5 diciembre, 2025

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Trump, Rusia y la pataleta europea

FALJORITMO/JORGE FALJO

El encuentro entre Trump y Putin generó una fuerte reacción contraria del partido demócrata y parte del republicano, del aparato burocrático militar y de espionaje y de los medios de comunicación convencionales. A nivel internacional reaccionaron con preocupación la comisión y el parlamento europeos, la OTAN y las elites gobernantes de la mayoría, aunque no toda, Europa.

En el encuentro en Alaska no se permitieron preguntas; se sabía que la prensa sería muy agresiva. Una crítica repetida es que en vez de forzar un alto al fuego Trump aceptó la demanda rusa de negociaciones integrales para un acuerdo de paz duradero.

Se acusa a Trump de dejarse manipular. Critica que surge del temor ante un giro de fondo, histórico, en cuanto al devenir de la guerra. Un cambio que no se mide en acuerdos concretos pero que es de una enorme fuerza simbólica.

Trump recibió a Putin con carpeta roja; lo esperó un par de minutos sobre la pista y, a diferencia de lo planeado, lo invitó a su auto blindado, en todo momento fue respetuoso, atento a sus palabras, con gesto amable. Lo reconoció como un igual; algo inusitado en Trump. Dos hombres poderosos, muy distintos, pero que se reconocieron como del mismo nivel y dispuestos a un dialogo serio.

A continuación, el 18 de agosto, Trump se encontró con Zelensky y, sin invitación, siete lideres europeos impusieron su presencia para respaldarlo: Macrón, presidente de Francia; Starmer, primer ministro del Reino Unido; Merz, Canciller de Alemania; Meloni, primera ministra de Italia; Stubb, presidente de Finlandia; Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; y Rutte, secretario general de la OTAN. En los cinco minutos de dialogo difundido públicamente Zelensky le dio las gracias a Trump 15 veces; había aprendido la lección del encuentro previo donde fue regañado por falta de respeto.

La intención de los europeos era convencer a Trump de no ceder a los planteamientos de Rusia y la manera de hacerlo fue el elogio desmedido y la interpretación sesgada de lo dicho por Trump y Putin. Por ejemplo, Trump dijo que Putin aceptó que haya garantías de seguridad para Ucrania. Lo que los europeos sesgaron como aceptación de un cese al fuego que permitiría introducir tropas al país y que, en caso de ataque ruso, desencadenaría una respuesta militar de la OTAN.

Más adelante Rusia aclaró que las garantías de seguridad serían las que Ucrania propuso en las negociaciones de Estambul en 2022: acordadas por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y China); con posibles tropas de esos países más otros como India y Turquía, pero no otros países europeos. Garantías para el cumplimiento de los acuerdos por ambas partes. Unas garantías y un cuerpo de paz totalmente distinto a lo pensado por los europeos.

Trump fue claro; a Zelensky le dijo negocia la paz. Lo que interpretaron como un encuentro tripartito con Putin. Lo que propone Rusia es reanudar las negociaciones de Estambul, interrumpidas por presión occidental, con representantes a un más alto nivel y abordando tres vertientes de discusión: lo militar, lo político y los derechos humanos.

En lo militar lo esencial es algo que Trump ya aceptó; Ucrania no entrará a la OTAN. Además, se discutirán las restricciones al rearmamento del país; prohibición de fuerzas extranjeras, de bombas nucleares y de misiles balísticos que amenacen a Rusia. En lo político que se avance hacia un gobierno elegido democráticamente, desnazificado y con legitimidad para firmar un acuerdo de paz permanente. La legitimidad de Zelensky sigue en duda.
El ataque a los derechos humanos de la tercera parte de la población de habla rusa, tras el golpe de estado de 2014 fue el desencadenante de la guerra civil ucraniana y factor central de la invasión rusa. Así que exige el derecho de la población rusa a comunicarse y educarse en esa lengua; el regreso de las propiedades de la iglesia ortodoxa rusa y equidad de derechos ante la ley. Una posible solución es un estado federado donde cada provincia podría decidir sobre sus lenguas oficiales (ucraniano y ruso, o húngaro, o rumano, que también tienen presencia en el país).

Una exigencia rusa es la suspensión de sanciones económicas, pero ha declarado que incluso si se suspenden las transnacionales no regresarían al país. Se había preparado para el aislamiento impuesto y en esas condiciones pudo elevar sus niveles de autosuficiencia, rusificó la propiedad de sus empresas y consiguió importantes avances tecnológicos, militares y económicos independientes. Podría pensarse que le interesa más la devolución de los 300 mil millones de dólares de reservas rusas congeladas en su casi totalidad en bancos europeos. Este dinero puede jugar un papel central en las negociaciones con Trump.

Lo más probable es que apenas se eliminen las sanciones Rusia saque estas inversiones financieras de Europa. Le daría un duro golpe porque los lideres europeos han expuesto la intención de llegar a la expropiación total de esos fondos para, con el pretexto de reconstruir y rearmar a Ucrania, hacer buenos negocios.

Las negociaciones entre Trump y Putin fueron en su mayor parte secretas; Putin habló de acuerdos que no se hicieron públicos y ambos acordaron un próximo encuentro, tal vez incluso en Moscú.

Sin embargo, es conocido que al dialogo en Alaska acudieron no solo militares y políticos, sino grandes empresarios rusos y el dirigente del mayor fondo financiero estatal del país. Se ha filtrado que el dialogo entre Trump y Putin incluyó la posible explotación conjunta de las riquezas minerales del Ártico que ahora permite el avance del descongelamiento. También Putin insinuó el aprovechamiento de las enormes riquezas naturales de Rusia. Esto abre la posibilidad de un destino distinto al que piensan los europeos para esos 300 mil millones de dólares de reservas rusas congeladas.

Si, como sospechan algunos analistas, Putin ofreció emplear esos fondos para proyectos conjuntos con empresas norteamericanas le estaría ofreciendo algo muy atractivo a Trump, que es ante todo un hombre de negocios con una sed interminable de ganancias.

Los europeos que acompañaron a Zelensky insisten en la integridad territorial de Ucrania, su entrada a la OTAN y su rearmamento. Imposible que no se den cuenta que ya se perdió esa guerra, e insistir en ella empeora el porvenir de Ucrania. Pero aceptar la derrota implica su suicidio político y eso lo van a posponer lo más posible.

Entretanto Trump responsabiliza del conflicto a su antecesor Biden y a los europeos; quiere cumplir su promesa de acabar la guerra antes de las elecciones al congreso de 2026. Su estrategia es inundar los medios con declaraciones altisonantes, absurdas y contradictorias, en ocasiones muy anti rusas, con las que desconcierta a sus adversarios internos y europeos. Pero no concreta sus peores amenazas.

Por su parte Rusia avanza en el frente de batalla y ha aprendido a no reaccionar ante el barullo mediático que genera Trump. Lo deja decir lo que sea, tal vez confiada en que el encuentro en Alaska y lo que hayan acordado en secreto es el verdadero piso firme de su relación con Trump.

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