CIUDAD MADERO, TAMAULIPAS.- Con una sala llena y una respuesta del público que superó expectativas, el circuito teatral Una experiencia llamada Angélica se presentó como una propuesta escénica intensa, incómoda y profundamente reflexiva, bajo la dirección de Daniel Rodarte.
El director de escena celebró la asistencia de nuevos públicos y la conexión lograda durante la función. “Llegó más gente de la que esperábamos, estuvieron muy atentos; las luces y la energía del público crearon una atmósfera impresionante”, expresó, visiblemente satisfecho por la respuesta a una puesta en escena que no busca la complacencia.
La obra reúne textos de la dramaturga Angélica Liddell y del autor español Néstor Villazón, articulados en cuatro historias que confrontan directamente al espectador con la violencia, la hipocresía social y la indiferencia colectiva. Rodarte explicó que el proyecto implicó más de dos meses y medio de trabajo intenso entre Tampico y Ciudad Madero. “Fue cardíaco, infartante, pero el resultado fue genial”, resumió.
La primera historia plantea un grito frontal contra el poder y las estructuras sociales: política, cultura, iglesia, familia y xenofobia son señaladas sin concesiones. La segunda, una de las más duras, narra la vida de una niña de 12 años en medio de la guerra, atravesando abusos que —como subraya el director— “muchos creen que no pasan, pero sí pasan, hoy lo vemos incluso en documentales”.
El tercer acto introduce un giro hacia la esperanza, con una pieza titulada Invencible con mi derrota, interpretada por cuatro actrices con fuerte presencia escénica.
Finalmente, La trágica muerte de Angélica Liddell cierra el circuito con una provocación directa al público, rompiendo la cuarta pared y cuestionando el gusto por el teatro cómodo y complaciente.
“El público se ve reflejado como en un espejo, por eso se incomoda”, señaló Rodarte, al explicar el sentido crítico de la obra. El propio flyer lo advierte con claridad: “Esto va en contra de la tendencia conservadora de la sociedad, de la mezquindad y la mediocridad”.
Lejos del entretenimiento ligero, Una experiencia llamada Angélica apuesta por un teatro que confronta y despierta.
“Ya estamos hartos de historias que no son reales. El arte debe abrirle los ojos a la sociedad”, concluyó el director, reafirmando la importancia de seguir promoviendo una cultura escénica crítica y honesta.
Por. José Luis Rodríguez Castro
Expreso – La Razón




