CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- La vida del deporte y el béisbol no son solamente hits y ponches, también es sacrificio, caídas y momentos donde la oscuridad parece devorar la esperanza, los sueños parecen derrumbarse, pero siempre hay una luz al final del túnel.
El pitcher tamaulipeco, Óscar Valenzuela lo sabe bien. Desde niño, el diamante fue su hogar, su casa, su sueño, pero cuando estuvo a punto de alcanzar la cima, el destino le jugó la peor de las cartas: la lesión que casi lo obliga a retirarse.
Hoy, después de dos cirugías, dos años de rehabilitación y una lucha constante contra el dolor, la incertidumbre y contra su mente, Valenzuela está de vuelta.
Su debut con los Guerreros de Oaxaca en la Liga Mexicana de Béisbol no es sólo una aparición más en el montículo es un símbolo de resiliencia.
Es la prueba de que los sueños no mueren, sólo esperan el momento adecuado para renacer.
INICIO EN EL REY DE LOS DEPORTES
El 24 de julio de 2024 es una fecha que Óscar nunca olvidará. Ese día debutó en la gran carpa mexicana, todos vieron la gran labor que hizo, dos entradas, cero carreras y un debut de ensueño, pero más que esos buenos números, fueron años que superó, años de trabajo, de sacrificios, de lágrimas y experiencias, que fueron lanzadas en seis entradas y con dedicatoria a su abuelo.
Para que eso pasara Óscar vivió un largo camino. Para él, el béisbol lo fue todo incluso desde antes de que naciera.
Bien dicen que no se elige ser beisbolista, se nace: En el caso de Óscar, el béisbol ya corría por sus venas antes de que él siquiera tuviera conciencia de ello, pues en su familia el béisbol corría en la sangre.
“Empecé en el béisbol por herencia, como quien dice. En mi familia todos somos beisboleros. Desde los tres o cuatro años, la pelota ya me llamaba. Jugué en Tampico con mi abuelo y mi papá, y ahí comenzó todo”, expresó.
El diamante fue su primera escuela y su familia, sus primeros entrenadores. Aquel niño que corría con un guante enorme y una sonrisa inocente no imaginaba la odisea y grandes experiencias que le esperaba.
LOS PRIMEROS PASOS
El béisbol no es un deporte fácil. Requiere disciplina, talento y una determinación inquebrantable. Óscar lo entendió desde muy joven y junto a la gran pasión que tiene desde entonces por el deporte, se enfocó en dar todo.
“Mi primer equipo fue Nutrias de la Liga Huasteca, que luego se llamó Vera y después Venados. Luego pasé a la Liga Santander en Altamira, donde mi abuelo y mi papá eran mis entrenadores. Con Tampico viví mis primeros torneos estatales cuando tenía solo cuatro años, ya después jugué con Altamira”, contó.
Pero no se trataba sólo de competir. Cada juego, cada entrenamiento, cada error era un escalón más en la interminable escalera hacia su meta: brillar en el béisbol.
«A los ocho años me tocó jugar nacionales. Fueron experiencias maravillosas que hasta la fecha recuerdo con emoción, todo eso me ayudó a mi desarrollo porque me forjaron como beisbolista, la presión y todo lo que se vive”, expuso.
De Niño jugaba en diferentes posiciones, pero su posición fija era la de infielder, aún no conocía lo que era ser serpentinero.
DE ALTAMIRA PARA EL MUNDO
El talento se pule en la batalla, y pronto Valenzuela se convirtió en un guerrero digno de vestir la casaca nacional. Gracias a sus buenas actuaciones en los diferentes torneos fue elegido para representar a México.
“A los 10 años me tocó representar a México por primera vez en Nicaragua. Desde ahí, me mantuve y trabajé para jugar en el equipo nacional, después me tocó jugar en Venezuela, en otros Panamericanos y luego en el Mundial de Japón a los 15 años”, dijo.
Los sueños de aquel niño tamaulipeco se estaban cumpliendo. Pero en el béisbol, como en la vida, el camino no es una línea recta.
LLEGÓ LA OPORTUNIDAD DE SU VIDA
Las oportunidades no llegan solas, hay que salir a buscarlas y cuando aparezcan, hay que tomarlas con ambas manos, en este caso no fue la excepción y Óscar Valenzuela dio un gran salto en su carrera.
“En una Olimpiada Nacional, cuando tenía 14 años, buscadores de talento de los Diablos Rojos se acercaron a mí. Se interesaron en mi juego, se dio la oportunidad y firmé contrato con ellos”, recordó.
