¿De qué está hecha la clase política mexicana?
No me refiero a su morfología o a sus componentes anatómicos, sino a la visión partidista sobre su entorno y sobre todo, muy especialmente, sobre los gobiernos. Desde luego, los que no se derivan de sus respectivos membretes.
Ayer, los partidos de la Revolución Democrática y Acción Nacional, a través de los líderes de sus bancadas en el Senado, se fueron a la yugular del presidente Enrique Peña Nieto, por la creación de la Secretaría de la Contraloría y la designación de Virgilio Andrade como titular de la misma.
El perredista Miguel Barbosa, al más puro estilo lopezobradorista, pidió a escasas horas de que fue nombrado, la renuncia de Andrade con el «brillante» argumento de que «es un error».
Hermanado con su colega, el panista Jorge Luis Preciado definió ese nombramiento como «una mala broma» presidencial.
Diablos, ¿Ni siquiera merece el nuevo funcionario el beneficio de la duda?
Para tratar de responder a esa pregunta, me permito invitarle a una intentona de reflexión. Ahí voy:
Resulta imposible negar la ya larga serie de errores cometidos por la administración federal. Algunos son tan evidentes y otros calan tanto que amargan. Cerrar los ojos a esa realidad ni ayuda al Presidente ni mucho menos se acerca siquiera a remediar los problemas, pero parece que nadie quiere ver otra verdad que camina al lado de esa serie de tropiezos.
En ninguna de esas circunstancias he visto a Enrique Peña cruzarse de brazos. Si de una licitación sospechosa para una obra se trata, si se habla de un atentado brutal como el de Ayotzinapa, si recordamos la tragedia que vivía Michoacán, si el tema es la crisis económica o si como en el más reciente de esta oscura cauda, está bajo la lupa la familia presidencial o el propio Jefe del Ejecutivo federal, en todos, sin excepción, he visto al mandatario presentar opciones de solución, realizar esfuerzos —algunos de ellos extraordinarios— para aclarar crímenes, para combatir presuntas acciones de corrupción, para evitar un colapso mayor de las finanzas nacionales o para recuperar la credibilidad social hacia la investidura gubernamental. No es mi objetivo defender al Presidente. Que trate de remediar sus yerros es su obligación y es derecho de los ciudadanos exigirle que asuma sus responsabilidades.
Lo que defiendo es algo a lo que no estamos acostumbrados, que es a aplicar un sentido de justicia en nuestras conclusiones y a no olvidar que un principio moral básico es pensar y actuar de buena fe.
Sí, mucho tienen que resolver Peña Nieto y sus colaboradores por los errores cometidos, pero me resulta repugnante que haya quienes traten de llevar agua a su molino reprobando todo y a todos, sin siquiera dar una oportunidad de demostrar que tambo;en puede haber luz en lo que ellos sólo ven sombras.
Y ya percibo los tomates y cebollas sobre esta opinión:
Que acusen a Peña de equivocado, se vale. Que lo acusen de comodón e irresponsable, es una injusticia..
UN EJÉRCITO ESPECIAL
Una de las zonas históricamente marginadas en el Estado, es hoy una prueba irrefutable de una vieja perla de la sabiduría popular: «La unión hace la fuerza».
Se trata del altiplano tamaulipeco, en donde cinco comunidades, Tula, Bustamante, Palmillas, Miquihuana y Jaumave, confirman que cuando existe confianza de la sociedad hacia sus autoridades, sí es posible alcanzar niveles dignos de bienestar familiar.
Ayer, el Secretario de Salud, Norberto Treviño, lo vivió en forma directa. Junto a miles de voluntarios que integran la Primera Defensa ante las Enfermedades, recibió el reconocimiento de los pobladores de esa región hacia el gobierno de Egidio Torre Cantú, por el avance en la infraestructura del ramo.
Vaya un reconocimiento para un ejército especial cuyo objetivo es diferente: Salvar vidas…
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