Cuando pienso en las PYMES y en cómo pueden crecer de manera sostenible, siempre regreso a la idea de que marketing y finanzas no son dos mundos separados, sino dos piezas de un mismo engranaje. Muchas veces el empresario pyme ve al marketing como un gasto y a las finanzas como el freno que limita cualquier inversión; sin embargo, cuando ambas se entienden como estrategias que se complementan, se convierten en un motor poderoso para generar valor real.
El marketing bien planteado busca atraer clientes, generar confianza y abrir mercado. Pero no puede hacerlo a ciegas: necesita tener clara la capacidad financiera de la empresa para soportar campañas, medir retornos y ajustar con base en resultados tangibles. No se trata de poner anuncios por ponerlos, sino de trazar un plan que dialogue con la salud económica de la pyme. De la misma manera, la estrategia financiera no puede limitarse solo a llevar registros contables o reducir gastos; debe volverse dinámica y contemplar al marketing como una inversión estratégica que, bien administrada, devuelve cada peso en forma de ventas, lealtad y crecimiento.
He visto que la clave está en definir objetivos compartidos. Si una pyme quiere incrementar sus ventas en un 20%, la pregunta financiera no es cuánto cuesta anunciarse, sino cuánto podemos invertir de manera segura para lograr ese crecimiento. Esto implica calcular el costo de adquisición de clientes, proyectar el flujo de efectivo y reservar un porcentaje de ingresos para actividades de promoción, siempre midiendo si la estrategia está cumpliendo con lo esperado. Cuando el empresario entiende que marketing no es un gasto que se va, sino una palanca que genera flujo futuro, cambia por completo la perspectiva.
Por ejemplo, pensemos en una empresa pequeña de servicios. Puede diseñar una campaña digital segmentada en redes sociales para atraer clientes de su localidad, pero al mismo tiempo debe analizar cuántos clientes necesita captar para cubrir esa inversión, cuál es el ticket promedio y qué margen neto le queda. Allí es donde la estrategia financiera se cruza con la de marketing: no basta con tener “likes” o visitas, lo importante es que cada contacto se traduzca en dinero que entra y sostiene la operación. Es un diálogo constante entre la creatividad del mercado y la disciplina de los números.
También es fundamental pensar en el tiempo. Una campaña de marketing puede tener un impacto inmediato, pero los resultados sólidos se ven en meses. La pyme debe prever en su flujo de caja que no todo lo que invierte tendrá retorno al instante, y por eso se requiere planificación financiera que respalde la constancia del marketing. De la misma manera, un buen plan financiero debe ser flexible para ajustar presupuestos de acuerdo con las métricas que se van obteniendo: si una campaña funciona, se fortalece; si no, se corrige sin comprometer la estabilidad del negocio.
Combinar marketing con finanzas es, al final, un ejercicio de madurez empresarial. Es aprender a leer los números con visión de mercado y a diseñar campañas con conciencia de rentabilidad. Es dejar de pensar en “publicidad barata” o en “recortar gastos” como únicos caminos, y más bien construir una estrategia integral donde cada decisión comercial esté respaldada por datos y cada peso invertido tenga un propósito claro. Solo así, las PYMES pueden crecer no solo en visibilidad, sino en solidez económica, encontrando un equilibrio entre atraer clientes y sostenerse de manera rentable en el tiempo
Por: Jorge Antonio Reyes Cruz




