CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Para aguantar largas trayectorias caminando y barriendo la ciudad, Luz, a diferencia de sus compañeras jóvenes que usan tacón, procura amoldar por años unos zapatos de tela.
Son los mimos que utiliza desde hace cinco años, por tanto en diez años de trabajo sólo se ha comprado dos pares de zapatos, los mismos que se quita y limpia al llegar a casa.
“Otro tipo de zapatos no soporto. Los pies duelen mucho ya cuando se pasa mucho tiempo caminando, los dedos se deforman”.
Es el aniversario 102 del Día del Trabajo en México, Luz no trabajará porque es una de las mujeres sindicalizadas que benefició hace algunos años este movimiento.
Su trabajo en el área de Barrido Manual del Ayuntamiento de Victoria lo obtuvo como herencia, su marido falleció hace diez años y ella quedó sola a cargo de cinco hijos, tres adolescentes y dos pequeños de 6 y 7 años de edad.
“Mientras él vivió yo no supe qué era trabajar, pero el día que faltó descuidé a la familia porque tenía que dejarlos para venir a trabajar, me había quedado la niña de seis años y el niño de siete. Los más grandes que estaban en Secundaria los llevaban a la escuela. La más grande tenía 16 años, estaba en CBTis y los que seguían estaban en Secundaria, fueron cinco hijos y yo ganaba 1 mil pesos y con eso le di la carrera a mi hija, salió de Comercio”, dice Luz con tono de orgullo.
Los ojos verde aceituna reflejan una mirada tranquila, sus manos están adornadas con alhajas. Tiene 54 años de edad y barrer a diario las calles es un trabajo sufrido.
No tiene más dolores que los pies cansados por caminar desde el Seis Ceros hasta la calle 22 a diario.
“A veces cuando hace frío sí lo he sentido mucho, porque nos ha tocado barrer con dos grados de temperatura, con el viento y se sienten los pedacitos de hielo en la cara. Luego cuando hace calor hay que soportar el sol y la lluvia. Aquí no podemos parar por ninguna de las inclemencias del tiempo, todos tenemos que seguir”.
A la hora del almuerzo, Luz busca un espacio para tomar sus alimentos, y en ocasiones cuando está cansada y ve sus pies se acuerda de aquellos tiempos en que iba a la Universidad, de los sueños para ser Trabajadora Social.
“En aquel tiempo sería como 1984, me faltaba un semestre para terminar como técnico en Trabajo Social y de ahí yo quería continuar para hacer la licenciatura, pero llegó mi hija la mayor y al casarme en aquellos tiempos uno no salía de la casa, estaba sometida al grado de pedirle permiso al marido para salir. Así eran esos tiempos”, dice admirada, pues ni ella misma pensó que un día se iba a sentir liberada y que sus pensamientos se renovarían.
“Pienso que cuando me quedé sola debí meterme a estudiar y terminar mi carrera. Ahora he conocido a mucha gente grande que termina su carrera por gusto y eso me hubiera gustado a mí”.
Los logros de un trabajador establecidos en la ley, Luz los vive y compara su vida con algunas de las mujeres que conoce.
“Yo la verdad, no sé qué hubiera hecho con mis hijos y sin este trabajo. Así tengo la oportunidad de tener un horario y atenderlos por la tarde, ahora ya ganamos un poco más, y es un sueldo seguro, yo no tengo que pensar en que si la señora me irá a pagar o no, ni tengo que ir a trabajar a dos o tres casas. Sí me levanto a las cuatro de la mañana y también me canso, pero estoy bien”.
“Tomar el papel de padre y madre es difícil, pero ya con un trabajo fijo uno puede salir adelante, porque sí sé de las mujeres que trabajan en casa y ahora ya no se quedan como antes a dormir, pero si no lo hacen van por horas a una casa y otra y acaban más cansadas. Yo, pesé a todos los gastos, estoy bien y mis hijos menores ya tienen 16 y 17 años, dos ya están casados. Yo no me he vuelto a casar, no quiero, pero sí tengo mi pareja, pero él en su casa y yo en la mía, así es mejor.
Nunca imaginó esta liberación, pero ahora sabe que conoció las dos formas de ser mujer en el siglo pasado donde creció y luego en el nuevo milenio, cuando comenzó a trabajar y a vivir para ella misma.




