Generación tras generación, los establecimientos de las familias de carniceros siempre han formado parte del paisaje urbano. En las colonias sobresalían los clásicos locales pintados en color rojo y blanco que en fin de semana adornaban la acera con el ya famoso tambo de barbacoa humeante y aromática. También, en décadas pasadas era muy común ver las reses en canal colgando en la entrada de las carnicerías. A los niños incluso les sorprendía mirar que al enorme trozo de animal aún se le movían ciertas partes.