Luego del descubrimiento del yacimiento de petróleo en Cantarel en el Golfo de México, uno de los más ricos mantos de hidrocarburos, en tiempos del presidente José López Portillo y de Jorge Díaz Serrano, como director general de Pemex, nos vendieron la ilusión de que México pasaría de ser un país del tercer mundo a un país del primer mundo, por la bonanza que nos triaría la exportación del oro negro.
Y como no fuera suficiente el descubrimiento de ese rico yacimiento, los precios del barril del petróleos que estaba entre los 7 y 8 dólares, empezó a subir desproporcionadamente de precio hasta llegar a los 36 dólares, por los desacuerdos entre los grandes países productores de petróleo.
Con ese escenario, recuerdo, que el presidente, José López Portillo, pidió a los mexicanos prepararse para administrar la riqueza, porque atrás quedarían los días de carencias y miserias.
López Portillo empezó entonces a contratar préstamos del extranjero, sin escuchar a las voces que le advirtieron de los graves riesgos que estaba corriendo, porque según su tesis, con el petróleo tenemos dinero de sobra para pagar, incluso los intereses de agio que le impusieron algunos países y bancos extranjeros.
El “boom del petróleo” generó millones de dólares que circularon en el mercado nacional, donde el problema es que gran parte de ellos eran producto de empréstitos.
Los elevados precios del petróleo, provocaron una reacción de los Estados Unidos, que finalmente logró que los grandes países se pusieran de acuerdo en su producción y el precio del crudo descendió a 12 dólares.
A pesar de eso, López Portillo, no quiso rectificar su estrategia y siguió endeudando a México, al grado de la insolvencia que finalmente provocó la devaluación del peso mexicano, a pesar de que el Presidente había prometido defenderlo como un perro.
López Portillo se fue y dejó un país en banca rota, con un dólar en 100 pesos, contra 19 pesos en que lo recibió de Luis Echeverría Alvarez y los mexicanos empezaron una profunda crisis económica, luego del espejismo del boom petrolero que nos permitiría ser un país del primer mundo.
A tres décadas de distancia de aquellos hechos, las fuerzas políticas de México, bajo el liderazgo del presidente, Enrique Peña Nieto, lograron el año pasado una reforma energética pospuesta durante muchos años, para que la explotación y explotación del petróleo dejara de ser una actividad exclusiva del Estado, abriendo las puertas al capital privado a ese importante mercado energético, incluyendo el gas y generación de energía eléctrica.
Peña Nieto y su Gabinete nos vendieron la reforma energética como la gran panacea de México, porque las inversiones del sector privado se vendrían en cascada, se generarían miles de empleos y además bien renumerados.
A menos de un año de distancia que el Presidente promulgó las leyes secundarias de la reforma energética, el panorama petrolero ha cambiado totalmente, por varias razones: Los precios se han desplomado en un 60 por ciento y de estar en 120 dólares el barril ahora se oferta en 41 dólares.
Los jaques árabes acaban de enviar un mensaje al mundo: Los precios del barril del petróleo jamás volverán a los 100 dólares.
Ese escenario ha provocado que la Secretaría de Hacienda, a cargo de Luis Videgaray, suspenda los contratos para las empresas en lo que se conoce como la ronda 1, porque no habrá quien invierta en estos momentos con precio tan bajo del crudo.
Pareciera que para los mexicanos, el petróleo es una maldición, pues tantos años de estar peleando una reforma energética, que cuando la logramos, de nada nos va a servir, al menos en el corto plazo.