Con diciembre llegaron los arbolitos de navidad, las cobijas y las chamarras. Los tianguis de Victoria abrieron las pacas con ropa de frío. La gente se alborota en el centro comercial viendo adornos para decorar la casa, que no falten las luces que prenden y apagan.
En otra parte de la vida un abuelo y el nieto desatan cabos, nudos ciegos de las pequeñas luces del año pasado. Una señora bajita hace malabares con las esferas antes de colocar la estrella, la de Belén, que anuncia el sitio donde nacerá el niño Jesús.
Las conversaciones de sobremesa se dirigen a esa fecha, conforme se acerca el 24 de diciembre del 2024. Vendrán familiares que viven lejos con hijos nuevos, quienes radican en la frontera a visitar a los abuelos. Del gabacho dijeron que vendrán todos con la gringa de Oklahoma en la troca Mamalona que luego dejarán en el rancho.
La casa comienza a llenarse de gente con algunos colados, entran y salen, acuden a visitar a un compadre, la comadre hace tortillas a mano y se pone de moda a la hora del almuerzo. En el patio dos guajolotes y un marrano listos para cumplir su destino, subidos al Facebook se volvieron «memes».
La ciudad completa es un gran árbol navideño compitiendo con luces de colores, quedó listo el gran pino del palacio de gobierno y en la plaza de armas el soberbio y solemne nacimiento con el significado emblemático.
Hay además casas que por tradición llevan años diseñando un espectacular escenario de luces y de sonidos a propósito de villancicos. El que más tiempo tiene quizás es el de la familia Arreola, por el 17. En sí, esa avenida se ilumina toda. Y la gente va a tomarse fotografías en familia, con los amigos y que no falten los novios que de última hora se reconciliaron.
El frente de las casas lo encabeza una corona navideña, en el jardín las flores de nochebuena, el carnal que vino del gabacho compró al contado una lona que puso en lo que queda del patio donde, pagado por anticipado, actuará el mejor grupo que toca huapangos y corridos tumbados.
Las posadas de hoy, las más comunes, son pachangas entre compañeros de trabajo, conciliábulos de escuela, maestros, sindicatos y en familias muy unidas, se aprovecha para hacer un intercambio de regalos sin aviso previo, a ver quién te toca y quieres que te toque el jefe o el novato que busca lucirse con la más bonita del grupo; ahí se rifa la televisión de plasma gigante con la que soñaste, una Alexa, el Movil, la plancha, la lavadora y, por qué no, hasta un carro del año.
Desde luego hay nostalgia por el pasado, por navidades con un recuerdo específico. Se retuerce la memoria cuando en los barrios y vecindarios eran muy común las posadas, se pedía posada de casa en casa y la señora decía que ahí no había mesón, los vecinos se reunían para acostar al niño y después levantarlo según el canónico mandato.
Se cooperaba la raza para romper la piñata instalada en todo lo alto, a media calle, repleta de dulces y naranjas. Las bolsas con dulces para los niños eran grandes y suficientes. Una de todas las familias elabora el ponche. Que no faltara el tequila para los señores, las prendas nuevecitas para las risueña jovencita.
De igual manera se aproxima corriendo el año nuevo. La temporada navideña concluye cuando las familias más tradicionales levantan al niño Jesús, pues antes, el 6 de enero deberán llegar los Reyes Magos que vienen en un caballo, un camello y un elefante, y de paso en otras regiones del país traerán regalos para los niños. Por supuesto una rosca. Por alguna razón en Victoria Santa Claus es más seguro. Habrá que ir a la de ya: unos a escribir la carta y llevarla al correo; otros a comprar los juguetes y los Ifon.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA