El acto de votar no es un asunto fácil. Para entenderlo es necesario mucho estudio y disposición para conocer argumentos contradictorios.
“‘No jodas Judas’, decía Heberto Castillo en estas fechas y en estas páginas cada año”.
Esta es una de las preguntas fundamentales de la Sociología Política. Se complementa con ¿por qué votamos?, pues en rigor primero decidimos participar y luego determinamos el sentido de nuestro voto. Mucho se ha investigado, teorizado y escrito sobre el comportamiento electoral.
Uso aquí una herramienta teórica ya clásica, que por su sencillez me ayuda a exponer mi argumento. Me refiero a la “teoría” de los círculos concéntricos que usó Duverger (“Los partidos políticos”. FCE. 1957) para describir y analizar el tipo de vínculos entre diversos tipos de personas y esas organizaciones políticas. Así, como cuando tiramos una piedra en un lago, el primer círculo lo ocupan los dirigentes del partido. Son los que deciden las políticas, ocupan las principales candidaturas y protagonizan los grandes acontecimientos partidarios. El segundo es el círculo de los militantes. Al igual que los dirigentes, dedican la mayor parte de su tiempo a las actividades partidarias y básicamente realizan las actividades acordadas por los órganos directivos. El tercero es el de los miembros del partido.
Esos en algún momento decidieron afiliarse, pagan sus cuotas (si las hay) y acuden como público a las actividades organizadas por los militantes.
El cuarto círculo está habitado por los simpatizantes. No son miembros, no pagan cuotas, a veces asisten a los eventos; pero fundamentalmente están al tanto de las actividades del partido, leen el periódico (si se edita) y tienden a coincidir con las opiniones y línea política de la organización. El quinto (hasta aquí llegó Duverger), es el de los votantes. Por lo regular muchos más que los simpatizantes, que regularmente no están atentos a la vida partidaria, pero que por alguna razón votan frecuentemente por los candidatos postulados por el partido. Un sexto anillo, podría estar conformado por los votantes fluctuantes (los que cambian su preferencia de una proceso a otro) y por los votantes sofisticados (que dividen sus preferencias un una misma elección).
Los tres primeros círculos no representan problema alguno. Votan siempre y lo hacen por el partido del que son miembros, militantes y/o dirigentes. Los anillos del 3 al 6 requieren de otra explicación. Se ha dicho que la socialización política construye identidades partidarias que devienen en simpatías. Pero no sólo. También se ha dicho que el elector construye una compleja ecuación de costo-beneficio y que al votar por un partido o candidato busca minimizar los primeros y maximizar los segundos. Se discute aún si la decisión de votar es estrictamente personal, colectiva o colegiada.
Como se observa, el simple acto de votar no es un asunto fácil ni de abordaje sencillo. Por eso, para entenderlo es necesario mucho estudio y disposición para conocer argumentos diversos y, en ocasiones, contradictorios. Eso, desde mi punto de vista, debiera ser práctica cotidiana del dirigente político. En esta, pero también en muchas otras materias.
Visto lo visto, ¿quién en su sano juicio puede pensar que la realización y trasmisión de un partido de futbol (así sea Brasil vs. México) pueda alterar significativamente el volumen de votantes y el sentido del voto de los mismos, el próximo 7 de junio? Yo pienso que nadie. Pero, existen dos excepciones: los que opinan desde la ignorancia supina; los que padecen de sospechosismo extremo.
Twitter: @leonardovaldesz




