CIUDAD VICTORIA, TAM.- Ya se repartieron los turnos – dijo el guardia, y la cara de los contribuyentes recién llegados se entristeció. – Oiga, pero si apenas son las ocho y veinte de la mañana – dijo un señor alto de sombrero. – Es que está oficina es pequeña, solo hay una caja, allá en el Bicentenario hay como diez cajas – sentenció el vigilante y cerró la puerta esbozando una apenada sonrisa.
Para quienes habían llegado temprano a esa oficina fiscal desde antes del amanecer la travesía apenas iniciaba, la fila ya alcanzaba fácilmente los 80 metros y hasta daba vuelta en el estacionamiento de Grande Central. En la fila había de todo: ancianos, amas de casa, profes jubilados, señoras copetonas y jóvenes motociclistas que aterrorizados por los operativos aplicados por las autoridades (los cuales son completamente ILEGALES de acuerdo a la constitución mexicana) decidieron acudir a tramitar su licencia de manejo o sacar sus placas o refrendar sus derechos vehiculares.
Algunos traían carta poder para hacer el trámite a otra persona, otros llegaron desde otras ciudades para el canje de placas de hasta 10 o más vehículos. Muchos contaban la misma historia: que les quitaron su moto y que entre multa y arrastre al corralón el ‘chistecito’ salió en casi dos mil pesos …y que el pago por placas sale en “mil setecientos y pelos”.
Más me hubiera valido venir a sacar placas, es más barato que ser multado – decía un joven repartidor de “mandaditos”. Este es un calvario de cuatro horas ‘formado’, en el que el frío de enero, la desmadrugada y los contratiempos ponen a prueba la paciencia de un ciudadano que, si de entrada le causa pesar desprenderse de miles de pesos para pagar impuestos, el fastidio de hacerlo lo hace aún más insoportable.
Los oficinistas salen a entrevistarse con quienes hacen fila para agilizar la labor. Hay que decirlo: en esta oficina fiscal prácticamente hacen malabares para atender a cada persona que acude a hacer sus trámites. – Oiga es que yo vengo a esto – le explica una persona a la oficinista a media fila. – Para esto necesita este documento, sin él no se puede hacer el trámite – explica la mujer, y el contribuyente siente que la tierra se abre bajo sus pies, pues no cuenta con carta poder.
¡Lleve su avena calientita! – grita una señora recorriendo el lugar. – ¡Órale amigo, échese una avena usted que viene de ‘fueras’! No sé nos vaya a desmayar – le sugiere un fulano a uno que dijo ser licenciado. – Mejor me espero a ver si pasa alguien vendiendo comida – responde esperanzado el ‘Lic’ pero desafortunadamente eso no sucederá. Ojo: vendedores de gorditas y flautas, aquí está el negocio esperándolos.
El Caminante, que llegó a las siete de la mañana, y ya había una treintena de personas formadas antes que él, ya siente las piernas acalambradas a dos horas y media de estar parado en la fila. Una señora de la tercera edad, muy elegante y amable pasa preguntando ‘si alguien ha visto su cartera’ la cual extravió al ir a su carro, Pero nadie supo darle razón. Lamentablemente ahí traía el dinero para pagar sus placas, así como sus tarjetas e identificaciones. Nunca la encontró. A las tres horas y un cuarto de haberse formado, el Caminante logra llegar a la puerta de la oficina. El vago reportero y el guardia ya se han hecho grandes ‘cuates’ a los diez minutos de plática.
Resulta que el ‘don’ ya se sabe al derecho y al revés todos los requisitos y casi todos los costos de cada trámite, y aunque no es su obligación, sabe informar y dar buenos tips a quienes llegan despistados a solicitar información. – Señor, venimos del bicentenario porque nos dijeron que allá no hay sistema…¿Aquí si hay? – pregunta una señorita acompañada de media docena de contribuyentes. – Si hay señito, Pero ya no hay más turnos, ya se repartieron, y como es viernes, pues ahora hasta el lunes si Dios quiere – responde el vigilante. Algunos se molestan y hasta mentadas de madre resuenan.
Por fin, el Caminante accede a la oficinista de 3 metros por 8, con únicamente un auditor, una cajera y unos pocos empleados más que “se hacen garras” para sacar adelante la chamba. El proceso se ve a veces afectado por el sistema que falla al dar de alta vehículos, o porque alguna placa fue dada de baja por error, o porque en vez de estar en esa oficina la mandaron al bicentenario, pero en honor a la verdad, no por una mala atención. Al contrario. En el caso del Caminante el auditor lo apoya en una duda respecto a un requisito y le resuelve el problema de manera rápida. Y así después de “castigar la ciática” y saltarse el almuerzo, el Caminante finalmente logra tramitar las placas para su motocicleta. Demasiada pata de perro por esta semana
POR JORGE ZAMORA