En los 43 municipios se nota harta movilización por las candidaturas
Aspirantes a ediles y diputados deben entender: primero es el uno…
Con rumores se pretendería influenciar la postulación de candidatos
Las clases medias, condenadas a desaparecer por crisis económica
En los 43 municipios de la geografía tamaulipeca se placean cualquier cantidad de aspirantes a ediles, autoproclamándose como favoritos en sus pequeñas cofradías, aun cuando las contiendas interpartidistas no han iniciado formalmente.
Y que conste, me refiero a los pretendientes de los ocho partidos.
Ante este rejuego adelantado, resulta necesario que el presidente del Comité Directivo Estatal (CDE) priista, Rafael González Benavides les marque un alto a sus huestes, bajo el argumento valedero de que: primero es el uno y después el dos.
Es decir, hacerles entender que deben guardar la calma, hasta en tanto no se defina la candidatura gubernamental –lo que podría ocurrir antes del día 15 del mes que cursamos–, por salud del propio partido.
Y es que sólo así evitaría el desbordamiento de aguas y facilitaría que las candidaturas resultasen de unidad.
Sobre todo cuando, por disciplina, todavía no es tiempo de hablar de proyectos personales en ninguna de las 43 demarcaciones, sino de trabajo hacia el interior del partido para fortalecer su estructura.
Esto deben asimilarlo los aspirantes a las 43 candidaturas priistas pese a que, desde hace semanas, brotan por todo el estado cualquier cantidad de aspirantes a ediles y diputados locales.
Este alboroto cobra mayor notoriedad porque en el norte, centro y sur de la entidad, algunos acelerados se mueven de manera abierta y muchos más lo hacen con cautela, aunque por su indiscreción igual se ponen al descubierto.
Como usted habrá notado, los pretendientes a ‘representarnos’ se lanzaron a la cacería de las nominaciones apenas concluida la sesión extraordinaria del Consejo Político Estatal (CPE) priista –ésta ocurrió en noviembre próximo pasado–, y, a partir de entonces, arreciaron las zancadillas, los golpes bajos y todo lo que es inherente al juego sucio de la política.
Por eso nada tiene de extraordinario que, cotidianamente, cambie ‘el listado’ de los acelerados que buscan las alcaldías y curules que ya están en disputa.
Al menos en los mentideros políticos (claro está). Y en los medios de comunicación masiva que se prestan al rejuego.
Por tanto, los ‘adelantados’ no tienen por qué atormentarse.
Y menos cuando el futurismo político es un evento normal en toda víspera selectiva de candidatos.
Insisto en el tema porque en los últimos días se han dado todavía más destapes a granel.
Muchos motivados por los aspirantes mismos y otros surgidos por obra y gracia de sus panegiristas, aunque al final de cuentas todos y cada uno de ellos han aceptado, en público o en lo oscurito, su anhelo de convertirse en candidatos a alcaldes o diputados.
De cualquier forma hasta hoy, incluso, todos son sueños guajiros.
Así de sencillo.
Por ello reviste importancia el discurso que a partir de hoy pudiera externar González Benavides, poniéndole un alto a los acelerados, aunque, a decir verdad, sería mejor colocarles bozales para evitar que le sigan dando rienda suelta a su locuacidad.
Vileza del rumor
El rumor es un recurso utilizado por los políticos que suelen propagar versiones con la aviesa intención de distorsionar la realidad, pues sólo de esta forma los antropófagos contienen la rabia que les produce no acceder a las posiciones que por méritos propios les están negadas.
Es también, el rumor, un mecanismo de comunicación que se reproduce con rapidez entre los grupos formales e informales, llegando incluso a sembrar inquietud y, en ocasiones, obligando al afectado a desmentirlo públicamente.
Por lo general provoca inestabilidad y viene a llenar el vacío que genera la falta de información objetiva en torno a un trance o tema.
Su desplazamiento por el tejido social es paulatino –y en ocasiones efectivo–, por lo que una vez que ha prendido tiene que ser aclarado mediante una estrategia contundente que lo sitúe en su justa y real dimensión.
La fijación de los rumorólogos consiste en acuñar un mensaje o una serie de versiones que tengan consistencia y algo de credibilidad –hasta lógica, según sea el caso–, aunque partan de supuestos y sean contrarios a la verdad, ya que ellos tratan de ganar la atención de la opinión pública. De manipularla y hacerla copartícipe de sus intereses oscuros, sin el menor pudor de que en ello va
implícito el engaño, porque es precisamente la hablilla malintencionada su mejor arma para buscar poder.
Esto ha sido comprobado.
De ahí que los servidores públicos, políticos, sus operadores y los profesionales de la comunicación, deban estar alertas ante cualquier expresión que falte a la veracidad y trate de dañar una imagen
pública tergiversando los hechos.
Surgido de mentes perversas, el rumor se convierte en un arma que incluso puede llegar a afectar un proyecto político y a la persona que lo encabeza.
Habitualmente el rumor no tiene autoría en lo individual, pero se incuba y reproduce entre los grupos de interés que lo magnifican.
Sobre todo cuando se trata de nulificar a ‘la presa’ y trazar una ruta hacia el logro de un propósito, normalmente relacionado con el poder.
De esta manera los funcionarios públicos, legisladores, alcaldes y ediles en general, como parte del sector político, resultan un excelente caldo de cultivo para que se propaguen verdades a medias o mentiras completas y fluyan de boca en boca hasta prender en el conjunto social.
Más cuando los caníbales van en pos de ‘huesos’.
Y esto lo sabe el presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien tiene la responsabilidad dar a conocer, en petit comité, el nombre del candidato gubernamental que, por supuesto, con antelación decidió el señor de Los Pinos.
Inclusive, de palomear la lista de candidatos a las alcaldías de los municipios más desarrollados de Tamaulipas.
Lo que está en juego
En el proceso electoral 2015-16, no sólo está en juego la gubernatura, sino también las 43 presidencias municipales y el Congreso local (son 22 curules de mayoría relativa y 14 de representación proporcional).
De ahí que los grupos políticos estatales anden muy alborotados por este asunto.
Sobre todo ante el temor justificado de por la añeja costumbre de que una vez postulado el candidato gubernamental, de manera centralista se definan las candidaturas a los ayuntamientos y curules, ya que en ese rejuego, es obvio, no tendría derecho a voz ni voto la clase política que hasta hoy, inclusive, le ha querido ‘madrugar’ al jefe del Ejecutivo estatal.
Aplicando esta hipótesis, se advierte que los ex gobernadores Eugenio Hernández Flores, Tomás Yarrington Ruvalcaba y Manuel Cavazos Lerma, no tendrían vela en el entierro, pues por el lado del actual mandatario, es público y notorio, se privilegiaría la negociación con los nuevos factores de poder.
Dicho en otras palabras, entiendo que éste negociaría (con el alto mando priista y con el Presidente) algunas candidaturas.
¿Para quién?
Sólo él lo determinará llegado el momento.
No antes porque también él sabe que la prudencia, en política, es una virtud que a muy pocos se les dá.
Bajo este entendido, lo más recomendable es que los acelerados calmen sus ansias de novillero, pues demostrado está que del plato a la boca se cae la sopa.
Es decir: primero hay que tener candidato gubernamental y luego, entonces sí, hay que aventarse al ruedo.
Soberanía vulnerada
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establece que las entidades federativas son autónomas en su administración pública, y, por tanto, corresponde a los gobernadores determinar el gasto del erario, contratar empréstitos y vigilar la correcta aplicación presupuestal. Sólo a ellos, por lo que el Senado de la República no tiene incumbencia en este asunto.
Pero la Cámara alta, otra vez, pretende desempolvar el punto de acuerdo para que los 31 mandatarios estatales y el jefe de Gobierno del Distrito Federal rindan informes detallados sobre la situación financiera de sus entidades, con la observación especial sobre su endeudamiento y efectos en el mediano y largo plazo.
Además solicitaría que los congresos estatales y la Asamblea Legislativa del Distrito Federal instrumenten (nuevos) mecanismos de transparencia y rendición de cuentas e instruyan a los órganos de fiscalización a cargo suyo a realizar auditorías, sobre la situación financiera de las haciendas públicas.
Esto con el pretexto de que la deuda de los estados y municipios se incrementó en 2015, sin precisar el período en que se multiplicó ni solicitar informes del porqué ocurrió tal fenómeno, simple y llanamente para blindar al régimen federal.
Lo comento porque, en primera, los gobiernos estatales no tienen por qué rendirle cuentas al Senado de la República en cuanto al manejo de recursos y, por supuesto, cuando el causante de la crisis que obligó al endeudamiento (léase la Federación) durante el actual ejercicio constitucional les recortó miles de millones a las 31 entidades federativas y al Distrito Federal –autorizados precisamente por el Congreso de la Unión–, dejándolos en total indefensión.
De ahí mi presunción de que la mentada revisión tienda a quedar en el olvido, puesto que si los mandatarios accedieran a informar al Senado de la República cuanto hacen o dejan de hacer en el ejercicio administrativo que por ley sólo toca a ellos definirlo, darían pie a que más adelante se les exigieran cuentas de todo.
