Confieso que me hubiera gustado conocer un poco más a la maestra ALTAIR TEJEDA DE TAMEZ, distinguida mujer tamaulipeca, no tan sólo por su obra literaria que habla por sí sola en los diferentes géneros que abarcó, como es la narrativa, poesía, crónica, cuento, drama y ensayo, en los cuales supo caminar con un estilo propio, penetrando en la conciencia social de un pueblo con el que siempre estuvo cerca, formando conciencias, motivando inquietudes sociales, enseñando a enseñar, pero de manera especial, alimentando el espíritu a través de su obra poética y literaria en donde ha dejado profunda huella.
Confieso que me hubiera gustado conocerla un poco más como maestra porque a su importante bagaje cultural, ALTAIR TEJEDA imprimía la extraordinaria sensibilidad social del ser humano comprometida con su tiempo, su historia y su espacio, requisito sine cua non para quienes han enarbolado la noble e importante tarea de la docencia, ámbito en el que nuestra ilustre tamaulipeca supo trascender en cada alumno y alumna, bien sea en la Benemérita Escuela Normal Federalizada o la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, instituciones públicas donde supo sembrar la semilla del conocimiento y la cultura, siempre con profundo compromiso hacia la escuela pública.
Hija del reconocido maestro RAFAEL TEJEDA PUENTE y la maestra ELVIRA TREVIÑO, la maestra ALTAIR TEJEDA DE TAMEZ tuvo en su entorno familiar los elementos básicos para conformar en su vida adulta una importante filosofía de vida, cuya pedagogía supo nutrirse con los elementos sociales que impulsaron a la escuela pública en México, donde maestros de la talla de IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO, RAFAEL RAMÍREZ, JOSÉ VASCONCELOS, JAIME TORRES BODET, ESTEFANÍA CASTAÑEDA, por citar algunos, dieron rumbo y destino a la actividad humana más noble y comprometida, como es la tarea de formar y educar a los educadores de México.
Me hubiera gustado conocer un poco más a la maestra ALTAIR TEJEDA, para penetrar y conocer ese mundo misterioso, enigmático, casi inexpugnable, pero a fin de cuentas fascinante que suelen ser los gatos, a los que dedicó una gran parte de su vida y de su corazón. Entrar a la casa de la maestra ALTAIR TEJEDA, daba la impresión de violar un poco su intimidad, en donde los pequeños felinos ejercían su poder y dominio territorial en cada mueble de la cocina, comedor, mesa o sillón de la sala o el jardín; los había de todos colores: negros misteriosos, cafés enigmáticos, blancos silenciosos; de ojos azules, café, negros inmensos como la noche, en donde reflejaban la profundidad del universo que únicamente su dueña y ama tenía licencia para urgar con su poesía y filosofía de vida porque ellos sabían, bien que sabían —o cuando menos lo intuían— que de aquella extraordinaria mujer sólo recibirían amor, cuidados, atenciones y complacencia para su prolífica existencia, en la cual sus descendientes se multiplicaban con el ronroneo erótico y desenfadado de su especie.
Me hubiera gustado conocer un poco más a una tamaulipeca universal como ALTAIR TEJEDA DE TAMEZ, aunque espero que yo, como todos los tamaulipecos y mexicanos, la conozcamos siempre un poco más a través de su obra literaria, porque las mujeres como ella reivindican por sí solas el derecho a ser universal.