19 diciembre, 2025

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Lágrimas y gloria

Raymundo ‘Gallo Negro’ Vázquez ganó el campeonato estatal con la promesa de su hermano en el corazón. Su lucha va más allá del ring: es por su familia, su legado y un futuro lleno de esperanza

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El boxeo es más que un deporte, es un refugio, un escape, una batalla que se libra dentro y fuera del ring. Para Raymundo ‘Gallo Negro’ Vázquez, el cuadrilátero no es solo un espacio de combate, sino el escenario donde la memoria de su hermano cobra vida, donde cada golpe es un paso más hacia la promesa que se hizo a sí mismo y a su familia.

El joven pugilista acaba de coronarse campeón estatal, pero su victoria no se midió solo en puntos o en aplausos. Fue un momento de catarsis, de lágrimas que brotaron con la foto de su hermano entre sus manos, como si el destino le recordara que aquel 1 de agosto de 2018 no sólo perdió a un ser querido, a su hermano, sino que ganó un motivo para pelear.

En una entrevista que conmovió a muchos después de su título Estatal, Raymundo no habló de fama ni de gloria personal. Su meta es clara: convertirse en profesional, comprarle una casa a su madre y un rancho a su padre. Su inspiración es Canelo Álvarez, pero su mayor impulso es el amor por los suyos.

Ahora, con los puños apretados y la mirada fija en el futuro, el ‘Gallo Negro’ se prepara para volar alto y gritarlo a los cuatro vientos. Pero antes de llegar a este punto, su historia comenzó mucho antes.

El primer deporte que practicó fue el fútbol, pero el joven Raymundo encontró un conflicto en su alma, un dilema interno que lo llevaría a cambiar su rumbo por completo. “Era un deporte que me gustaba, pero a la vez no. Yo soy muy competitivo, y cuando perdía, a veces no era por mí. Yo quería un deporte en el que si ganaba o perdía fuera solo por mi esfuerzo”, recuerda.

“Por azares de la vida encontré el boxeo, o mejor dicho el boxeo me encontró a mí, yo la verdad pasaba por un momento difícil, había perdido a mi hermano y pues regresamos. Mi tío Ismael me invitó y desde entonces aquí estoy”, añadió.

Desde que era niño, Raymundo sabía que su destino estaba marcado por una pasión insaciable por el deporte y había elegido, “yo puedo decir que destaqué desde chico, me decían que lo traía en la sangre. Mi primer torneo fue en Valles, donde le gané a uno de allá. Desde entonces me lo tomé más en serio, fue mucho la disciplina que tuve y me gustaba mucho este deporte”, comenta con una sonrisa nostálgica, su primer gran triunfo reflejando la pureza de sus inicios.

Pero desde antes ya mostraba su potencial, porque desde los nueve años, ya realizaba sparring, y aunque en ese entonces la gente lo veía como un simple niño, su futuro estaba claro. “La gente me decía que tenía muchas cualidades para la edad”, dice con humildad, sin darse cuenta del gigante que estaba por despertar.

El golpe de la vida
Su historia no estuvo exenta de desafíos. En cada paso, el joven boxeador se enfrentó a situaciones difíciles, pero ninguna más desgarradora que la muerte de su hermano mayor.

Su familia decidió hacer una nueva vida en Monterrey, dejar todo en su ciudad natal, Ciudad Victoria, y desde ese momento empezaron a llegar los primeros desafíos.

“Yo estaba chico, tenía algunos 6 años o poquito más, pero por algunas cosas mis papás decidieron empezar una nueva vida, nos fuimos a Monterrey, pero te lo juro que no sabíamos ni a dónde llegar, estábamos en la calle, fueron momentos difíciles, pero siempre hay algo bueno, y una persona la que menos esperábamos nos echó la mano”.

Pero tras vario tiempo de empezar de cero y cuando parecía que todo iba viento en popa, llegó la mayor tragedia de su vida y para la de su familia.

“Mi hermano falleció el 8 de abril del 2017, unos impactos de bala le arrebataron la vida. Mi familia cambió mucho desde entonces, nada fue lo mismo”, dijo Raymundo, entre el llanto que se le recuerda esa herida que nunca sana.
La muerte de su hermano, a la edad de 16 años, dejó una herida profunda en su corazón. La tragedia no solo alteró su vida, sino la de toda su familia.

“Recuerdo que ese día, cuando me desperté, mi papá estaba llorando. Busqué a mi hermano y no lo vi. Le pregunté a mi mamá qué había pasado y ella me dijo que lo habían matado”, relató, como si esas palabras aún resuenan con fuerza en su mente
Y es que la relación que tenían ellos dos era muy cercana, incluso, Daniel, su hermano, considera que fue su primer mejor amigo y su primer entrenador.

“Él era mucho de andar en la calle, entonces me llevaba con él y nos peleaba a mí y los hermanos de sus amigos, era algo mal, pero esa una forma de convivir. Nos ponían guantes, careta y hacíamos boxeo, yo la verdad les ganaba a los otros y él siempre me presumía, ‘ya ven como mi hermano es un chingón’, un día fuimos y me peleé con un niño, le gané y él me decía que no le dijera a mis papás y me compró una vez una paleta de chicle, no sé porque me acuerdo de ese día”, pronunció.

La promesa en el ring
Pero en medio de su dolor, el boxeo apareció como un refugio, “el boxeo me salvó, y me ayudó a sobrellevar lo de mi hermano. A mí siempre me gustó agarrarme a fregazos cuando me llevaba mi hermano a boxear contra otros niños, entonces cuando me invitó mi tío yo acepté y aquí estoy”.

Raymundo hasta la fecha no puede olvidar la pérdida de su hermano, pues siempre lo recuerda, incluso, asegura que él lo acompaña en cada pelea que tiene.

“Yo desde que empecé en esto cuando subo al ring, le pido a mi hermano que suba conmigo”, comparte. El día de la final en el campeonato estatal, cuando el sol brillaba intensamente, Raymundo miró hacia arriba, entre las ventanas del gimnasio, “curiosamente, la única ventana abierta daba justo hacia el ring, y el sol brillaba directo sobre mí. Fue una señal para mí de que él estaba ahí”.

Con la foto de su hermano en sus manos, la victoria fue mucho más que un simple triunfo en el cuadrilátero. “Cuando bajé del ring, lo primero que busqué fue a mis papás. Vi que mi hermano chico había llevado la foto de mi hermano mayor, me la dio, la abracé y lloré. Sabía que él había estado conmigo en cada golpe, él también fue campeón. Yo daría todo porque él me hubiera visto físicamente”, puntualizó con algo de llanto nuevamente.

El legado de un hermano
Para Raymundo, su hermano siempre estará con él y se nota cuando toma actitudes que ni él sabía que poseía. “Yo sé que lo tengo conmigo, porque si algo destaca en mi boxeo es que soy atrevido, agresivo, furioso, así era mi hermano, mi hermano era muy atrabancado, tenía mucha fuerza en su carácter, yo soy todo lo contrario abajo del ring, en verdad, mucha gente me dice: ‘¿te gusta el boxeo? ¿En verdad lo practicas?, no me creen porque soy nombre, pero arriba me convierto en un monstruo”.

Un joven de sueños
Raymundo no se detiene. Sus sueños son grandes, y su disciplina es imparable. “Mi objetivo principalmente es firmar con alguna promotora, no sé si sea este año o pronto, pero espero lograrlo. Mi sueño es ser campeón mundial, pelear en Las Vegas y escuchar mi nombre, y que la multitud lo grite”, dice con determinación.

Pero, más allá de los títulos, lo que verdaderamente lo mueve es la familia, la que se ha mantenido siempre a su lado. “Creo que desde muy pequeño yo tenía una meta clara: no volver a causarles a mis padres el dolor que quizás les causó mi hermano. Quiero ser diferente, no darles más mortificaciones, quiero que estén orgullosos de mí”, detalló.

