Recientemente se registró que un ave viajera llamada PJ o pájaro Cucú, ha atravesado el Sahara exitosamente en cinco años distintos, describiendo una ruta migratoria en solitario de África a Inglaterra.
Es de suyo el vuelo sobre el mapa del mundo. Las aves dominan el territorio desde arriba y nosotros somos aves y no volamos porque no queremos. Nos gana el recuerdo y el procrastinar del futuro, el no poder quedarnos quietos en la imaginación con la magia de la fantasía.
La palabra escrita viaja y uno con ella. Damos la vuelta al mundo y en el instante volvemos con la respuesta al cuerpo indefenso. La imagen distorsióna la película, somos un rostro creado e inventado por el filtro de Google. Creerán que eres lo que no eres: El pájaro
El tiempo nos persigue y seguimos el juego. Si nos detenemos es para descansar y beber un poco de agua. El tiempo avanza en lo que vemos pasar las enfurecidas casas, objetos volátiles que fluyen y después desaparecen ante nuestros ojos.
Fluye el tiempo en el aire, a ras del suelo de alguna manera volamos con el viento en popa sobre la nopalera. Es algo biológico asomarse a los árboles, cruzar el pantano y no mancharse sino salir empapado.
Ya baja de la nave carnal, puedo escuchar la voz todavía y tolero el bullying que me hace más fuerte. Quise ser el más rápido y lo he sido por momentos con ochenta vueltas al tartán del estadio, quise ser guerrero y no pase de peleador callejero y fue lo mismo, perdí y gané un boleto que no he ocupado. Eso sí, volé las veces que me fui de hocico y no fue imaginario.
No obstante el tiempo es hacia adentro, el viaje más lejano es en el territorio intangible del cuerpo. El vuelo del pájaro es un sueño que al despertar le hace el otro lado del mundo. Estamos vivos para verlo, viajamos solos, somos el único pasajero de un pájaro cruzando el desierto. Antes de eso debe latir el corazón, tener la sed necesaria, ir al baño y que el caos mental sea el apropiado.
Hubo otros viajes. En realidad voy en bicicleta para ver desde una perspectiva distinta. En bici se hace el viaje de la alegría sobre la mancha urbana. Llevo un libro e ignoro cuál de todos. La pasta del libro es dura y seca y adentro es una caja de camioneta. Desde afuera de la historia leo mi vida. Acepto todo y no temo a los rechazos que olvido pronto, es una forma de ir a gusto. Ah, por cierto, no me ha entrado ninguna llamada al teléfono.
Soy aquel hombre que no tuvo cambios por años, hasta que reconsideré las ofertas de invierno y heme aquí considerando decir muchas mentiras a cambio de apropiarse de unas cuantas verdades.
La memoria es inventario de menos palabras, es más rápido y el camino al trabajo era el estribo del pesero, fueron gratis los empellones de una mujer bonita y blanca que me veía con desconfianza.
Yo usaba los jeans de ahora y de aquel entonces desgastados por el silencio de otros cuerpos que se tallaron junto a mí en escaleras de vecindarios del primer cuadro.
Amé la soledad como la de ahora, pero aquella era una forma de ir vagando y ahora esa misma es mi casa reventando en el tumulto de la gente, ojos de la patria que al andar me van mirando.
Yo pájaro Cucú, gavilán o paloma, abran paso que la llevo dormida, no voy me llevan, este es mi día soleado en mi transporte del tramo que me lleva del Conalep a la colonia Mainero, pasando por el río San Marcos y puntos intermedios.
Me entrego ahora en el mismo escape. Sigo en suspenso, suspendido en las alas, espero el final feliz de telenovela, este ha sido mi vuelo continuo, cruzo el desierto y me estampo en la tarde engañosa de la torre más alta.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA