El bostezo contagioso es un fenómeno tan común como intrigante. Aunque suele asociarse con el sueño o el aburrimiento, este reflejo involuntario también se activa al ver a otra persona bostezar. Pero ¿por qué bostezamos cuando alguien más lo hace?
Lejos de ser una coincidencia, esta reacción tiene fundamentos neurológicos, sociales y evolutivos que explican por qué el cerebro imita automáticamente esta acción.
¿Qué pasa en el cerebro cuando vemos un bostezo?
Diversos estudios con imágenes cerebrales han demostrado que al observar a otra persona bostezar se activan las mismas regiones del cerebro que cuando lo hacemos nosotros.
En particular, la corteza frontal inferior, vinculada a la acción y la empatía, muestra actividad durante ambos momentos.
Este fenómeno, conocido como “ecopraxia”, es una manifestación del funcionamiento de las neuronas espejo: células cerebrales que permiten imitar, comprender y reflejar las acciones de otros.
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Gracias a estas neuronas no solo imitamos bostezos, sino también gestos, posturas, risas y expresiones emocionales, lo que permite una mejor conexión social.
El bostezo también tiene una función fisiológica: al abrir la boca e inhalar profundamente, se incrementa el flujo sanguíneo y se reduce la temperatura cerebral, ayudando al cuerpo a mantenerse alerta. Es un mecanismo de autorregulación que prepara al cerebro para seguir funcionando con eficiencia.
¿Por qué se contagia el bostezo?
La empatía es uno de los factores que influye directamente en la propagación del bostezo.
Investigaciones han encontrado que las personas son más propensas a bostezar tras ver hacerlo a alguien cercano: familiares, amigos o parejas. En cambio, la reacción es menor entre desconocidos.
Este patrón se ha observado incluso en estudios clínicos. En pacientes con autismo o esquizofrenia, donde la empatía suele estar disminuida, el bostezo contagioso ocurre con menor frecuencia o está ausente. Esto refuerza la hipótesis de que la respuesta refleja está asociada a la capacidad de conectar emocionalmente con otros.
Desde una perspectiva evolutiva, el bostezo también cumple una función de coordinación grupal.
En contextos sociales, sirve como señal no verbal para sincronizar estados de vigilia o descanso, facilitando la cohesión del grupo.
Un experimento con chimpancés mostró que incluso al observar a un robot bostezar, los animales respondían de igual manera y luego se recostaban. Esto sugiere que el bostezo puede funcionar como un mensaje para reducir la actividad y entrar en reposo colectivo.
Más que un gesto involuntario
Aunque el contagio del bostezo sigue siendo objeto de debate en la comunidad científica, hay consenso en que involucra mecanismos cerebrales complejos y funciones sociales relevantes.
No es simplemente un reflejo aislado, sino una respuesta vinculada a la empatía, la regulación cerebral y la sincronización de conductas dentro de un grupo.
En otras palabras, bostezar juntos podría no ser una señal de aburrimiento compartido, sino de conexión emocional. Y aunque parezca un simple acto cotidiano, detrás del bostezo hay una interacción profunda entre biología, comportamiento y sociedad.
CON INFORMACIÓN DE EXCÉLSIOR