Y no es el caso.
Menos cuando se atenta contra la soberanía de los pueblos.
Pobreza extrema
Según el señor de Los Pinos, México registra solamente 30 millones de pobres.
Sin embargo hay otras cifras también oficiales que reconocen que en México hay 54 millones de personas que sufren pobreza moderada y 21 millones sobreviven de milagro en asentamientos urbanos y rurales.
Pero hasta la fecha no existe ningún programa institucional que brinde resultados efectivos contra la miseria, que es uno de los males sociales que al paso del tiempo se ha vuelto crónico.
La desigualdad entre los segmentos poblacionales es notable.
Por una parte se encuentra la minoría que vive las mieles del primer mundo y la civilización; y en la base piramidal se localizan ejércitos de pobres que no alcanzan a satisfacer sus necesidades elementales de vestido, vivienda, empleo y alimentación.
En el mejor de los casos –y de acuerdo a informes del Banco Mundial–, las personas pobres en forma moderada viven con menos de dos dólares al día; algo así como 28 pesos.
Por décadas –y pese a las buenas intenciones de los hombres y mujeres que arriban al poder y se comprometen a combatir este flagelo–, el fenómeno continúa y eventualmente se agudiza, aun cuando en la Federación se opine lo contrario.
La visión asistencial de los gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la terquedad de la ultraderecha representada por el Partido Acción Nacional (PAN), de ver en cada familia un potencial núcleo de empresarios –sin considerar las condiciones culturales de la gente–, se han convertido en esquemas obsoletos que no atacan el problema de raíz.
El crecimiento poblacional –de 20 millones de habitantes que éramos en 1940 pasó a más de 116 millones en 2015–, aunado al abandono de la rectoría del Estado de importantes áreas de apoyo social, la restricción presupuestal hacia el combate a la pobreza y la falta de vocación social de los gobiernos neoliberales, se suman al fracaso para combatir la miseria.
Igual que los rezagos sociales como el desempleo, el empleo inestable y el consecuente deterioro del poder adquisitivo.
Por eso no hay quien le crea al señor de Los Pinos de que sólo conservando el esquema recaudatorio es como se erradicaría la pobreza.
Ya ve Usted que han transcurrido más de tres años que pagamos mayores tributos a la Federación y el país nada que sortea la crisis económica… ¡ah!, pero eso sí, Enrique Peña Nieto insiste en que ya somos menos pobres.
Divorcio Gobierno-pueblo
Nunca como ahora, en México, se había dado tan grave separación entre el pueblo y el Gobierno Federal.
Y es que el Presidente continúa las prácticas neoliberales de anteriores regímenes, al tolerar que se encarezca el dinero en forma tal que podría acelerarse la debacle para las llamadas clases medias
o clases emergentes, condenadas a desaparecer desde el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado.
No obstante sus amanuenses pretenden hacernos tragar el cuento de que él nada sabía del trance económico provocado por las medidas adoptadas por su antecesor y repetidas por él; y por ello él también exige muchos meses más de esfuerzo y sacrificio, con el rollo de que sólo así logrará darse una recuperación.
Por ello la crítica popular no es benévola con el señor de Los Pinos; y menos cuando cerca de 80 millones de mexicanos que acarician la miseria ilustran un país frustrado, irritado; sin esperanzas tangibles de recobrar el bienestar suyo y de sus familias, al menos en los próximos años.
Hasta hoy se puede decir que el jefe del Ejecutivo Federal y sus colaboradores controlan la economía, las finanzas, el dinero, pero no dan solución a los compatriotas que piden empleo, vivienda, seguridad. La perspectiva de una mejor vida.
Hoy los mexicanos somos víctimas de la incompetencia e incapacidad del gobierno federal, y, por tanto, tendremos que esperar la llegada de otras autoridades para buscar andar hacia delante, porque está visto que hacia adelante, con el señor de Los Pinos, sólo caminan los ricos, los industriales, los banqueros, los privilegiados…
Como desde hace quince años hoy se cometen errores en serie; nos enteramos de vejaciones contra los ciudadanos de este país; las policías son atropelladoras; los puestos públicos son acaparados por una minoría selecta, incapaz, depredadora; se fractura el aparato político y social; los gobiernos estatales son sojuzgados; la llamada clase política es víctima de persecución y de escarnio; el país está a la deriva.
Y por más que se diga que la administración de Peña Nieto es el auténtico gobierno del cambio verdadero, más de 80 millones de mexicanos, en conjunto, opinamos lo contrario.
E-m@il
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