Todos, o casi todos los días, los medios informativos dan cuenta del saqueo de hidrocarburos mediante tomas clandestinas en los ductos de Petróleos Mexicanos. Antenoche, en el noticiero de Joaquín López Dóriga, en el llamado canal de las Estrellas, se le dio vuelo a una noticia en ese sentido. Muchos casos trágicos se han dado a consecuencia de esas ilícitas acciones al suscitarse incendios por el manejo inexperto de los combustibles. Incendios han habido que tardaron muchas horas en controlarse amenazando zonas habitadas.
El robo de gasolinas y diesel causa una considerable sangría a las finanzas de Petróleos Mexicanos, cuya área técnica se muestra incapaz de contener los latrocinios atribuidos a la delincuencia organizada y la vigilancia por parte de la Policía Federal y las fuerzas armadas parece ineficaz. Pero los hechos se presentan de manera enunciativa y no analítica. Pese a la gravedad y magnitud del problema no parece estarse atacando el origen del mismo. No se dice qué se está haciendo para contenerlo y para dar con los autores materiales e intelectuales de los hurtos.
Porque no se puede pensar que la extracción clandestina de productos refinados se haga con la sola finalidad de coleccionarlos. No, el objeto es comercializarlos. Entonces hay culpables no solo de matar la vaca sino de estirarle la pata.
Y allí es donde visiblemente hay una grave omisión oficial. Con los medios tecnológicos modernos ¿cómo no resulta posible rastrear la ruta de los cargamentos para ubicar los puntos donde se ponen a la venta?
Porque no estamos hablando de simples litros, sino de enormes volúmenes cuyo transporte requiere de grandes contenedores que necesariamente deben transitar por las carreteras y ser almacenados en depósitos de alta capacidad. ¿Será que hay concesionarios de PEMEX que se prestan al mercado negro de combustibles? ¿Será que son enviados al extranjero para su comercialización en gasolineras estadounidenses?
Vea usted que la Prensa norteamericana es muy eficaz para reportar acciones sospechosas de altos funcionarios mexicanos, empezando por el presidente de la república a quien ahora se le atribuye la adquisición de otra costosa residencia en un exclusivo club de golf del Estado de México. ¿Por qué sus acuciosos reporteros no se han dado a la tarea de investigar la ruta del trasiego ilegal de combustibles? ¿Por qué las autoridades mexicanas no han solicitado el auxilio de agencias especializadas de los Estados Unidos? ¿Será porque en ese país hay poderosos grupos económicos que se benefician con el ilegal comercio?
Todas estas interrogantes son visiblemente soslayadas en las crónicas que los medios de comunicación nacionales reportan al respecto. ¿Por qué López Dóriga no las expresó al emitir la información reciente? Sencillamente porque como en muchas otras cuestiones en nuestro país solo se mencionan los efectos y no las causas de los problemas. En los almacenes comerciales hay cámaras que detectan hasta cuando una persona se apropia indebidamente de un litro de leche y por lo regular se le detiene y encarcela aunque el injusto haya sido cometido por extrema necesidad.
Luego entonces, ¿Cómo es posible que cuando se trata de saqueos tan colosales como el que nos ocupa no se obtenga ni pista de los maleantes ni se ubique a los beneficiarios finales de esas acciones? Que alguien lo explique




