23 marzo, 2025

23 marzo, 2025

Américo y el poder

HORA DE CIERRE / PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ

La transición política en Tamaulipas en teoría ha sido lenta, y la llegada a la democracia lo ha sido aún más. El desmoronamiento del priismo en el estado y los factores que lo provocaron le dieron una nueva vida o los existentes mutaron de los grupos políticos que por años se perpetuaron y cambiaban de turno cada que la simulación política lo exigía.
La efervescencia del panismo con la figura (en ese entonces) carismática de Francisco Javier García Cabeza de Vaca vaticinaba la entrada perfecta de la democracia en nuestro estado y pese a todos los buenos pronósticos todo terminó como una ilusión de libertad cuando ese panismo ‘de gente bien’ terminó en el cabecismo. Los afanes déspotas de tres hermanos que perdieron la noción de los fines reales del poder, y por eso terminaron de la forma en la que terminaron.
Pese a todos los abusos hubo ejercicios buenos como lo fue en su tiempo la creación de las mesas ciudadanas (impulsadas previamente por el egidismo) y algunos proyectos de reconstrucción social que si bien fueron bienintencionados terminaron desbordados e inconclusos por la rapacidad de los amigos y socios del ex gobernador.
Otro gran logro fue el desmoronamiento de un sistema priista que arrastró por años para sostener las nominas necesarias para la operación política en interminables burocracias que al final colapsaron. La depuración fue real, aunque gástrica y gatopardista para cambiar todo para que siga igual, pero ahora con nómina propia.
Y poco a poco esos esbozos de buenas intenciones terminaron, se esfumaron o colapsaron por el saqueo que hicieron de las arcas para amasar fortunas y/o en el reparto de activos a la clientela política.
El estado terminó en una cleptocracia con tintes totalitaristas cuya máxima expresión se dio con las tanquetas de los Gopes vigilando que la Federación no intentara arrestar al gobernador.
Además de todo el enredo legal que desde el Congreso nos hizo correr una maratón a pasos de cangrejo con todos los avances que se habían logrado con la transición.
Sin dejar por otro lado, además, el estallido de la inseguridad que por casi una década mantuvo al estado en ascuas producto de un debilitamiento institucional que poco a poco volvió a la normalidad.
Pero la violencia que por años padeció el estado provocó una volatilidad del orden público que hasta la fecha provocó que la concentración de poder era consolidada siempre bajo esquemas autoritarios.
Y por efecto del mundo convulso en el que vivimos la Ley se estira como una liga que termina por estallar y afecta el orden institucional.
Mientras en el orden Federal la 4T mantiene una inercia aún alimentada por el fenómeno que es Morena en popularidad, en niveles locales los detellos de autoritarismo se ven aún prácticamente los tres niveles de gobierno.
La Ley es de quien la interpreta mejor a su conveniencia y ahora con la Reforma Judicial puede terminar en las manos equivocadas y provocar una regresión autoritaria sin precedentes en la historia del país.
En Tamaulipas la llegada al poder de Américo Villarreal se sustentó por el reconocimiento del entonces candidato Andrés Manuel López Obrador quien prácticamente le entregó la estafeta como representante moral de la 4T en Tamaulipas.
Un legado histórico que le entregó su padre el ingeniero Américo Villarreal Guerra y su eterno compromiso con la comunidad. Una de las principales nociones del obradorismo de origen que por años sustentaron su lucha política.
Américo Villarreal desde entonces entró en el ánimo popular y en todos los grupos de poder aplastados por un grupo político que le cerró las puertas a todos (en el primer destello autoritario probablemente provocado por el miedo a perder todo, debilidad al final).
Su triunfo tras la impugnación a la elección Federal del senado abrió la puerta a la emergencia política de Morena porque los ojos del país terminaron en Tamaulipas y si el cabecismo necesitaba operar tenía que hacerlo en reparto de cuantiosas cantidades de dinero o a golpes de garrote, todo previo a las jornadas electorales.
El constante escrutinio que se dio a Tamaulipas propició también que los grupos disidentes recuperarán fuerza y se sumaran a la causa de AMLO y AVA. Ese fervor provocó el desbarajuste que sepultó el poder político del cabecismo pero que aún en la actualidad intentan mermar el poder del gobierno en turno.
Y es probablemente ese el punto sin partida y dividido en el que se encuentra el gobernador y pese a cualquier señalamiento, le ha devuelto dignidad y orden a nuestra vida institucional.
La de tener todo el ejercicio del poder en sus manos sin las necesidad de ejercerlos por la gran responsabilidad que le ha entregado el electorado. Y como precursor del morenismo en Tamaulipas el gobernador se encuentra en un escenario complicado y a la vez necesario.
La tormenta política que poco a poco se vaticina entre las tribus morenistas que mantienen disidencia, pero a su vez se pelean a muerte pero a su vez son aliadas circunstanciales con el fin de fragmentar las instituciones tamaulipecas para escribir otra dictadura personalista.
Grupos que el gobernador pasa por un lado y se mantiene con la fuerza popular que le han dado desde las urnas y que ha logrado mantener. Al final la verdadera fuerza política no se da con intentos sobredimensionados de autoritarismo o excesos en la interpretación de la Ley.
Al final cualquier respaldo se da desde las masas, como a lo largo de la historia quedó claro con la figura del ex presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y ahora con la primera presidenta del país Claudia Sheimbaum Pardo conserva una línea directa en Palacio Nacional que hasta el momento ha usado con responsabilidad.
El poder otorgado es además la evidencia de la necesidad de un estado que mantenga un equilibrio político y termine la anarquía del saqueo que urge terminar.
El poder es una responsabilidad y cualquier decisión llevada a la realidad tendría un impacto histórico que duraría por años, como en un inicio se pronosticaba con todas las marañas legales impuestas por el cabecismo.
Es el momento propicio para que el estado recupere su camino, que la ciudadanía vea reflejado su respaldo y sobre todo que la principal misión de gobernar es el bien común, sin más ni menos.
Por lo pronto a esa causa se ha entregado el propio gobernador y a evitar cualquier exceso de los que se han cometido por tantos años en el estado y que muchos de los grupos políticos nostálgicos intentan revivir, fortalecer y/o imponer.

POR PEDRO ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ
@pedroalfonso88

Facebook
Twitter
WhatsApp