Desde que las festividades cívicas se disfrutan mediante un día de asueto conectado a un fin de semana, el descanso aumenta, pero el motivo cívico e histórico de la conmemoración se olvida. Precisamente en un tiempo en que arrecia la demanda social en favor de una “Refundación de la República” y menudean las propuestas para una revisión integral de la Constitución política del país, es preciso aprovechar este 5 de febrero para lanzar un debate cabal sobre los cambios esenciales que requiere la nación.
El sentido de la conmemoración no puede ser el mismo que en épocas pasadas, cuando se recordaba que la Constitución de 1917 condensaba las luchas históricas del pueblo mexicano y había incorporado tanto demandas soberanas a favor de un desarrollo independiente del país, como los reclamos de los grupos más vulnerables de la sociedad mexicana. Progresivamente y al calor de impulsos reformistas de los gobiernos en turno, se fueron modificando partes sustantivas del texto, con lo que nuestra Carta Magna no es sólo una de las más antiguas, sino la más reformada en el mundo.
Hoy es distinta la simbología que entraña, porque más que compendiar los objetivos esenciales del país y los derechos inviolables de los mexicanos, de remiendo en remiendo cayó en innumerables contradicciones, hasta el punto de haber desmantelado algunos de sus principios básicos al margen de un consenso nacional verdadero. A lo largo de sus 98 años de vida, la Constitución ha sido reformada 573 veces dando como resultado un texto parchado y desordenado, que debe revisarse en su integridad para elaborar uno nuevo, como lo consideran actualmente la mayor parte de los expertos y vastos sectores de la opinión pública.
Lo más grave es que el país está en curso de una severa involución política y la conciencia nacional percibe una pérdida de rumbo, la degradación de la autoridad y un agudo proceso de descomposición social. Además de las voces que ya se han escuchado, es necesario convocar a un amplio debate nacional previo al centenario de la Carta Magna, capaz de generar el nuevo texto constitucional al que aspira un número cada vez más amplio de mexicanos.
Ante el agotamiento del régimen y sus instituciones, se ha intensificado la exigencia de un nuevo pacto fundacional, e incluso se han explorado en días recientes las vías idóneas para la convocatoria de un Constituyente llamado “Alternativo”. Ciertamente la Constitución no prevé explícitamente dicho escenario, pero podría acordarse una ruta institucional adecuada a través del acuerdo de los actores políticos —lo que se antoja más que improbable— o bien con fundamento en el Artículo 39 que reconoce el derecho inalienable del pueblo para alterar o modificar la forma de su gobierno; también serían aplicables los artículos 35 fracción VII y 71 que establecen el derecho a la iniciativa ciudadana; así como el artículo 135, que prevé el procedimiento de reforma constitucional.
En la actualidad, prácticamente todas nuestras instituciones constitucionales están rebasadas. La desastrosa realidad que padecemos exige la reconstrucción del pacto social y la recuperación del espíritu original de nuestra tradición constitucionalista. Estamos obligados a discutir el régimen político, el federalismo, las autonomías, el acceso a la justicia, el control del poder público, los mecanismos de exigibilidad y justiciabilidad de los derechos humanos, la responsabilidad rectora del Estado, las instituciones de democracia directa y representativa, así como las bases de nuestra inserción en el mundo.
Es urgente repensar las vías para arribar a un auténtico estado de derecho, donde las autoridades se constriñan a actuar en el marco de sus atribuciones y las personas ejerzan plenamente sus derechos. He insistido en que un cambio de esta magnitud requiere la movilización de las conciencias, lo que no implica necesariamente la deserción del campo electoral, sino la reconstrucción de la representación popular. Las transformaciones que ahora comienzan a discutirse, pueden convertirse muy pronto en la salida indispensable para una crisis sin otro camino de solución que la construcción de una Cuarta República, que sea reflejo de las necesidades y experiencias actuales y haga posible la sobrevivencia de la nación.