CIUDAD VICTORIA, TAM.- El escándalo en la tienda se podía escuchar hasta la pared de enfrente, a esa hora de la mañana. Todos los presentes hablaban de lo mismo: Chinto, hijo de doña Diana, se había accidentado en su moto al atravesarse al paso de una camioneta, recibiendo tremendo trancazo.
Y, aunque sólo sufrió golpes leves y presentaba únicamente chipotes y raspones, su novia si presentaba una lesión en la rodilla.
Tras proporcionales los primeros auxilios, los paramédicos les comunicaron a ambos jóvenes que no era necesario su traslado a un centro hospitalario.
El verdadero ‘broncón’ se presentó cuando el conductor de la camioneta declaró que el joven había provocado el percance al omitir el alto correspondiente en esa intersección.
Para mala suerte de Chinto, la camioneta era de reciente modelo y alto valor. Pero lo más serio del asunto es que la motocicleta no contaba con seguro por responsabilidad civil, o como lo conocen muchos, “contra daños a terceros”.
Desafortunadamente para el joven, no solo su Italika quedó muy traqueteada, la pick up presentaba daños que fueron valuados en más de cien mil pesos.
Además de esto, se le sancionó por no portar placas, tarjeta de circulación y no tener la unidad asegurada. El cuentón seguía y seguía creciendo.
Eso aparte de los golpes que sufrió. Ahora, el joven Chinto quedó terriblemente endeudado y con el corazón roto, pues su novia lo cortó.
En la capital cueruda, bella ciudad al pie de la sierra Madre y nave nodriza de las flautas de harina, ocurren diariamente de 3 a 5 accidentes viales que involucran motocicletas. Estrelladas, embestidas por un costado o por alcance, derrapadas, que cayeron al San Marcos o a un dren, que se quedaron sin frenos o hasta incendiadas, o incluso en circunstancias que rayan en lo ridículo, las imágenes de motos accidentadas saturan las páginas de los diarios y publicaciones en las redes sociales.
Algunos de estos percances terminan con consecuencias fatales, otros más, solo con daños materiales, o de perdido con un buen susto. Tooodo esto es motivo suficiente para decidirse a contratar un seguro, al menos de responsabilidad civil, y tener un respaldo a la hora de pagar por “daños a terceros”. Y si aún esto no es suficiente, el dineral que hay que desembolsar por multas y sanciones lo es.
La arrastrada o remolque de una moto al corralón está por las nubes. Eso y el riesgo de que al ser descargada en el depósito vehicular, los encargados de hacerlo simplemente ‘boten’ la moto de costalazo en el suelo desde la plataforma de la grúa.
A eso habrá que agregar la multa por no contar con el seguro de ley, que, de aplicarse rigurosamente, podría ascender a una cifra entre 4 mil 342 y 6 mil 514 devaluados pesitos mexicanos.
A partir de experiencias como la que le sucedió al pobre Chinito y otras más que de ha chutado en la redacción del Expreso, el Caminante aprendió en cabeza ajena y decidió andarse por la sombrita, es decir, cumplir con este requisito de ley, ahora que nuevamente se transporta en motocicleta.
Tras preguntar aquí y allá y meter su cuchara en conversaciones ajenas, finalmente encontró un seguro de responsabilidad civil para su “mortalika” a buen precio (costo 3 mil pesos, centavos más, morralla menos) el cual pagará en cómodas mensualidades en una tienda departamental allá por el sector Adelitas.
Y es que desde este 1 de marzo, las autoridades viales dijeron “¡agua va!” y advirtieron que se realizarán operativos para verificar que los motociclistas de Vicky Ranch cuenten con todo el papeleaje de ley, incluyendo por supuesto su póliza de seguro vigente. Mucho se ha cuestionado en diferentes espacios y tribunas, escritas en papel y pantallas, la legalidad de tales operativos, pues detener al azar a los ciudadanos o sin haber cometido alguna falta o delito, configura una violación a las garantías individuales establecidas en el artículo 16 de la Constitución.
Más de una voz se ha pronunciado acerca del tema, opinando que los retenes tienen solo motivaciones recaudatorias y lo que menos le interesa a la autoridad es la seguridad e integridad de los conductores. Y puede que sí, o puede que no, Pero lo que sí es realmente cierto, es que viajar en un vehículo asegurado es un respaldo sólido a la hora de lidiar con un percance vial, además de ahorrarle andar todo el día “con el Jesús en la boca” y tener que cambiarse de calzones cada que aparece una patrulla en el camino.
Por si las moscas, el Caminante ya trae todos sus ‘papers’ en regla, con la esperanza de no necesitarlos nunca “never in his life”. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA