Pocos personajes pueden considerarse iconos de nuestra ciudad. Personajes que contienen los amores, las querencias, la amabilidad de una ciudad que sabe querer a los de afuera y a los de adentro. María de los Ángeles Guillén de Haces es así, un icono de la ciudad por su poesía, por sus canciones, por su familia, por los amores de vida que cultivó al paso de sus 89 años.
Se quiere a María de los Ángeles por sus manos que supieron dar calor y trabajo a sus hijos. Porque una mano que acaricia y da venturas es una luz en la casa, es una ventana abierta en el hogar. Por sus ojos, por sus hermosos ojos que sintieron la gloria de ser poeta y de calar las flores y las mañanas de Ciudad Victoria en su corazón de niña.
Una palabra, dos palabras, muchas palabras nacieron de las mañanas y fueron prosa por las tardes y recuerdos en la noche de estrellas.
Contar palabras para hacer cuentos, decir letras para hacer poesía, hablar en voz alta para sentir la a familia, la numerosa familia que es el árbol de lluvia de todos los días.
Poeta, mujer, ama de casa, esposa, madre, María de los Ángeles Guillén de Haces, fue familia de querencias, de atardeceres de luna, de recuerdos pintados en la casa, de quehaceres de vida, de creer en Dios bordado por sus ojos como el azul de la nostalgia y la alegría de soñar.
Murió ayer por la noche, cuando los instantes nos llevan a otro día. Rodeada por sus hijos en la lucidez del tiempo, alzando sus manos al cielo en el abrazo de Dios.
Nos deja su imagen generosa, su amor por la ciudad en los poemas que cultivó de niña. Nos dejó su voz en la lejanías y en la añoranza de una ciudad de respetos y cariños en los murmullos del cielo, en la aspiración humana de acercarse a Dios respirando sus palabras. Descanse en Paz, la amiga, la madre, la poeta de la ciudad: María de los Ángeles Guillén de Haces, de nombre de amor y de poesía.




