31 diciembre, 2025

31 diciembre, 2025

Crónica urbana

La edad de los Nuncas

Crónica urbana

Siempre escuchamos en gente de edad y de más edad «es la primera vez que me pasa esto». «Es la primera vez que me sucede». «Nunca me había pasado». «Es algo insignificante, pero es la primera vez que me acontece». «La verdad es que nunca me había, nunca pensé en esto», «nunca pensé que a mí me pasaría lo mismo». Esas expresiones son las de la «edad de los nuncas», ese tiempo de la fatalidad en las que los males, las enfermedades, los quiebres de la vida se dejan caer.

La verdad es que la edad de los nuncas es un desafío existencial. Se viene encima con dolores, estrés, golpes, tropiezos y azotes. Caerse, chocar, dar topes, olvidar las cosas y andar sin ton ni son, son como los campos minados para los que empiezan a chochear y que amenzan con apachurrar el cencerro.

Y no sólo de los terciarios, los hombres y mujeres de la tercera edad, también los de segunda edad, porque la tensión, la tristeza, la soledad, las preocupaciones aceleran la «edad de los nuncas». Los nuncas que nos llevan contra el espejo, el físico y el espiritual, el espejo que nos dice que somos humanos, muy humanos y que nuestras debilidades y orgullos entran a los campos de posibilidades de morder el polvo, como si preparara ya el funeral en vivo.

Para vencer la edad de los nuncas no hay como poner atención a nuestro espejo y entrenarnos para sortear las nuevas adversidades. Tener el coraje para vencer, para luchar, en un nuevo desafío contra la pared, las sombras en la pared que gesticulan con nuestro cuerpo.

Pero para vencer la edad de los nuncas también nos hace falta atender los consejos médicos, el apoyo de nuestra familia, pero más, el sentimiento de unidad con Dios.

Para ganar a la edad de los nuncas se necesita mucho coraje, pero también en esta dosis aprender a reír, a carcajearse del espectáculo humano que somos, en nuestras flaquezas, en nuestros aciertos. Reír, reír, gozar la vida e imaginar que somos tan fuertes e imaginistas como la primera vez que nos aventuramos en la existencia y que podemos amar.

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