Oiga: tal vez usted y yo, algún día podamos leer un libro juntos. Siento que si usted procura, en un momento dado, podrá regalar y regalarse ese instante sentado sobre una barda o acomodado en la sala de su casa. Es lo mismo.
Usted y yo, alguien, ese misterioso alguien, descubrirá el cafe con leche antes del viento que ondea el ulular ilustre de las sirenas. Será usted acomodado en la última fila de las que alcanzaron banco mientras amanece. Nadie sabe qué hace ahí. Como todo sublime victorense. La novedad los llevó hasta ahí desgreñadas y sin zapatos.
En largas caminatas por el bulevar de los sueños rotos, corro a intervalos. Me he detenido varias veces para establecer un diálogo, pero al otro lado hay gente que sueñan con ser cantantes y no saben ninguna de Vicente Fernández, donde grabé en la penca de un maguey tu nombre juntito al mio, entrelazados. «Yo me sé puros tumbaos oiga». Me dijo uno de ellos. Por otras calles, qué cantantes habrá, no sé si una de la tariacuri.
La gente se cae de los postes y sueña con eso, sueña dinero y con la mujer bonita del barrio. Éramos cinco pero hoy somos pocos, lo que queda son muchos otros. Había gente que sabía montar a caballo y caer. Las personas tienen un sueño que no olvidan. Quizás usted y yo podamos hacer una historia juntos, pero quien sabe.
Quizás ambos podamos intentar cruzar el río San Marcos a las doce de la noche bajo la lluvia. Dejar que el agua realmente entre sl cuerpo con fuerza p. Es un mar furioso , un choque de sangre en las venas. Que no amanezca sin ti ahora que le hablo a la nada.
Hace mucho supe que vuestra existencia es la mía como el aire cierra la puerta, como la existencia de otro planeta, la presunción de inocencia, el olor de los taquitos a media noche.
Desde la sombra un grupo de hechos recogen las herramientas y se largan al día siguiente para seguir trabajando. Los hombre de la realidad pegaron unos cuantos block y cobraron la raya. Es cierto.
Luego del arca sobró madera a Noe. Y la madera hizo un arco y una flecha. El hombre hizo un escudo de madera como una mano grandota para protegerse de otra. Hizo unos cuartos del vecindario que no terminan todavía, salieron unos baleros muy resistentes, hicieron trompos sangarrutos, palos para chang Ai, palos de escoba, barcos, escaleras, sillas, mesas, camas, roperos,
En un pedazo de madera en ese mismo instante, crucifijo en mano, un cristiano hizo un milagro. Puro jale. Otro trozo de madera hizo un lápiz que sigue dibujando. Una pala fue usada para la última película.
Bajo la intensidad de la noche es natural el miedo. Pero ahí solo hay esplendor en una retahila de tiempo, es turno nocturno, los que trabajan de noche toman un refrigerio, provechito. Entrada la noche se han ido todos. Regresa todo lo que no he sido o no quise ser.
Quizás usted y yo podríamos conversar sobre esas cosas de la vida y vivirlas. Nadie más que nosotros vio una piedra a mitad de la calle, nadie más se encontró cincuenta pesos y lo voceó por si aparecía el dueño. Todos lo eran.
Tal vez usted y yo podamos subir la montaña y acampar en el último resquicio de nuestras vidas, los últimos días a la velocidad de nosotros. Podremos acariciar desde lejos el rumor del río. Y que la vida sea eso. Así nací con el sol en las manos, con cada mañana, la inmensa risa del nunca se sabe.
Hay urgencia para llegar si otro espera con igual premura, el otro está herido, pronto se sabe la cuenta de aquellos que fueron baja en Ia fábrica. Al interior de la casa en penumbra, el autor dejó su firma nocturna.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA




