Legisladoras de la CDMX se desgreñaron, empujaron, rasguñaron, ofendieron, mentaronse la madre y practicaron el box con estilo cercano al de Raúl “ratón” Macías, Ricardo “pajarito” Moreno, Joe Medel, o más próximo al utilizado por Saúl “el canelo” Álvarez para acumular fortuna y hacer más ricos a quienes lo promueven. Las respetables damas se dieron con todo, pero finalmente el pleito terminó empatado. Bien dicen que las mujeres pueden destruirse sin hacerse daño, aunque en este caso perjudican la imagen del trabajo parlamentario, “si de por sí” el prestigio de “la representación popular” anda por los suelos, imagine los comentarios sobre el espectáculo en estos tiempos donde la igualdad domina no sólo los derechos humanos sino hasta la vida misma dado que el matriarcado regresa victorioso a adueñarse del planeta cuando los varones pasamos a convertirnos en diabólicos hacedores de la desgracia condenable en cualquier manifestación de género. Somos criminales en potencia, dicen ellas, y uno como que se arrincona esperando el macanazo.
El asunto es que las hembras, pertenecientes a Morena y el PAN, no pudieron contener sus emociones y pa’ pronto se enfrascaron en una pelea digna de cualquier arena de lucha libre Triple A. Olvidaron que la palabra, tolerancia y diálogo son los mejores argumentos de convencimiento yéndose mejor a los “guamazos”, colgándose de los pelos contrarios y debatiéndose cuerpo a cuerpo en sublime demostración de madurez, cordura y conciencia transformadora, prefiriendo golpear que escuchar, lanzar puñetazos a donde cayeran, que razonar con ferviente sentimiento patriótico dejando a un lado los abrazos y los buenos sentimientos que debieran dominar estas fechas de amoroso y fraternal significado para la humanidad.
A las diputadas les valió puritita progenitora el qué dirán, siendo lo importante maltratar a las contrarias tomándolas por lo cercano, es decir los cabellos. Y deje que lo más celebrado por ambas partes fue echar a perder los costosos peinados seguramente al cuidado de especialistas que han de cobrar por la calidad de la clientela y citas preferentes cual corresponde a integrantes del supremo gobierno en cualquiera de sus variantes. El Poder Legislativo no puede ser excepción en esa debilidad de la “presumidera” femenil.
Es de creer que el zafarrancho en cuestión derivó en escándalo nacional e internacional, no por la valentía para defender o rechazar el dictamen relacionado con la desaparición del Instituto de Transparencia (motivo aparente de la discordia), sino por la fiereza originada al sentir maltratado el pelo que las mujeres consideran elemento sustancial para encender comentarios, envidias o pasiones que pueden conducir a situaciones de orden sentimental o a pecaminosas andanzas. (Y “pior” coraje si algún rasguño alcanzó el rostro). No es cosa menor porque fue lastimada la vanidad femenil en pleito tan vulgar que podría ser semejante a encuentro de rivales en boda de novio compartido.
Al margen de frivolidades y consideraciones mundanas, lo sucedido en el congreso de la CDMX muestra el nivel de debate que priva a lo largo y ancho de la república. Ni como negar que las legislaturas en general mantienen objetivos alejados del interés ciudadano y si bien existen excepciones éstas siempre están influenciadas por partidos cuya máxima es mantener u obtener el poder a toda costa. Y ni modo que sea invento.
SUCEDE QUE
Si se trata de pleito entre diputadas, entre más lejecitos, mejor…no le busques porque podrías resultar crucificado con eso de que personificamos a Satanás.
Y hasta la próxima
Por. Max Ávila




