6 diciembre, 2025

6 diciembre, 2025

Motos ruidosas

Los arrancones de madrugada ya tienen hartos a los vecinos de muchas colonias de la capital

Nacho nunca tuvo nada propio en su vida, ni siquiera su ropa, pues está la heredaba de sus hermanos mayores. Su familia, numerosa y de escasos recursos vive en una colonia de la periferia de esta capital, con servicios públicos deficientes, e inundaciones recurrentes cada que cae un aguacero con brotes de aguas negras incluidas.

Con mucho esfuerzo concluyó la primaria. Sus notas no eran perfectas pero suficientes para darle continuidad a su educación en secundaria. Sin embargo, sus padres le dieron a elegir entre seguir estudiando o ponerse a trabajar: “Aquí nunca te va a faltar un ‘taco’, pero el dinero para tus cosas, ropa o zapatos se lo va a conseguir usted” le sentenció su papá. El muchachito decidió abandonar los libros.

“A las pegadas” Nachito empezó a trabajar aquí y allá, en vulcanizadoras, lavados de autos y de ‘chalán’ de mecánico automotriz. Pasaron algunos años, el muchachito creció. De vez en cuando, el Caminante se topaba con su silueta flaca y encorvada de camino a su chamba. Un día, el vago reportero se lo encontró en un puesto de gorditas y flautas a un lado de “tránsito” a bordo de una motocicleta nueva …’flamantita’ como dicen por ahí, la cual había sacado a crédito. “Ya le ando agarrando la onda” platicaba Nacho al Caminante.

A partir de ahí, el joven no se despegó de su moto nunca, pues hasta para ir a las tortillas lo hacía a bordo de ella. Una noche, en que el Caminante regresaba tranquilamente a casa, el silencio nocturno se esfumó con el estruendo de una docena de motores que recorrían aquella avenida al sur de la ciudad: un grupo de motociclistas avanzaba lentamente, la mayoría de ellos menores de edad, sin casco y acompañados de una jovencita.

Al detenerse en un semáforo todos revolucionaron sus motores creando un ruido ensordecedor. Entre ellos iba Nachito. Poco después en un grupo de ventas de Facebook de la misma colonia donde vive Nacho, muchas personas se quejaban de los escándalos que generaban las carreras o arrancones de motocicletas en ese sector. Los vecinos ya estaban hartos del constante ruido de los escapes, además de mostrarse preocupados de que muchos de los susodichos no llevan casco y que casi todos son prácticamente adolescentes.

Este problema se expande cada vez más en la ciudad. La situación se complica debido a que no hay un marco legal que impida detener a la gente para que circule con sus vehículos a altas horas de la noche. La única forma de actuar por parte de las autoridades es cuando una persona es sorprendida cometiendo una infracción al Reglamento de Tránsito. A esto se le agrega que casi ninguna moto porta placas y posiblemente no cuenten con licencia de manejo. – Ya les hemos dicho que se vayan a jugar ‘carreras’ a otro lado – comentaba un vecino de esa colonia al Caminante – pero siempre sacan eso que la calle es libre y hasta se ponen agresivos. – ¿Y no lo han denunciado a las autoridades? – pregunta el andarín periodista. – ¡Uy no joven! Eso es pura pérdida de tiempo, el 911 siempre está más preocupado por identificar a quien hace la llamada que investigar el delito, “que porque a lo mejor es una llamada de broma” …y eso cuando contestan, porque luego ni hay servicio. – Pues alguna forma habrá de hacer la denuncia ¿no?

– Mi nieta se metió a la página de denuncia ciudadana de gobierno del estado ¡y nombre! no hacen absolutamente nada. Fuimos a Tránsito y lo mismo, que solo si los hallan en flagrancia… ¡todos son una bola de inútiles! – se quejaba el ciudadano aquel en esa ocasión. Otro día, el Caminante fue a comprar las croquetas de sus peluditos y se encontró a doña Meche, abuela de Nachito. –

Oiga vecino, ¿de casualidad no tendrá usted una muleta que me preste? – ¿Muletas? No doña Meche, no tengo. – Es que ¿Qué cree? Nacho se accidentó en la moto y se quebró una pierna, y pues no hemos conseguido una muleta, de perdido para que pueda ir al baño solo, ‘verdá’. – ¿Y cómo estuvo que se accidentó? – Nombre, pues se fue con sus amigos allá pa’ la Vamos Tamaulipas y quesque se pusieron a jugar carreras ahí en esa calle ¿Cómo se llama? ah sí, la ‘Integración Familiar’ y pos este muchacho ni correr motos sabe y que choca con otro huerco.

– Chinga’o ¿y está muy mal? – Pues se rompió el hueso de la pierna en tres partes y la clavícula, un golpe fuerte en la frente y trae todo el brazo raspado ‘con la carnita viva’ – relató preocupada doña Mechita al Caminante. De la moto, ni mencionarlo, luego del accidente todos los presentes huyeron y la poderosa Italika … desapareció. Ahora Nacho está fracturado, sin trabajo …y sin moto. Ojalá mejore pronto. Demasiada pata de perro por esta semana.

POR JORGE ZAMORA

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