6 diciembre, 2025

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Crónica urbana

Leo y Escribo

Crónica Urbana

Leo y escribo… Así se llamaba el memorable y regocijante libro que llevamos en primaria. No recuerdo si en segundo o en tercero. Memorable porque nos empujaba a escribir las primeras letras y regocijarnos con sus pequeñas historias. En mis andanzas en librerías de viejo siempre ando a la caza de esos libros que colmaron nuestra existencia y nos dieron las primeras alucinaciones sobre la creación literaria. Las estampas, dibujos a dos tintas, la tipografía en 14 puntos que nos permitía leer con visibilidad y sentir las imágenes y la correspondencia con los textos. Entre esas correrías de lo viejo, encontré «Rosas de mi Infancia», el lirismo poético y «Sobre las Nubes de América», travesía geográfica. Los libros viejos son rejuvenecedores en los buenos lectores y la gratificante idea del libro objeto, el libro tocable y coleccionable.

Para los buenos libros los buenos maestros. Leo y Escribo, es un libro del olvido, pero recordable. Las viejas técnicas de enseñanzas de ver y hacer, de leer e interpretar. Uno de mis nietos, el más pequeño, se llama Leonardo, y le digo Leo y Escribo, porque me recuerda la imagen del libro de mi infancia. Leo es un provocador de sueños e ilusiones de ocurrencias más que verbales, de imágenes que son poesía en el alma de un niño.

La televisión nos abunda con artistas, deportistas, escritores, que invitan a leer. Tal vez los actores lean los libretos o se mamen obras completas, o quizá existan deportistas que se entregan a la lectura en sus ratos de ocio, o escritores que leen o releen sus escritos. Se ha avanzado en un círculo cada día más amplio de lectores. Pero aún por grande, los sectores activos de lectura son aún muy pobres. Primero con los profesores de clase y luego con los más obligados, los profesores de la especialidad. Así no todos leen, o hacen como que leen. Tenía un profesor en Secundaria que en su escritorio leía un libro de Alfonso Reyes. Permanecía por momentos fijando sus ojos en el texto y nos miraba de soslayo. Una vez me paré y lo sorprendí en su lectura de Alfonso Reyes, y lo pillé leyendo una revista de historietas que tenía en la parte media del libro. O sea, nos engañaba a todos con su aparente lectura de Don Alfonso. La risa me ganó, y desde entonces lo chanceaba y soportaba mis respetuosas burlas. En fin, se lo cuento, porque Leo y Escribo.

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