BOGOTÁ, Colombia.- Con un histórico apretón de manos entre el Presidente Juan Manuel Santos y el líder de las FARC, Timoleón “Timochenko” Jiménez, el proceso de paz en Colombia llegó a un punto sin retorno.
Ahora, la mayor incógnita es qué sucederá cuando se firme en marzo del próximo año el acuerdo que ponga fin a cinco décadas de conflicto.
En esa cuestión hay dos principales problemas: una parte del futuro pacto que colombianos acusan da inmunidad a los combatientes y desconfianza por la posible integración política de los guerrilleros.
Y es que el acuerdo de justicia transicional firmado en septiembre, cuando Santos y “Timochenko” se dieron la mano, presenta la posibilidad de que líderes guerrilleros acusados de crímenes de lesa humanidad no sólo libren la cárcel, sino que terminen en el Congreso.
El 80 por ciento de los colombianos, según encuestas, está en contra.
“Aunque vamos en la dirección correcta, la paz dependerá de que las FARC cambien su estrategia de confrontación y se ganen la confianza de los colombianos con hechos y no con demagogia”, dijo a REFORMA el senador Antonio Navarro Wolf.
El senador y ex guerrillero estuvo presente hace 25 años cuando Carlos Pizarro, máximo líder del Movimiento 19 de Abril (M-19), anunció la desmovilización.
“El éxito del proceso con nosotros (M-19) obedeció a que la gente creía en la palabra y en los actos de la guerrilla, cosa que no pasa con las FARC”, afirmó Navarro.
Desarrollar esa confianza es clave, señaló, pues es mejor tener a los guerrilleros buscando votos que “echando bala” en el monte ya que se desmilitaricen.
No es el único con tal opinión.
“La presencia en política de los máximos responsables de las FARC puede ser el elemento fundamental que genere las garantías de cumplimiento de lo acordado”, dijo la senadora y ex Fiscal Viviane Morales.
Pero también hay muchos en desacuerdo, en particular los congresistas del opositor Centro Democrático.
“Premiar a los cabecillas de las FARC dándoles opciones políticas sería una burla para la justicia”, indicó el senador Alfredo Rangel.
No es la primera vez que la principal guerrilla colombiana busca incorporarse al Gobierno.
En 1985, durante una anterior negociación de paz -fallida-, surgió la Unión Patriótica (UP), brazo político de las FARC.
Terminó de manera amarga. Tres mil de sus miembros fueron asesinados durante cinco años de proselitismo, incluidos dos candidatos presidenciales, y los miembros que habían llegado a puestos oficiales se retiraron.
Pero también hay antecedentes esperanzadores para las FARC.
En América Latina, por ejemplo, destacan tres grupos subversivos que se han mantenido en el poder a través de las urnas.
Se trata del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua; el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en El Salvador, y los Tupamaros en Uruguay.
“Son tres casos en los que se puede hablar de una inserción política exitosa.
“Tan es así que Daniel Ortega, Mauricio Funes y José Mujica llegaron a la Presidencia en sus países”, señaló Adolfo Garcé, catedrático de la Universidad de la República de Uruguay.