CIUDAD VICTORIA, TAM.- En las avenidas y colonias de Tamaulipas ya es imposible no cruzarse con rumbantes mofles de las hoy polémicas, pero económicas y funcionales motocicletas.
Estas han inundado casi todo el Estado en medio de una crisis de inseguridad al volante, de alza de precios en gasolina y también en ma adquisición de un automóvil donde hasta por ser americano, su valor está por los cielos.
Estos corceles a dos ruedas, que antes estaban catalogados como una opción marginal, se han convertido en parte del paisaje urbano por lo antes señalado, multiplicándose a un ritmo acelerado en apenas cinco años.
Cifras del INEGI y de la Secretaría de Finanzas estatal confirman la tendencia: en 2019 estaban registradas 28 mil 299 motocicletas en la entidad; para febrero de 2025, el padrón alcanzó 49 mil 334 unidades.
El salto equivale a un crecimiento del 74.36 %, una aceleración que no se ha visto en otros segmentos del transporte.
No se trata solo de un fenómeno numérico, pues este boom trae consigo implicaciones serias en materia de movilidad, seguridad vial y aplicación de reglamentos.
De hecho, del total de motocicletas registradas este año, 48 mil 409 son modelos tradicionales; el resto lo conforman motonetas, trimotos y vehículos de clasificación no especificada.
Los motivos de esta explosión en el uso de motos son variados: su precio accesible, el bajo gasto en mantenimiento, la eficiencia en el consumo de combustible y su capacidad para esquivar embotellamientos, sobre todo en ciudades con tráfico pesado como Reynosa, Matamoros, Tampico y Ciudad Victoria.
Pero el crecimiento también ha traído problemas visibles.
Autoridades municipales y estatales lidian con motociclistas que circulan sin casco, sin placas o sin seguro, además de enfrentar dificultades para regularizar miles de unidades.
Este descontrol se ha vinculado a un repunte en accidentes y a su uso en hechos delictivos en zonas urbanas.
Expertos en movilidad advierten que, aunque la moto es una alternativa económica y ágil de transporte, su popularidad debe ir de la mano con políticas de seguridad, una infraestructura vial adaptada y campañas que fomenten una conducción responsable, pero de lo contrario, lo que hoy es una solución de movilidad podría convertirse en un problema de alto riesgo.
Por Antonio H. Mandujano




