Cuando el barco de la oposición empezó a hacer agua a partir del 2018, Tamaulipas se convirtió en refugio político y proveedor financiero de un grupo de panistas destacados, ligados casi todos al calderonismo.
Para la mala suerte de los tamaulipecos, la entidad fue centro de operaciones -y de intereses- de una serie de personajes a los que el entonces gobernador, Francisco García Cabeza de Vaca, les dio cobijo.
Todo ello, a cambio de seguir alimentando su sueño guajiro de construir desde este rincón del país, un proyecto nacional para pelear la Presidencia de la República.
Así, por ejemplo, Javier Lozano Alarcón se convirtió en visitante frecuente de Tamaulipas, luego de la estrepitosa derrota que sufrió como vocero de José Antonio Meade y sus múltiples fracasos profesionales, como cuando fue vocero de la Coparmex por menos de 24 horas.
Por no hablar del abogado Roberto Gil Zuarth, quien se convirtió en el eslabón más sólido de la cadena que unía al cabecismo con la política nacional.
El ex secretario particular de Felipe Calderón fue (¿es?) abogado, consiglieri, estratega y promotor de Cabeza de Vaca, y de acuerdo a la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, cobró caros sus servicios jurídicos al gobierno de Tamaulipas, que por ejemplo en noviembre del 2019 transfirió 14 millones de pesos al despacho Accuracy Legal and Consulting, S.C, de su propiedad.
Era la época en la que el prianismo entraba en su crisis más grave, mientras se consolidaba la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.
En el mismo año, la Secretaría de Finanzas le habría pagado más de 26 millones de pesos a la empresa Estrategob, S.C., de Salvador Vega Casillas, otro célebre calderonista, ex Secretario de la Función Pública, y ahora especialista en limpiar, a través de su consultora, las cuentas públicas de gobiernos.
Otro personaje del PAN menos conocido que también alcanzó una rebanada del pastel financiero de Tamaulipas fue Manuel Minjares Jiménez, colaborador personal de Felipe Calderón y diputado federal en la misma legislatura que Francisco García Cabeza de Vaca.
A su despacho de contabilidad, Águilas Huilango, S.A. de C.V, también se le pagó para auditar expedientes de contrataciones públicas de diversas dependencias como el Instituto del Deporte de Tamaulipas, la Universidad de Seguridad y Justicia, o la Comisión de Energía.
No solo panistas empezaron a flotar en la órbita del gobierno del Estado.
A la lista hay que sumar a Guadalupe Acosta Naranjo, quien así terminó por destruir su reputación como político de izquierda.
El entonces todavía perredista fue nombrado el 26 de agosto del 2021 como titular de la representación del gobierno de Tamaulipas en la Ciudad de México, un cargo por el que cobró casi 100 mil pesos mensuales hasta el último día de la administración.
Todo ello, al mismo tiempo que se convertía en el más intenso promotor de candidatos panistas por todo el país, como César “Truko” Verástegui, y desarrollaba su propia campaña como fundador del llamado Frente Cívico Nacional, que ahora por cierto, busca ser partido político.
Mientras denunciaba con vehemencia supuestos actos de corrupción y abusos de la 4T, Acosta Naranjo no tenía empacho en utilizar, con licencia de su amigo Cabeza de Vaca, los recursos públicos de Tamaulipas para hacer proselitismo.
Como cuando viajó a las ciudades de Tampico, Monterrey, Durango y Mérida en vuelos pagados por la Secretaría de Finanzas, justificados como gastos para “comisiones oficiales”, cuando en realidad viajaba para instalar las asambleas de su fracasado Frente Cívico Nacional.
Todas estas historias que forman parte de un pasado muy reciente vienen a cuento ahora que el mismo grupo encabezado por el ex gobernador Cabeza de Vaca, ha sido identificado por el gobierno de Tamaulipas como el promotor de una campaña negra para insistir en la desestabilización del estado.
Basta conocerlos, escarbar un poco en sus antecedentes y en su presente para confirmar que en efecto, detrás de su sobreactuada actitud crítica, sus acusaciones y señalamientos, está la nostalgia por los años en los que se les abrió a placer la llave del dinero de los tamaulipecos.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES