Así como la hermosa melodía, ayer me desperté en las nubes entre el cruce de calles con los pies descalzos. La lluvia, cargada de espejos despistada en las banquetas y en los lagos efímeros de las calles del centro. En avenida del sur al norte como ríos salvajes en remolinos extraños y cargando en su piel los barquitos de sueños. La lluvia, la candorosa lluvia que viene del calor y la montaña entre brincos jugando a los miedos, la deliciosa lluvia con sus gotas en mi cabeza cayendo a mis labios y recordando amores.
lluvia que sale de mis ojos cantaba Enrique Guzmán, y nosotros, escondidos en las puertas en besos furtivos, en cachondeo atrincherados en la repisa de las puertas. la primorosa lluvia que blandea en los vestidos dibujando las formas de las mujeres hermosas, la lluvia primorosa, la lluvia esplendorosa que llegó de mañana y amenaza a la tarde.
Es la lluvia de mi ciudad tan joven, o la lluvia joven para una ciudad que se ha vuelto vieja, pero en el paisaje de espejos quebrados, de colores festivos, la lluvia que ayer me ha mojado y me ha recordado que fui joven y niño, con otros amigos que también sueñan.