A partir de ahí, su vida cambió. Se convirtió en un prospecto. «A los 15 me mandaron a la Academia de Oaxaca, donde empecé a trabajar en especialización y desarrollo. A los 16 me enviaron a los Guerreros y a los 17 llegó la oportunidad de la Academia de El Carmen, Nuevo León. En su tiempo, ese lugar era un semillero enorme de talento. Yo comencé como infielder, pero con el tiempo vieron en mí las cualidades para ser pitcher, allí me trabajaron, me desarrollé y di buenos momentos”, añadió.
La transformación estaba completa. Ahora, la meta era más grande: las Grandes Ligas. En el 2018, Valenzuela tocó la puerta del sueño. Y la puerta se abrió.
«Me llegó la oportunidad de firmar contrato con Kansas City como pitcher. Me enviaron a República Dominicana, y en el 2019 logramos el campeonato en la Dominican Summer League. Ser campeón con una filial de MLB fue algo inolvidable”, declaró.
EL GOLPE MÁS DURO QUE LO ORILLÓ A PENSAR EN EL RETIRO
Todo parecía ir en ascenso, Óscar se hacía de un nombre, poco a poco iba mejor, aumentaba su velocidad en millas, mejoraba técnicas y lanzamientos, era realmente un prospecto de grandes ligas; fue enviado a la sucursal de Phoenix, uno de los últimos pasos previo a Ligas Pequeñas y después la Gran Carpa.
Pero apareció y llegó el golpe más brutal. No fue un batazo, ni un error. Fue una lesión.
“Después vino la pandemia y todo se pausó. Cuando regresé a Phoenix en 2021, jugué y todo bien, pero a finales del año ya no me sentía bien. Intenté lanzar, pero el brazo no respondía. Un día amanecí con el brazo todo doblado, no lo podía estirar. Me hicieron estudios, me dieron descanso pero seguí con el problema, me hicieron unos estudios y confirmaron lo peor: el tendón estaba muy dañado. La única solución era cirugía”, expresó.
La cirugía Tommy John: el terror de los lanzadores pues es un procedimiento que ha salvado carreras, pero también las ha destruido.
“La primera cirugía lamentablemente no quedó bien, eso fue en el 2022. Después de rehabilitarme casi un año, lancé y me molestaba el brazo, el codo, no mejoraba el dolor y llegó a ser insoportable, volvieron los estudios y era un nervio en el codo el que pegaba con el hueso, por lo que en 2023 volví al quirófano.
Imagínate, sin jugar todo un año y tener que operarme otra vez, fue justo en mi cumpleaños. Fue un golpe durísimo. Me invadieron las dudas: ‘¿Qué tal si no queda el brazo?’, ‘¿Qué tal si me tengo que retirar?’”, dijo con una voz entrecortada al recordar los momentos.
«Era difícil ver a mis compañeros salir adelante mientras yo seguía lesionado. Pero me aferré. Hice terapia física y psicológica. Me apoyé en Dios. Sabía que, si este era mi destino, él me ayudaría a regresar”, comentó.
EL MARTIRIO DE ESTAR LEJOS DE CASA
Óscar confesó que más allá del dolor físico, el mental fue mucho más duro, pues estar lejos de casa, de su familia y de todos sus seres queridos era un martirio en los momentos más complicados de su carrera deportiva y personal.
“Estaba a miles de kilómetros, eso fue lo más doloroso, fue algo que no le deseo a nadie, pues no jugaba béisbol, no entrenaba, no estaba bien, y sin mi familia, pero como te dije, fue un momento en el que saqué mi fe”
EL ADIÓS Y EL RENACIMIENTO
Después de dos años sin jugar, dos operaciones y rehabilitaciones, Óscar recibió otra dura noticia, casi le llovía sobre mojado: Kansas City, el equipo que en algún momento lo veía como uno de los prospectos más fuertes, terminó por darle las gracias y dejarlo en libertad.
«Después de la rehabilitación, Kansas City me dejó libre. Tenía dos años sin jugar. No estaba en sus planes y lo entendí. Tocaba buscar un nuevo camino, no te voy a mentir, si fue difícil porque ahí comencé mi sueño, crecí y me desarrollé, pero lo entendí, y creo que era lo mejor”, puntualizó.
El camino lo llevó de vuelta a casa, decidió regresar a prepararse a México, ya empezaba a lanzar y el dolor ya era cada vez menos, parecía que su brazo volvía a regresar a la vida.