Aunque la lucha en el ring ha sido su refugio, su camino no ha sido fácil pero disfruta cada momento y aprendizaje, pues valora que el boxeo y su familia han influido para bien en su vida, pues indicó que tal vez, si no fuera por ellos, él estuviera en un anexo, en la cárcel o ya no estaría aquí.

“El boxeo ha influido mucho en mi vida. Si no fuera por él, quién sabe dónde estaría. Probablemente en las drogas, tal vez ya no estaría aquí. Pero el boxeo me ha enseñado disciplina, y mi familia me ha enseñado a ir por el camino correcto”.

“Mi padre y madre sobre todo, me han dicho que no importa que las cosas me cuesten, el dinero fácil no es bueno, es más bonito lograr algo que realmente cuesta y siempre estaré con esa idea”, añadió.

¿Por qué el Gallo Negro?
El ‘Gallo Negro’ lleva más que fuerza. Lleva un legado, una memoria imborrable. “Me dicen el ‘Gallo’ porque mi papá es gallero, y un gallo lo que sabe es pelear. El ‘Negro’ viene de que a mi hermano le gustaba la película de Sangre por Sangre, y había un actor a quien le decían así”, dice con la mirada fija, como si su hermano estuviera a su lado, guiando cada paso, cada golpe.

En su camino, el ‘Gallo Negro’ es consciente de que el sacrificio va más allá de los entrenamientos. “Mi deporte es uno de los más difíciles. Hay que hacer de lado muchas cosas, incluso a veces familiares. Pero todo esto tiene un propósito”, afirma, mientras sus ojos brillan con la certeza de que su futuro, aunque incierto, está en sus manos.

“Si un día llego a ser campeón mundial y tengo mucho dinero, quiero ayudar a la gente. Mi objetivo es ser una mejor persona, darle lo mejor a mi familia”, concluye con una voz firme, la promesa de un hombre que, más allá del ring, lucha por un legado de amor, de sacrificio, y de esperanza.

La casa para su madre y el rancho a su papá
Raymundo Vázquez encontró entre sus cosas una carta, carta que le había hecho Daniel, su hermano, a su padres, en la cual les prometía que les iba a regalar una casa y un rancho.

Esa promesa su hermano no la podrá cumplir, pero desde entonces, Raymundo tiene el mismo sueño, “como lo dije en esa entrevista que me hiciste antes y que llegó a mucha gente, yo quiero ayudar a mis papás, ser campeón y ayudar a mis papás a tener su casa y un rancho, a mi papá que tengo los mejores gallos”.

Raymundo ‘Gallo Negro’ Vázquez está listo para enfrentarse al mundo, pero su historia, marcada por la memoria de su hermano y el sacrificio de su familia, es el motor que lo impulsa a seguir, a pelear con cada golpe por un futuro mejor para los suyos.

Raymundo ‘Gallo Negro’ Vázquez no sólo pelea por títulos, pelea por un legado. Cada golpe que lanza es un grito de resistencia, una respuesta a la vida que intentó derribarlo y que, en cambio, lo hizo más fuerte. Su hermano ya no está, pero su promesa sigue intacta.

El boxeo le dio un propósito, pero su verdadera victoria será ver a su madre en la casa que siempre soñó y a su padre cuidando su propio rancho. Y cuando ese día llegue, cuando levante el cinturón de campeón y escuche su nombre resonar en Las Vegas, sabrá que no llegó solo.

Porque en cada pelea, en cada golpe y en cada sacrificio, Raymundo no está solo. Su hermano lo acompaña, su familia lo espera y el mundo del boxeo se prepara para ver volar y escuchar el grito del ‘Gallo Negro’.

POR DANIEL VÁZQUEZ
EXPRESO-LA RAZÓN

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