CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- La urbanización avanza a pasos firmes sobre el campo de Tamaulipas, devorando ejidos y extinguiendo la vida agrícola que alguna vez fue el motor del Estado.
Y conforme han pasado las últimas décadas, esos viejos caminos de polvo y las sombras de los edificios en construcción, el sector rural agoniza en silencio, dejando tras de sí hectáreas de historia y tradiciones que bien parecen ser condenadas al olvido.
En los últimos años, el mapa de Tamaulipas ha cambiado drásticamente, pues datos obtenidos a través de diferentes públicaciones periodísticas, dan a conocer como es que esto continúa su curso sin pausa alguna.
Donde antes se extendían hectáreas de sorgo, maíz y frijol, hoy hay fraccionamientos, plazas comerciales y avenidas de concreto.
Según Rubén Rodríguez López, presidente de la Unión de Ejidos del Sector Social del Norte de Tamaulipas, aproximadamente 70 comunidades rurales han sido absorbidas por el crecimiento urbano en los últimos 12 años, principalmente en ciudades como Nuevo Laredo, Reynosa Matamoros.
Y en la capital del estado, no ha sido la excepción, puesto que en las últimas dos décadas, al menos 12 ejidos han desaparecido conforme la ciudad ha expandido su mancha urbana, borrando del mapa parcelas que alguna vez fueron productivas.
La tendencia parece irreversible, los terrenos agrícolas se transforman en zonas habitacionales, mientras los campesinos, incapaces de competir con el avance de la modernidad, venden sus tierras o emigran a las ciudades en busca de otras oportunidades.
El impacto de esta urbanización va más allá del paisaje, ya que la actividad agrícola, base de la economía de muchas comunidades, se ha reducido drásticamente.
Se estima que cerca de 200,000 hectáreas agrícolas han sido abandonadas, especialmente en el valle de San Fernando, donde la falta de subsidios gubernamentales y la caída en los precios de los granos han hecho inviable la siembra.
A esto se suma otro enemigo silencioso: la desertificación. y es que proximadamente 30,000 hectáreas han sido afectadas por la sequía y el desgaste del suelo, reduciendo aún más la producción de cultivos tradicionales como sorgo, maíz, trigo y algodón.
La tierra, que alguna vez alimentó a miles, hoy se convierte en polvo mientras la urbanización avanza sin pausa.
Si la tendencia continúa, el panorama para el sector rural tamaulipeco es desolador pues en unas décadas, los ejidos podrían ser un recuerdo del pasado, absorbidos completamente por la expansión de las ciudades.
Lo que hoy es campo, en el futuro serán zonas industriales, comerciales o habitacionales.
La desaparición del sector rural no solo implica un cambio geográfico, sino también cultural y económico.
La producción de alimentos se verá cada vez más comprometida, haciendo que Tamaulipas dependa aún más de productos importados. Los empleos rurales, que durante generaciones sostuvieron a miles de familias, serán sustituidos por trabajos urbanos, para los que muchos campesinos no están preparados.
Las autoridades han planteado alternativas como la modernización del campo y el impulso de la agroindustria, pero el tiempo juega en su contra, pero mientras la mancha urbana siga extendiéndose, cada hectárea perdida será un paso más hacia la desaparición de la vida rural en Tamaulipas.
Por Antonio H. Mandujano