En el concierto urbano, donde chirrean y chorrean los frenos, los de la boca y los de las llantas, el descabezadero se ha convertido en la cosa cotidiana. Choques por aquí y choques por allá. Las causas, todo mundo anda montado al celular y no atiende ni al que va adelante ni el que va atrás. Y no es una parodia de albures, por eso de los de adelante y los de atrás. Aunque ya ve usted, mis lectores queridos, que también hay mucho de Víbora de la Mar donde los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán. Lo cierto que para choques no nos la acabamos. Abrimos la sección amarilla y está llena de choques, de bolidos, de cafres del volante que se llevan a Juan de la Tiznada por delante dejándolos colgados a la Parca. Los hay especialistas en pizzeros, que los levantan de nalgas y caderas para tortearlos del cerebro y pum, se los cargó el payaso.
Hay ancianos que se llevan ancianos de corbata y hay vejestorios que aplastan los dedales a otras. También los hay jóvenes locuaces que hacen añicos el carro de papá y mamá, y muchachas subidas de tono que se llevan maceteros y trepan banquetas y las pantorrillas de sus machines colmadas de alcohol. Y saben una cosa, no sueltan el celular ni para zurrar cuando andan estreñidos porque el bendito medio contribuye a soslayarse, a soltar la pildorita estreñida, a echarce un sopladito rococo y un pedito barroco. esto es, cuestión de cultura estomacal.
Los fines de semana dice mi mujer que todos los chavos y chavas andan destrampados, o sea, se salen de la trampa y se van con Ricky Martin a llevar una vida loca.
El celular es la panacea, el elixir, el juguete hedonista más apreciado del universo urbano contemporáneo. Les pongo esta rolita;
«Déjame tu celular
tan sólo un poquito
con la trampa por atrás
o para echarme un taquito
con la boca para aullar.»
