expresó una profunda preocupación por la catastrófica situación humanitaria en Gaza y el escalamiento de los ataques a Líbano; demandó que se permita la entrada de suficiente ayuda humanitaria y que haya un estado Palestino en las fronteras legales declaradas por la ONU.
Otro enfrentamiento surgió el 20 de noviembre cuando se puso a votación una posible resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que demandaba un inmediato e incondicional cese al fuego entre Israel y Hamas en Gaza, así como la inmediata e incondicional liberación de todos los rehenes. Votaron en favor 14 de los 15 países miembros del consejo, incluyendo Francia y Reino Unido. Estados Unidos fue el único que se opuso y aplicó una vez más su veto a una resolución sobre medio oriente.
La capacidad de veto de las grandes potencias y un Consejo de Seguridad mucho más poderoso que la Asamblea General de las Naciones Unidas es parte de lo que quieren cambiar los BRICS. Reformar la ONU para que sea más democrática y adecuada a los nuevos tiempos.
Una última confrontación de la semana surgió cuando la Corte Penal Internacional, ubicada en Holanda, emitió órdenes de arresto contra el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu y su anterior ministro de defensa Yoav Gallant para ser juzgados por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra cometidos entre el 8 de octubre de 2023 y el 20 de mayo de 2024. La Corte indicó que tales crímenes siguen siendo cometidos.
La Corte destacó la utilización por parte de Israel de la hambruna como instrumento de guerra. Además de impedir el acceso a los alimentos Israel obstaculiza el almacenamiento, purificación y distribución de agua y no permite la entrada de otros elementos necesarios para la supervivencia de la población. Adicionalmente, dijo la corte, al impedir o limitar la entrada de recursos médicos, medicinas y en particular anestésicos, los acusados, Netanyahu y Gallant, son responsables de infligir un gran sufrimiento a las personas. Operaciones tales como amputaciones, incluso en niños, se tienen que hacer sin anestesia.
Cerca de 125 países están obligados a arrestar a estos dos nuevos prófugos de la justicia si pisan su territorio. Josep Borrel, el jefe de política exterior de la Unión Europea dijo que todos los países de la Unión deben respetar la decisión de la Corte y en su caso implementarla. Trudeau, de Canadá declaró que respetaría la decisión de la Corte. Otros han dicho que revisarían el caso si Netanyahu pisa su territorio. Está de más decir que los países de Medio Oriente y los BRICS aplauden la decisión.
Israel en su respuesta característica acusa a la Corte de antisemitismo y su gran aliado, los Estados Unidos declara que la Corte no tiene jurisdicción para emitir esa orden de arresto. Eso a pesar de que en 2023 Estados Unidos aprobó la mucho más rápida orden de arresto contra Putin en condiciones similares.
La decisión de la Corte Penal Internacional es un desastre para Israel y sus aliados. No solo afecta a los directamente implicados. Es como una piedra arrojada en un estanque que crea ondas que recorren toda la superficie. Tras esa orden de arresto se abre el camino para acusar a los cómplices de los implicados; es decir todos aquellos que los han apoyado en realizar los crímenes mencionados. También le da nueva fuerza a los muchos que se manifiestan en Estados Unidos, Europa y el resto del mundo contra el genocidio en marcha.
Todas las confrontaciones mencionadas tienen un denominador común. El conflicto entre el G7, el grupo de países llamados occidentales que controlaban al planeta entero con Estados Unidos a la cabeza y, por otro lado, un nuevo grupo de países liderados por los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que cuestionan la vieja hegemonía y proponen construir un mundo multipolar. Ojalá y se encuentre una mejor manera de gestionar el cambio inevitable.