En el béisbol y el deporte todo se sabe. Pronto se enteraron que Óscar era libre y fue contactado para llegar a los Guerreros, el equipo al pertenecía en la LMB y eso fue como una señal de que todo iba a mejorar y sí, así lo fue.
«En 2024 volví para jugar en la Liga Mexicana de Béisbol con Guerreros de Oaxaca. Adaptarme no fue fácil. Debuté tarde en la temporada porque el nivel es altísimo, las oportunidades son pocas y hay muchos extranjeros. Pero cuando me dieron la confianza, la aproveché”.
UN DÍA INOLVIDABLE
El momento más esperado había llegado. Después de dos cirugías, una la de Tommy John, meses de rehabilitaciones y cuatro infiltraciones, cumplió uno de sus sueños, debutar en el béisbol profesional.
«Jugábamos contra Tabasco. Yo estaba preparado para cualquier momento. Cuando me llamaron del bullpen, me dije: ‘daré lo mejor de mí y disfrutaré cada segundo’. Solo hay un debut en la vida”.
Dos entradas, un hit, un ponche. No fue cualquier ponche. Fue contra un referente. Un momento que quedó marcado en su memoria.
«En ese instante pasaron por mi mente todos los momentos difíciles. Todo el esfuerzo, las lesiones, las dudas… Y ahí estaba, de regreso en el montículo y en lo que tanto me apasiona desde niño que es el béisbol, mi familia feliz apoyándome, en verdad fue más que un debut fue un nuevo inicio”, subrayó.
Cuenta que cuando salió de la loma de las ilusiones, volteó al cielo, señaló y habló en su mente para agradecer a Dios y su abuelo, “desde donde esté, creo que me vio, a lo mejor no me pudo ver en vivo o en la tele, pero siempre está y dediqué esas dos entradas a él en especial, a mi abuelo Inocente Valenzuela”, mencionó.
Además de debutar, en esa misma temporada disputó play-off y una final de zona, en la que jugó y enfrentó a uno de sus ídolos, “play-off es punto y aparte la verdad. Fue un lindo momento, lanzar en ese juego no lo olvidaré, enfrenté a uno de mis ídolos, Robinson Canó, crecí viéndolo en los Yankees, con Alex Rodríguez, ese equipo me inspiró a ser jugador de béisbol y pude dominarlo”, compartió con emoción.
EL FUTURO SIGUE EN EL AIRE
Óscar Valenzuela no ha terminado su historia. No después de haber peleado tanto y de pasar por todo lo que vivió, pues como él mismo lo dijo, “si esto quiere Dios, él me ayudará”.
«Quiero hacer un mejor papel en 2025. ¿Por qué no volver a buscar Grandes Ligas? Mi sueño sigue intacto. Hay jugadores que debutan en edad avanzada, y con trabajo y dedicación, todo se puede dar, pero por lo pronto en donde me den la oportunidad dar lo mejor y ganarme un lugar como relevista estelar”, detalló.
Por último agradeció el apoyo de su familia, y sin duda dedicó todo a una persona especial, “mi familia es mi motor, gracias a ellos por todo el apoyo, y sin duda agradecer a mi abuelo, el que me ayudó a amar este deporte”, concluyó.
El béisbol, como la vida, es un juego de resistencia, de caídas y resurgimientos. Óscar Valenzuela ha sentido el dolor de la derrota sin siquiera pisar el montículo, ha luchado contra un enemigo invisible que amenazó con arrebatarle su sueño. Pero en cada lágrima, en cada noche de incertidumbre, en cada doloroso paso de rehabilitación, demostró lo que realmente significa ser un guerrero.
Cuando la vida lo puso contra la pared, no se rindió; cuando su brazo se negó a responder, él le enseñó a volver a lanzar; cuando el mundo parecía haberle cerrado las puertas, él derribó muros y cuando la oportunidad volvió a presentarse, no titubeó: subió al montículo, levantó la cara y miró al destino de frente.
Porque un guerrero no sólo pelea cuando tiene fuerzas, lo hace cuando ya no las tiene y si el béisbol le ha enseñado algo a Óscar Valenzuela, es que la última entrada aún no se ha jugado. Mientras haya una bola en su mano y un out por conseguir, su historia seguirá escribiéndose. El juego no ha terminado, esto apenas comienza.
Por Daniel Vázquez
Expreso-La Razón