Uno de los reveses más importantes atestados al proyecto político de la presidenta Claudia Sheinbaum lo dio el gobernador de San Luis Potosí, Ricardo “el Pollo” Gallardo.
En su toma de protesta como presidenta de México, la mandataria dejó en claro algo: desaparecería la reelección y el nepotismo, una de las constantes de la política mexicana.
La idea de origen era acabar desde ese momento con una práctica que revivió en los tiempos del nuevo PRI y que el expresidente Andrés Manuel López Obrador omitió.
Gracias a las modificaciones legales y a los vacíos que han perdurado por años, desde municipios y gobiernos estatales se crearon bastiones de poder que fortalecieron a los grupos locales, al grado de ser considerados como cacicazgos, tal como lo intenta implementar el estado vecino el gobernador Ricardo Gallardo y, en el otro estado vecino, el gobierno de Nuevo León encabezado por Samuel García.
El antídoto para evitar cualquier embestida política desde su oposición o desde el poder federal es utilizar parte de la misma plataforma política que intenta implementar la presidenta: aumentar los espacios políticos y públicos para las mujeres. Sin embargo, ambos gobernantes quieren imponer a sus esposas en la sucesión, en evidentes actos de nepotismo.
El gobernador potosino impulsó que se postergara la no reelección y el no nepotismo hasta el 2030, para tener el margen suficiente que le permita imponer su voluntad. Y aunque Samuel, dada la fragilidad de su situación legal, se ve impedido de ejercer presión más allá de sus fronteras, el despliegue mediático y en redes sociales que le ha distinguido desde su llegada al poder la mantiene aún como su carta más fuerte.
Si bien es necesario y urgente que las mujeres ocupen más espacios públicos con la meta de ser mayoría, también importan las formas y los modos. El acceso al poder de las mujeres, al igual que en cualquier ejercicio democrático, debe darse mediante los mecanismos electorales que se han desarrollado durante décadas de lucha democrática.
Es importante que en los poderes, en todos sus niveles, además de los partidos políticos, se fomente una verdadera apertura de los espacios políticos para las mujeres y no imposiciones de políticos, de sus grupos, de clanes y cacicazgos estructurados bajo un esquema patriarcal.
El tiempo de las mujeres debe ser para todas, porque solo así se garantizará que la visión de la presidenta se aterrice a la realidad, no quede solo en buenas intenciones y no termine en un revés para todas nosotras, como puede suceder por la inestabilidad y turbulencia que imperan en nuestros tiempos.
Y como trasfondo, por parte de ambos mandatarios, persiste la intención de deslegitimar la lucha feminista y por la equidad de género para imponer su voluntad o, en su defecto, que se mantenga el mismo modelo electoral que continúa favoreciendo a los hombres y relegando a las mujeres en la disputa de puestos de elección popular menores, con todo un sistema patriarcal como principal obstáculo.
Coordinadora de la red de periodistas con visión de género Victoria
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