CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El amor de una madre es inquebrantable, pero hay batallas que no pueden librarse solas. Jatzziri Anahí lo sabe bien. Durante meses, enfrentó la angustia y el miedo por la salud de su pequeña Mercedes, aferrándose a la fe, la esperanza y, sobre todo, a la solidaridad de personas que, sin conocerla, abrieron su corazón.
Hoy, con su hija en brazos y con la certeza de que el peligro ha disminuido, Jatzziri solo tiene palabras de gratitud.
“A todas las personas que pusieron su granito de arena, quiero agradecerles de todo corazón.
Gracias a cada uno que me ayudó, que compartió mi historia, que me apoyó con palabras y con acciones. Dios los bendiga grandemente”, expresó con emoción.
La historia de Mercedes es un testimonio de lucha.
Desde su nacimiento, ha enfrentado complicaciones que pusieron en riesgo su vida, pero su espíritu es fuerte, tanto como el de su madre.
El temor a que un coágulo en su cabeza creciera o dejara secuelas graves fue una sombra constante.
Sin embargo, la esperanza nunca la abandonó.
Gracias a la generosidad de muchos, Jatzziri logró reunir los recursos necesarios para realizarle el TAC que su pequeña tanto necesitaba.
Los resultados fueron un suspiro de alivio: el coágulo ha disminuido.
La sonrisa en su rostro y las lágrimas en sus ojos reflejan un sentimiento indescriptible.
“Gracias, infinitamente gracias. Mi Samara (como la llama con cariño) está bien.
El coágulo se ha ido gracias a Dios y a todos ustedes. Siempre, siempre estaré agradecida”, dijo entre sollozos.
El estudio fue analizado por un neurólogo particular, lo que confirmó la mejoría de la niña.
A lo largo de este difícil camino, Jatzziri no solo ha enfrentado la enfermedad de su hija, sino también la indiferencia y la burocracia de un sistema que no siempre responde. Sin embargo, su fe sigue firme y su gratitud es eterna.
Hoy, la historia de Mercedes no solo es un testimonio de lucha, sino también un recordatorio de que la solidaridad puede obrar milagros.
Porque cuando la ayuda se da de corazón, los milagros suceden.
Por Raúl López García
EXPRESO-LA RAZON