Famoso mes llovedor es el mes de mayo. Es un mes de corazón, justicia y libertad. Porque en mayo está el 5, el glorioso día de la Batalla de Puebla donde les dimos suave a los «suabos» hasta con la cubeta. Pero mayo es el mes del corazón con su fecundo 10 de mayo y también lleva los fermentos de la patria y la sabiduría de los grandes maestros.
Pero no estamos en mayo, estamos a mediados de abril con la lozanía de un mes que abriga a los niños y a las niñas. Porque abril es un mes de poetas, del sentimiento que hace las pausas del corazón la palabra contante y sonante de la poesía.
Y este mes nos ha fintado con tormentas que parecen ciclones y ciclones que parecen aguaceros desbordados en las calles de Victoria dejando encampanadas las yerbas, que como rémoras escalan los andamios de sillar y ladrillo de la ciudad.
Un mes llovedor a cántaros, dejando perfumes de las flores regados por banquetas y el pasto alegre de ser verde.
Pero los aguaceros de mayo no sólo son una canción sino el placer y la emoción de un mes patrio, sonoro y tricolor.
Pero estamos en abril, enconchados con repentinos calores y copiosas lluvias que descargan sus nubes en los andadores de árboles y en los columpios de yerbas que abordan los cielos.
Lluviosas gordas y pesadas que hacen del río un mar y del mar un océano de miles, millones de lágrimas saladas con las angustias cotidianas.
Abril es trasparente y el calor ya cala en los infiernos, pero mayo es la luminosa vía en que el agua encuentra sus caminos de amor, paz y libertad.