Mágica, encantadora, así es la plaza. Ombligo del verbo masificado, vientre de los mil rostros anónimos que llegan hasta el centro de la urbe, para reivindicar su sentido de pertenencia. Mexicanos, tamaulipecos, victorenses, ciudadanos del tiempo, hijos del Facebook y esclavos del internet. Madres solteras. Chavos banda, compadres caguameros, profes
arrinconados por la crisis. De todo cabe en la gran plancha de baldosas, acotada por la geometría entristecida de los jardines y bancas envejecidas.
Escribo desde el atardecer, recargado en los muros impredecibles del tiempo. Tal vez hoy miércoles, estemos hablando de la lluvia que empapó el grito y corrió como un torrente de lágrimas nocturnas por el rostro de la celebración independentista. O bien, de una velada ataviada de música norteña, de baile y de jolgorio heredero de siglos mexicas y virreinales, paralizado en el incendio circular de la pirotecnia y el estruendo secular de los cohetones, (¿Made in China?), hurgando el cielo…abriendo surcos de luz, en el follaje silencioso de la oscuridad.
El grito del poder tamaulipeco, será, (fue) a las once de la noche. A esa hora, Egidio Torre Cantú seguramente salió para tirar de la cuerda que nos trajo de nuevo, el lenguaje de la campana civil, canonizada en el sacramento laico, a costa de la guerra intestina, y de la sangre de los caudillos.
Atrás de estos festejos, donde la agenda gubernamental se funde con el ruido del pueblo y de sus pasos amontonados, hay episodios de luz y sombra; claroscuros, siluetas de un país lejano, en sus afanes y sus traiciones. ¿Era esta la patria que quería Morelos? ¿En qué momento se extravió el rumbo trazado, en la originalidad de los sueños soberanos?
La campana oficial, instalada en la frente de palacio, es vecina de las eclesiásticas. La iglesia, esa vieja institución que persiguió a Hidalgo y lo degolló, proscribiendo su nombre, y erigiéndose amenazante contra todo aquel que memorizara su rostro, sigue de pie. Ella, la añosa matrona del dogma monárquico y colonialista, es ahora una convidada de piedra. Y sin embargo, sigue vigilante, y como hace siglos, permanece como aliada del poder y su statu quo.
Ya no hay castas, es cierto, tampoco el esclavismo medieval, encadenado a la corona española. Pero ahora, en las primeras décadas del siglo XXI, la explotación de un régimen signado por la macroeconomía, mantiene a miles de obreros y campesinos en la extrema pobreza.
En lo interno, la patria tiene dos versiones, dos campos, dos imágenes: una es la que circula en el lenguaje doctoral de las élites políticas y económicas, es el país de las oportunidades, de las grandes inversiones, de los que, desde su sitial de privilegios, “mueven a México”. La otra, es el territorio del desempleo, de la inmovilidad y de la erosión social. La de una república anclada en su dependencia extranjera y el terrible déficit entre la abundancia de sus importaciones y la pequeñez de lo que vendemos.
El grito de anoche, el que presidió Enrique Peña Nieto y se repitió en ecos institucionales, en los estados y municipios de la república, es el grito de la gasolina importada, del maíz que se compra en el exterior, de los granos que adquirimos en el extranjero y los cedemos a la especulación y el encarecimiento interno.
Es el grito colectivo de Ayotzinapa y el estruendo de una realidad pervertida por la complicidad del gobierno con el crimen organizado. Es el grito desesperado de una sociedad civil arrinconada y maniatada por la partidocracia y sus leyes anti bronco. Es la némesis de un modelo económico que se quita la máscara y nos muestra el horrible rostro de la desigualdad y de la violencia.
La patria de Morelos y de Hidalgo, la que hora administra Peña Nieto, avanza tambaleante hacia su siguiente coyuntura sexenal del 2018. ¿Cómo llegará? No lo sabemos ahora, pero los gritos sociales de septiembre, parecen superar a los del Gobierno, en su fasto y sus pompas de vanidad y triunfalismo. Gritos de Iguala, gritos del temblor, gritos ensangrentados de mexicanos, a la mitad del desierto egipcio.
Emblemáticos y contradictorios días, los de septiembre parecen acelerar el desgaste de un sexenio, pletórico en tragedias. Una llanura no exenta de excesos y ayuna de autocríticas. ¡Vivan los héroes que nos dieron telenovelas…Viva Chespirito, Viva la Gaviota, Vivan las Casas Blancas.
ZAFRA INFORMATIVA
Con El propósito de prevenir la violencia intrafamiliar, el gobierno municipal de Tampico promueve charlas de asesoría prematrimonial. A través de ellas se concientiza a las parejas en vías de casarse, previniéndolas sobre eventuales episodios de violencia y desintegración del núcleo familiar.
Por otra parte, el Grupo de Coordinación Tamaulipas acaba de rescatar a 44 migrantes. Se trata de personas originarias de Brasil, de Ecuador, de Guatemala, de Honduras y de El Salvador.